La noticia política y económica de la semana giró en torno al mercado cambiario y a las políticas implementadas por el Gobierno, particularmente por las decisiones tomadas desde la secretaría de Comercio Interior.

Al respecto, un nuevo análisis político y económico de los doctores Vicente Massot y Agustín Monteverde recordó los rumores que se desataron acerca de una pesificación que sería decretada por el gobierno el lunes 14 de noviembre, cuando “nadie sabía a ciencia cierta a qué atenerse respecto de cómo abrirían los mercados ese día. Moreno fue quien llamó a uno de los más reputados y poderosos cambistas de la City porteña y a boca de jarro lo llenó de insultos, lo conminó a cesar las operaciones de cambio que son de práctica diaria y hasta llegó, claro que de manera elíptica, a amenazarlo tanto a él como a su familia”, disparan los analistas al relatar una anécdota del banquero.

“La anécdota —si puede considerársela tal— viene a cuento de la estrategia pergeñada por el oficialismo para tratar de recomponer, a cualquier costo y por cualquier medio, el desbarajuste obrado a instancias de su propia impericia. Nada hay de novedoso en las formas prepotentes del funcionario. Han sido moneda corriente desde hace años y, como le han dado los resultados que la Casa Rosada buscaba, ahora las repitieron sin pensarlo dos veces. No significa lo dicho que el kirchnerismo solo haya recurrido al látigo para disciplinar al mercado, pero demuestra hasta qué punto hay una suerte de ADN inmodificable en cuanto hace a su sistema de decisión”, destacan Massot y Monteverde.

Finalmente, el gobierno aseguró que “la pesificación nunca estuvo en los planes de nadie, ni siquiera de los extremistas que pueblan el gabinete de Cristina Fernández; no hubo mensaje por la cadena nacional de radio y televisión ni tampoco se estrenaron nuevas formas de control a expensas de los ciudadanos comunes y corrientes que deseaban comprar dólares”, remarca el informe.

Sin embargo, la incertidumbre continúa. Y basta con recordar a la gente retirando de los bancos sus tenencias en dólares, más la distancia generada entre la divisa oficial y la paralela.

Para Massot y Monteverde, el problema es “de credibilidad que ha dado lugar, una vez más, a la escalada en detrimento del peso. No se necesita ser economista para darse cuenta de que si continúa, sin solución de continuidad, el drenaje de divisas en la proporción que se viene dando desde que se impusieron las trabas de todos conocidas, los bancos no podrán hacer frente en tiempo y forma a sus compromisos”.

“¿Y entonces qué?”, interrogan los analistas, al tiempo que ven con buenos ojos que la presidenta, Cristina Fernández, haya lanzado “la medida consistente en que el Banco Central le extienda a las instituciones bancarias U$ 2000 MM de sus encajes para despejar cualquier duda en punto a la solvencia de las mismas —algo que de todas formas la autoridad monetaria debe hacer si se van los depósitos: devolverles los encajes”.
Aunque una vez más, tal decisión comunicacional, pese a que fue racional, no asegura que se haya logrado lo más importante, porque todo depende de la confianza que se genere en el público.

Ahora bien, en el caso de que los U$ 2000 MM referidos no alcanzasen a satisfacer los reclamos de los depositantes en dólares, los analistas se preguntan: ¿Le extendería el Banco Central a los bancos todos los billetes verdes necesarios hasta agotar los U$ 6000 MM que mantiene en concepto de encajes?

Por otro lado, consideran que “mandar a la AFIP a perseguir a la gente fue una torpeza inconcebible. Sin embargo, alguien —por lo visto— tomó la iniciativa y tuvo el suficiente poder de convicción como para convencer a la presidente”. En cambio, consideran que “anunciar la liberación de los encajes, en cambio, fue algo enteramente lógico, de sentido común”.