El mundo todavía está jaqueado por la resaca de la crisis financiera del 2008, donde tanto en Europa como en Estados Unidos el crecimiento se mantiene anémico con riesgos de entrar en recesión. En Europa la situación es aún más complicada debido a que los llamados países de la periferia enfrentan problemas de deuda pública y de competitividad.
Un poco más cerca, en Brasil, se observa menor crecimiento y un giro en la política monetaria. El Banco Central pone menos empeño en cumplir con las metas de inflación, y ahora está bajando las tasas de interés lo que implica un real más débil. Mala noticia para la política cambiaria argentina, que hasta ahora se determina con un ojo puesto en el real.
Este nuevo escenario implica un mundo en el que habrá un menor crecimiento, en el que seguramente los precios de las commodities se mantendrán en los niveles actuales pero difícilmente disfruten un nuevo boom, y en el que la que las primas de riesgo crediticio seguirán altas y, por ende, la Argentina no tendrá acceso al financiamiento externo
El país enfrenta esta nueva realidad con menor competitividad cambiaria, sin los superávits gemelos que ya han desaparecido, con una salida de capitales que genera una rápida caída en el stock de reservas, con tasas de interés domésticas que están en el 20% anual y con el riesgo país de nuevo en casi 900 puntos, con lo cual no hay acceso al crédito externo.
El mayor desafío económico que enfrenta el Gobierno es diseñar una política cambiaria que logre, simultáneamente, mejorar la competitividad y frenar la salida de capitales. No hay duda de que habrá cambios de ahora en adelante. Lo más probable es que el Banco Central opte por un deslizamiento cambiario más rápido, lo que implicaría que las tasas de interés sigan en los niveles actuales para hacer más atractivas las inversiones en pesos. El período de política monetaria y cambiaria fácil ha llegado a su fin.
Un segundo desafío será implementar políticas macroeconómicas para contrarrestar los efectos de la desaceleración externa, pero con menos margen que en el 2008. La mala noticia es que difícilmente se pueda se pueda hacer mediante la política monetaria, ya que no hay espacio para bajar las tasas de interés en medio de una fuerte salida de capitales. Tampoco a través de una política fiscal expansiva, porque requeriría aumentar el gasto público y no hay financiamiento.
Un tercer desafío será evitar un a suba de la inflación y de los costos internos en un entorno en el que va a ser necesario mejorar la competitividad. Por un lado se va a buscar aumentos salariales que estén por debajo del 20%, pero esto deberá hacerse al mismo tiempo que se acelera la tasa de devaluación y que se harán ajustes en las tarifas de electricidad y transporte público para bajar los subsidios.
El cuarto desafío será lograr una baja en el riesgo país. Para ello debería haber progresos en las negociaciones con el Club de París y en la construcción de un índice de precios nacional para el que la Argentina le pidió asistencia técnica al FMI. El gran obstáculo es la normalización del Indec, donde no debemos esperar cambios en el futuro cercano.
Un quinto desafío va a ser revisar aquellas políticas sectoriales que hoy le están generando al país un alto costo fiscal al mismo tiempo que consumen dólares y reducen las reservas internacionales Al tope de la lista estarán la política energética, especialmente las que afectan la producción y el comercio exterior de petróleo y gas, y la de trigo, maíz y soja.
Todo indica que enfrentamos dilemas de política económica más complejos y con menos margen de maniobra. La situación macroeconómica es delicada pero no crítica y seguramente habrá más turbulencia, pero sin crisis