Una fábrica de tornillos aumentó su producción y rentabilidad en los últimos siete años, al amparo de un contexto de crecimiento y gracias a que, luego de una gran crisis, pudo aprovechar el resto ocioso de una capacidad creada en épocas de bonanza. Hasta aquí, todo bien, pero ahora se encuentra con que el ritmo de crecimiento que un día la benefició con una demanda recalentada, le exige más inversión que la hecha para poder sustentarlo. Así está la Argentina hoy. Con un ritmo de crecimiento del 8% anual, ya no le basta con una inversión del 22% del producto bruto interno (PBI) para satisfacer un consumo voraz, que sube nominalmente al 23% por año y provoca un desajuste entre oferta y demanda, que sólo puede tener un desenlace: más inflación.

Los especialistas consultados por La Nacion opinan que se necesitan, al menos, tres puntos más de inversión para salvar este cuello de botella y sostener un crecimiento razonable del 5% anual; ya ni hablar de una expansión del 8%, como la de 2010. Corea del Sur crece a ese ritmo e invierte el 35% de su PBI, mientras que China se expande al 10% y desembolsa el equivalente al 40% de su PBI. Esos tres puntos más que se requieren equivalen a US$ 10.000 millones, cifra con la que se podrían construir cada año cuatro centrales hidroeléctricas como la de Yacyretá, 25 fábricas de autos, 166 hornos para fundir vidrio, 10 autopistas Rosario-Córdoba o 48 terminales portuarias multipropósito con capacidad para 500.000 contenedores al año.

"¿Se invierte en la Argentina? Sí", afirma Dante Sica, director de la consultora Abeceb.com. "¿Es suficiente? No", agrega. Según explica, en la época kirchnerista se creció a tasas chinas, pero con inversión de América latina, sólo suficiente para acompañar la demanda y usufructuar la infraestructura existente.

Ahora, esa ecuación ya no es más posible, porque desaparecieron las variables macroeconómicas que la apuntalaban. "La inflación quitó la competitividad del tipo de cambio alto, el uso de la capacidad instalada está al tope y ya no se pueden sostener por mucho tiempo los servicios baratos", explica el economista.

Para Dardo Ferrer, director de la Fundación Mercado, llegado este punto, no queda otra que invertir para aumentar la oferta y no perder negocios. "El empresario que no lo haga, se verá obligado a importar o subir los precios. Si hace lo primero, tarde o temprano no le darán los costos y deberá cerrar o vender, y si opta por lo otro, fogoneará una espiral inflacionaria", comenta.

La metáfora a la que echa mano Enrique Dentice, economista de la Universidad de San Martín, para graficar esta realidad, suena más efectiva. "Es como jugar a la ruleta rusa con cuatro balas, porque el que no invierte pierde negocio. Además, todo crecimiento que no se acompañe con inversión es automáticamente más inflación", advierte.

¿Habrá más desembolsos? ¿Se superarán los US$ 72.700 millones de inversión interna fija que hubo en 2010? Con los US$ 12.000 millones que pone por año, el Estado no puede escarbar más en su caja. "La inversión que falta la tienen que hacer los privados", concluye Fausto Spotorno, de Orlando J. Ferreres y Asociados.

¿La harán? Con tres décadas de experiencia en diversos rubros de la "industria argentina", Gianfranco Andreani, director de Yancanello, que hoy produce y vende aceite de oliva y aceitunas en conserva, responde con otra pregunta. "¿Usted hundiría su dinero en un país donde el juego volátil entre los subsidios de los servicios públicos, los impuestos a la exportación y la protección a la importación le puede cambiar los costos 40% en un solo año?", inquiere. "Yo lo dudo", remata.

En el país, 88% de las empresas son pymes, con difícil acceso al crédito y poca capacidad de inversión, que se acomodaron como pudieron a la coyuntura local, con matices en cada sector. Sólo 12% restante de las firmas tiene envergadura como para hacer grandes desembolsos. Estas, salvo excepciones, sólo gastaron para levantar cuellos de botella que les frenaban el proceso de producción.

Con un ojo en el exterior

Un hombre que dialoga a menudo con dueños de compañías, preguntó en un almuerzo a un encumbrado directivo si pensaba invertir más aquí. "Sí, pero siempre en ampliaciones dentro de la misma planta", fue la respuesta. "¿Y si sigue creciendo la demanda?", lo espoleó la fuente. "¡Ah! Ahí ponemos una nueva planta en Brasil", contestó el empresario.

Aun así, Sica cree que no todo es tan negro y que algunos empresarios ya aprobaron decisiones de inversión, cuyos frutos, en el mejor de los casos, tardarán un año en madurar. "Saben que la cancha no es la mejor, pero van a jugar igual", resume. Los escépticos insisten en que solo se tratará de gastos que acompañarán la coyuntura y que, mientras no haya señales de precios ni reglas claras, los inversores no soltarán un solo peso en nuevos proyectos.

Hay ejemplos, claro, de empresas que apostaron aquí, como la fabricante de lavarropas Alladio, que provee al retail con Drean, Patriot y marcas blancas. Su director, Agustín Roberi, detalla que en 2007 invirtieron US$ 10 millones para convertirse en el único productor de lavarropas de sistema europeo carga superior, el Drean Gold. "Entre 2008 y 2009 gastamos US$ 15 millones para renovar una vez más nuestra plataforma y fabricar nuevos modelos, política que continuará este año", señala.

Pero la economía local necesita más. Ya no le basta con una tasa de crecimiento de inversión de 12% como la de 2010, que lo único que hizo fue recuperar el 10% que se había caído en 2009. "Quiere decir que estamos en los mismos niveles de inversión de 2008", señala Ferrer. Y estima que, para sumar los tres puntos que faltan para llegar al 25% del PBI, se debe aspirar a una tasa de crecimiento del 18%. Hay que remontarse a 2006, para ver ese ritmo. En 2008, cuando esa tasa fue de 9%, el PBI creció 3,5% solamente.

Pero hay una variable que corroe la esperanza de alcanzar ese ritmo superior: la limitante que representa para un inversor un país al borde del colapso energético. Una muestra de ello se dio en las últimas semanas de 2010, cuando se llegó a usar la capacidad máxima de 20.200 megavatios (MW) y se produjeron cortes de electricidad. También generó caos la escasez de combustibles líquidos.

Andreani, que integra junto con sus tres hermanos el Grupo Andreani (que además de Yancanello tiene explotación hotelera), anda con ganas de sumar otra rama industrial a su negocio, pero su experiencia reciente con un proveedor lo hace mirar hacia otro país como destino de su capital. "Yo no puedo crecer más en aceite y aceitunas porque mi proveedor de envases está al límite de su producción. Y él no puede poner un nuevo horno de fundición porque no hay energía para abastecerlo", cuenta.

Además, quien instale una nueva planta, que consuma más energía, ingresa en los contratos de Energía Plus, con lo que deja de obtener un producto subsidiado a US$ 28 el MW y paga US$ 65 el MW. Pero aún así, la escasez endémica impide garantizar ese suministro. La pauta la da el hecho de que las empresas que entran en la Argentina lo hacen mediante la compra de otra que ya estaba en funcionamiento. Los brasileños, por caso, ingresaron de lleno en el sector de la carne local, pero no construyeron una sola planta acá. Adquirieron las ya instaladas.

Sin energía no hay inversión, y sin inversión no hay crecimiento. Como el perro que se muerde la cola, el problema da vueltas sobre sí mismo. Hace dos meses, Rolando Meninato, CEO de Dow Argentina, dijo a este diario que su firma podría invertir US$ 400 millones, si no tuviera los faltantes de gas que afectan su producción de polietileno. Dow tiene una planta en el polo petroquímico de Bahía Blanca, reactivado en los 90, cuando se hicieron las últimas inversiones grandes en el sector.

El consumo de energía es buen indicador del crecimiento de un país. Y aquí, lo que se ve es que ese consumo creció, pero principalmente en áreas residenciales (no productivas); no en las industriales. Un gráfico elaborado por Emilio Apud, ex secretario de Energía, muestra que el consumo residencial y el industrial en 2003 estaba separado por 9000 GW, mientras en 2010 ambos casi se igualan.

Otra cara al desnudo

El déficit energético desnuda otra cara de la inversión que se hizo en los últimos años y que se refiere al destino de los fondos. "¿Cómo puede ser que con una inversión mayor que la que había en los 90, haya crisis energética?", cuestiona Sportorno. "Muy simple, se hicieron inversiones no reproductivas, en lugar de apostar a la energía que nutre toda la industria",dice. El economista demuestra en un estudio que, mientras la inversión bruta creció 21% entre 1998 y 2010, los desembolsos reproductivos cayeron 19 por ciento.

¿Dónde fue el dinero entonces? La falta de estadísticas sobre inversiones sector por sector obliga a manejarse sólo con los anuncios efectuados por cada empresa. Según Ferrer, 50% de la inversión interna fija ha ido a la construcción, cuyo efecto reactivador tiene fecha de vencimiento. Mucho de este aporte, además, lo hizo el Estado en obra pública destinada a viviendas sociales, una inversión necesaria, pero menos productiva que la que se inyecta para fabricar máquinas y equipos.

El hecho de que la mitad de la inversión vaya a "ladrillos" no habla bien del perfil inversor que estimula el país. "Brasil, en cambio, sigue una lógica de gran desarrollo industrial. Invierte en energía y tecnología (submarinos nucleares, aviones, todo lo que nosotros abandonamos). Apuesta por industria con más valor agregado", subraya Dentice.

Las automotrices, en tanto, tienen récords de producción y venta, pero no hay una explosión de nuevas fábricas. "Acá no hay una plataforma global, como en Brasil. Eso es lo que cambiaría la ecuación", objeta un hombre que asesora al sector. "Esta industria continúa importando muchos bienes intermedios", acota.

En tanto, el agro sigue invirtiendo en tecnología y anima a industrias transformadoras que crecen a su abrigo. Mientras, la minería metalífera, feliz con la ley de estabilidad tributaria, se hace un festín. Minera La Alumbrera, por caso, no paga impuesto al cheque ni retenciones a la exportación. Sólo Ganancias.

Rasgos de una economía que exhibe una inquietante primarización y que hoy se encuentra ante el desafío de tener que invertir más y mejor.