Terminada la zafra azucarera 2010, el balance deja un sabor amargo a los productores cañeros, aunque dibuja una sonrisa en los industriales, y en especial en aquellos que están en la línea de largada para la producción de bioetanol. Hacia el futuro, éste es “el negocio” en el sector, con una proyección de unos de US$200 millones en ingresos para 2011.
La última cosecha de caña de azúcar fue mejor que la de 2009, pero hubo una caída de un 20% respecto de las proyecciones previas para 2010. Las buenas noticias, sin embargo, se originaron en la suba de los precios internacionales (21% el último año), que delinearon un panorama alentador para los exportadores (el saldo exportable ronda las 600.000 toneladas) y mucho más para los ingenios, que ven en la producción de bioetanol una oportunidad única.
Las esperanzas ahora están puestas en lo que pueda suceder el año próximo. “Para 2011 se espera una suba de la producción. Sólo en Tucumán habrá unas 30.000 hectáreas más de siembra de caña, un 10% más que este año, y en Salta y Jujuy también”, destaca Fernando Nebbia, presidente del Centro Azucarero Argentino.
En función de los rindes esperados –75 toneladas por hectárea–, el empresario considera que la cosecha “va llegar a unos 2,5 millones de toneladas de azúcar, si no hay ninguna contingencia climática”. Esto es un incremento del 30% sobre la producción de 2010.
Por eso, quizás, Nebbia considera que “no hay problemas de abastecimiento interno de azúcar, porque la Argentina es superavitaria en más de un 30%, lo que actúa como colchón”.
Carolina Schuff, economista de Abeceb.com, atribuye los mejores precios internacionales a “las previsiones de las campañas azucareras en Brasil, el principal productor mundial, y a un aumento del consumo, lo que dio como resultado que los stocks finales se fueran reduciendo en los últimos años”, y agrega que “el bioetanol, a nivel mundial, está presionando sobre la demanda, lo que también impacta en los precios”.
En la Argentina el negocio del bioetanol surgió con la sanción de la ley 26.093 de Biocombustibles, que establece, por ejemplo, el corte obligatorio de las naftas con un 5% de etanol a partir de este año –por ahora sólo se llega a un 2,5% de corte–, para lo que ya hay en marcha millonarias inversiones.
El interés de las empresas en producir bioetanol se basa en un precio fijo que asigna la Secretaría de Energía ($2,95/litro) y que garantiza cubrir los costos una cierta rentabilidad. Es el triple del que se paga en Brasil, que ya tiene una industria madura de biocombustibles e incentivos impositivos y subsidios a la producción de caña vía el programa Proalcohol.
Schuff apunta que las oportunidades que se abren “son muy interesantes para los ingenios porque tienen asegurado un mercado interno para el consumo de azúcar, y, en el caso del bioetanol, hay un sistema de cupos –las empresas deben presentar proyectos a la Sec. de Energía– y tiene también un buen precio garantizado”.
Por su parte, Tristán Briano, gerente de Nuevos Proyectos de Tabacal y presidente de la Cámara de Alcoholes, resalta las virtudes del sistema. “Es un negocio en que las empresas que están registradas ante la Secretaría de Energía tienen un horizonte de 10 años, con un precio del alcohol que se construye a partir del precio de la nafta. No es como el biodiésel, que hay un precio internacional del aceite que puede variar los costos”.
Los cálculos más conservadores hablan de unos US$300 millones invertidos hasta ahora, la mayor parte en el proceso de deshidratación