Como nutria en la laguna, la trampa actúa sobre el productor. No puede vender al precio lleno (FAS teórico), es decir al precio que establece el mercado internacional menos las retenciones. No lo puede hacer por la intervención oficial.

Y así, en lugar de u$s 200 por tonelada, debe aceptar tan sólo un valor aproximado a 170.

Este precio conlleva un descuento sin mesura, porque los ROE se entregan en cuotas.

Seamos más precisos.

Si al valor FOB de exportación de u$s 310, restamos las retenciones del 23% y tomamos el dólar a 3,94 y le quitamos los gatos de “fobbing”, el precio de mercado -para una mercadería de calidad aceptable- debería rondar en $900.

Sin embargo, el valor al que puede acceder es de tan sólo $680.

La quita es de $220 ó lo que es lo mismo de u$s 55.

Recordemos que, además, el FAS teórico informado por el MAGyP gira en torno a  $865. Se trata de un valor más bajo que el calculado.

La raíz del problema, o de la trampa,  se halla en el perverso sistema de autorizaciones de exportación.

Los ROE entregados hasta la fecha son por cuatro millones de toneladas. Dado que el volumen a cosechar se aproxima a 13,5 millones de toneladas (con probabilidad de que sea aún mayor a éste número), lógico es estimar el volumen para exportación en 8 millones de toneladas. O quizás, en 9 millones.

De acuerdo al informe semanal oficial al 23 de diciembre, el avance de la recolección llega al 62% de la superficie implantada. Quiere decir que la estimación de producción tiene un alto grado de certeza.

Si no se llega a 13,5, el volumen alcanzará, al menos, a 13 millones.

Entonces: ¿por qué no se puede exportar 4 millones más? Esta pregunta no tiene respuesta en el área oficial. Y el corolario de ello es que los precios que cobra el productor de trigo quedan castigados.

Respecto a la cosecha, habrá un gran volumen pero, como contrapartida, la calidad no será la ideal.

Tan pronto sea posible, lo atinado sería que el productor que tiene mercadería de baja calidad (únicamente para exportación), proceda a su venta.

Aunque los precios que obtenga no sean los más deseados.

En cambio, aquél que posee trigo de elevada calidad tiene mayor chance de alcanzar precios altos en los meses venideros.

Mientras tanto, la trampa no sólo retiene los pies del productor. Es lamentable pero es así, el consumidor debe pagar un kilo de pan entre 6 u 8 pesos, en tanto que el kilogramo de trigo vale 0.65.

Así están las cosas. A la hora de vender, el trigo no encuentra compradores.

Si no se lleva a cabo un adecuado lobbing, la intervención habrá de poner a la producción en un cuadro difícil, sobre todo ahora que se sabe que la cosecha gruesa tendrá una baja sustancial, con la consecuente disminución de ingresos a la cadena agraria y al país todo.

Si no hay presión, basada en la verdad, el esquema continuará. Tan importante como producir, resulta presionar, para que enero tenga un mercado libre ó, al menos, con cupos casi liberados.

La sociedad debe tomar conciencia al respecto.

No se puede dejar de aprovechar la coyuntura internacional que favorece al trigo. Por el bien de todos. De todos los argentinos.