No habrá demasiado tiempo para la reflexión o el balance de año en estos días agitados. Mucho menos habrá en lo que resta del año un tiempo para la proyección a un futuro. Nada de eso. La Argentina está condenada a lo efímero y descarnado. Parecería ser que el destino de estos últimos días de 2010 es estar atados a la única temática de agenda que es la violencia en sus más variadas formas y niveles.
La dirigencia política quedó enfrascada en el Bicentenario por peleas de bandos, riñas de pobres contra pobres y violencia física y verbal. No hay agenda visible en el Gobierno o en la oposición para los próximos días que no esté sujeta a hechos de violencia. Si no es la discusión por los detenidos por los cortes de Avellaneda y los desmanes en Constitución, la agenda pasará por el destino de los predios tomados o el malestar creciente en las calles por la falta de energía eléctrica.
Aun se desconoce a fondo el plan del Gobierno para enfrentar la inseguridad. La ministra de Seguridad Nilda Garré dio algunas pistas sobre una política garantista, mencionó la idea de policías desarmados en las manifestaciones y de civiles para ocupar la cúpula policial. Pero no se conocen demasiados detalles de cómo se encarará la violencia en las calles por parte del Gobierno. De hecho, en los desmanes de Constitución del jueves pasado quedó desdibujada la política oficial para hacer frente a la violencia. El caos se antepone a la política sin freno en un peligroso espiral.
La presidenta Cristina Kirchner encabezará hoy un acto de entrega de insignias a los jefes superiores de las fuerzas de seguridad. Estará a las 11 en la Casa Rosada con Garré para homenajear a los jefes superiores de la Policía Federal, Gendarmería Nacional y Prefectura Naval. ¿Se emitirá allí alguna versión acabada del plan oficial para el Ministerio de Seguridad?
¿O habrá que contentarse otra vez con el latigillo oficial de los últimos días que reitera la teoría del complot como única explicación ante tantos hechos de violencia?
Ayer, el jefe de la CGT, Hugo Moyano se entusiasmó con esa teoría y pidió investigar si detrás de los hechos de Constitución no hubo grupos organizados.
Hasta la oposición quedó desdibujada ante semejante realidad. Duhalde no hace más que repetir que no tiene nada que ver con cualquier hecho que se le acuse, Julio Cobos exigió "poner orden" frente a situaciones como la ocupación de predios y el jefe de Gabinete de Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta se quejó de que la ministra Garré no le contesta los llamados para solucionar la toma de terrenos. Todos se quejan o se acusan. Pero nadie explica cómo salir de esta tormenta de violencia en la que se sumergió la Argentina en los últimos días.
Ayer los vecinos de Ciudadela salieron a cortar las calles y protestaron por la falta de luz. Hubo, a la vez, cortes en el Camino del Buen Ayre por le mismo tema y el malestar ciudadano crece en estos días de calor agobiante ante la falta de energía eléctrica.
Parecería ser que Gobierno y oposición están desbordados por igual. No se dan soluciones a problemas de fondo: llámese déficit habitacional, pobreza, marginalidad, cortes de luz o deterioro de los ferrocarriles. Cualquiera de estas causales disparan violencia en las calles y es natural que no haya respuesta oficial u opositora porque no hay soluciones de fondo. Es que la Argentina siempre vive de la coyuntura. No hay espacio para el balance y la proyección a futuro. El año culmina sin políticas a largo plazo y 2011 será un año de política electoral, muy lejos de la reflexión y de los acuerdos tan necesarios en momentos de ebullición.