El Club de París le comunicó al Gobierno que sólo se podría evitar una auditoría del Fondo Monetario Internacional para viabilizar un acuerdo si la Argentina cancela al contado la deuda por siete mil millones de dólares.

Ramón Fernández, el titular del organismo y director del Tesoro de Francia, también pidió una garantía: antes de hablar y comenzar a negociar exige una propuesta de pago por escrito del Ministerio de Economía .

La demanda de las naciones acreedoras obedece a una cuestión concreta: no creen en la palabra de Amado Boudou y desconfían de las versiones mediáticas que lanzó desde Seúl sobre inminentes acuerdos.

Hasta ahora las poderosas naciones acreedoras recibieron múltiples promesas de pago y al final la Argentina nunca concretó una oferta . Boudou amaga con una solución desde el momento que asumió y jamás cumplió su promesa. Este fin de semana el Palacio de Hacienda lanzó la exagerada versión de un virtual acuerdo y ayer Boudou tuvo que desmentir que se avanzara en una negociación durante el encuentro del Grupo de los 20, lo cual reflejó otra vez la impericia profesional del equipo económico.

Como única concesión, los miembros del Club de París estarían dispuestos a otorgar algunas facilidades de pago: entre cinco y seis cuotas iguales y semestrales en efectivo, lo que equivale a la friolera de unos 1.000 millones de dólares cada seis meses . Sólo así los principales acreedores estarían dispuestos a que Argentina cumpla su deseo político: no hacer un programa con el FMI, como garantía de pago de la Argentina. Pero la decisión no es una concesión política: simplemente no tendría sentido, porque Argentina cancela al contado la obligación en default y no haría falta el monitoreo del FMI sobre el plan financiero a largo plazo que viabilizaría esas cancelaciones.

Boudou intenta reflotar la negociación por una obsesión: retomar protagonismo y dejar atrás una seguidilla de traspiés políticos que devaluaron al ministro.

Quiere aprovechar también el espacio político que dejó la muerte de Néstor Kirchner . El ex presidente se negó sistemáticamente a gastar divisas para pagarle al contado al Club de París, como ahora propicia Boudou.

Kirchner se opuso siempre al pago al contado a ese Club, porque nunca le vio una utilidad política inmediata. Prefería utilizar ese dinero para financiar gastos domésticos.

Ahora los planes de Boudou tienen otro costado crítico: el costo político –en un año electoral– que implica utilizar reservas para pagar al Club de París y negarles fondos a los jubilados .

La incertidumbre política que genera la muerte del ex presidente fue el núcleo de las preguntas que hicieron inversores extranjeros en Buenos Aires.

Tres bancos de inversión armaron “tours” de negocios a la Argentina : el poderoso J.P. Morgan, el británico Barclays y ahora se espera una misión liderada por Goldman Sachs. Los inversores mantuvieron reuniones con el equipo económico y varios referentes del sistema financiero. Se van con estas conclusiones: Cristina Kirchner va por la reelección y tiene chances de pelear un segundo mandato .

La Argentina es atractiva para invertir en forma financiera, por la “bicicleta” que genera el dólar planchado.

Pero hay fuertes interrogantes para hacer inversiones productivas.

Argentina tiene desajustes macroeconómicos, que generan inflación .

También los hombres de negocios investigaron la nueva estructura de poder y toma de decisiones. De esto se habló en el plenario de AEA. Antes de viajar al exterior, la Presidenta habló con Julio De Vido, a quien le delegó la instrumentación financiera de los acuerdos con gobernadores, intendentes y sindicalistas.

El tema se evaluará también en el encuentro del Grupo de las seis entidades del establishment. Se hará la semana próxima, en plena Conferencia Industrial. Jorge Brito, Enrique Wagner, Hugo Biolcatti y Carlos de la Vega esperan ansiosos el regreso desde Corea de la cúpula fabril.

Clarín confirmó que Héctor Méndez e Ignacio de Mendiguren están conversando en Seúl con la delegación argentina sobre la viabilidad de hacer un acuerdo para atacar las expectativas inflacionarias.

Ambos hablaron en Buenos Aires con Julio De Vido y en Corea con Boudou. Pero esperan tener un encuentro a solas con la propia Presidenta para hablar del tema. Se trata de desempolvar un acuerdo de cinco puntos a firmar con el Gobierno y la CGT, en el cual se establecerían pautas descendentes de ajuste de precios y salarios.

Esas pautas tendrían un reajuste automático, si la inflación supera las proyecciones, igual que en el Pacto de la Moncloa. La “tregua” incluiría compromisos de inversión y tendría –en definitiva– un aval político a la Presidenta en su último año de gestión y período electoral. La UIA sostiene que el acuerdo debe apuntar a frenar las expectativas inflacionarias y para eso los próximos reclamos salariales tendrían que moderarse.

En la actualidad –otra vez– la Argentina alcanzó un triste récord: aún tomando los datos distorsionados del INDEC, es el país de mayor inflación del G-20 y ocupa el segundo lugar en el ranking mundial con las proyecciones privadas. Los ministros tienen una gran desorientación para abordar el tema. Hablan de aumento de la oferta, pero tienen frenados los créditos fondeados en el BCRA que se iban a otorgar para fomentar la inversión. De un cupo de 8.000 millones, por falta de ejecutividad sólo adjudicaron 200 millones de pesos. Los datos son contundentes y reflejan el fracaso y agotamiento de la gestión antiinflacionaria de Guillermo Moreno.