Hasta que el sol cayó abruptamente sobre las torres de lujo que rodean el predio palermitano y el frío entró en combustión con la dominguitis del público, la exposición rural fue ayer un enjambre. La situación, para las 164.495 personas que se apretujaron aquí (récord diario que ya no se superará en esta edición), era ideal: último día de vacaciones de invierno + sol + la tradicional galería de animales, marcas y gastronomía de campo, con el plus de actividades en la pista central que garantizaban la atracción.
Abrigadísimos, los niños coparon una vez más este lugar que, amén de los negocios que se tejen en otras pistas, parece diseñado para su diversión. Algunos ansiosos por la vuelta al colegio, otros fastidiosos por la misma razón, los chicos aprovecharon para distraer sus últimas horas sin maestra. Durante la media tarde, la pista central ganó la atención del público con el desfile de carruajes, primero, y después con la exhibición de las escuadras Azul (caballos) y Fiel (perros) de la Policía Federal. Sus tribunas, que el sábado habían albergado a los dirigentes del campo y la oposición, lucían ahora un espíritu más ingenuo. “Mami, ¿esos eran los autos de hace mucho?”, quiso saber Magalí (5) mientras 12 carruajes restaurados exhibían el refinado estilo de vida del campo, cual 4x4 del siglo pasado. Cerca suyo estaba la familia Códega, papá Javier, mamá Natalia y Lautaro (8) con su inquieto hermano Felipe (6), quien no quiso saber nada con eso de volver al aula. “No extraño la escuela”, dijo con sequedad, para la sonrisa aterrorizada de su madre, mientras mordía un alfajor santafesino, candidato al Gran Premio de la Golosina, si lo hubiera. Su hermano mayor fue más diplomático: “Me gusta mirar caballos”.
A medida que caía el sol, los espacios al aire libre cedieron protagonismo ante los pabellones cerrados. Ahí andaban, asombrados con el mecanismo de una cosechadora, Santos (6), su amigo Segundo (6) y su papá Germán Gutiérrez. “Mirá, gané un juego”, le contó a este cronista Santos, y exhibió el “premio” que le dio la mayor azucarera del país: un modestísimo calco con el logo de la marca. “Yo me divertí muchísimo pero no gané”, aclaró Segundo, buen perdedor. Ambos, contentos de volver a la escuela, avisaron que hoy contarán a sus compañeros la visita a la Rural. “Las vacas marrones son las más lindas”, declaró Segundo, y fue apoyado en la idea por su amigo.
También hubo diversión improvisada cuando se escapó un canario raza Roller color “amarillo nevado”. Su dueño, Luis López Camelo quiso evitar que Olindo Del Bianco se trepara por las vigas para recuperarlo. “Prefiero perder un animal antes que una vida”, le dijo. Al final, el canario volvió solo, al rato, en busca de comida. Pero la sucesión de infortunios no terminó ahí. Minutos después, un pato también venció las restricciones de su jaula (hay quienes creen que fue víctima de un robo fallido). El ave, raza Tarro, ganador de un Primer Premio, fue capturado por uno de sus dueños con un tackle que envidiaría hasta el ex Puma Agustín Pichot. “Esto fue lo mejor que vimos, qué vacas ni caballos”, río Patricio, testigo del show inesperado que brindó la Rural en su último gran día.