Nueve de la mañana y el frío cala los huesos en Bahía Blanca. El candidato, puntual como es su obsesión, trepa de un salto a su avión privado y saluda a todos con una sonrisa, ya indeleble en su rostro de tanta campaña. Destapa una gaseosa light -infaltable en el frigobar del jet-, mientras la aeronave despega rumbo a Tandil. Otro día de frenética campaña proselitista de Francisco de Narváez (Unión Pro) acaba de comenzar.
"Sole, decime cómo viene la agenda", pregunta. Sole es Soledad, su hiperactiva asistente que hace malabares para atender dos y hasta tres celulares a la vez. Mientras, Gabriela Michetti, invitada especial en el periplo bonaerense, hojea los diarios del día; la candidata por la Capital a la Cámara de Diputados, con un buen humor a prueba de balas, es la imagen que el candidato cree indispensable para seducir al voto indeciso del interior provincial.
"Son ellos los que van a definir estas elecciones", sentencia. Y extrae una carpeta con la última encuesta que encargó y que sus colaboradores le acababan de arrimar al aeropuerto. "Estamos cinco puntos abajo [de Néstor Kirchner], pero mirá: el 60 por ciento desaprueba la gestión del Gobierno", le comenta a esta cronista, mientras repasa las páginas. "Le llevamos diez [puntos] a Margarita [Stolbizer, del Acuerdo Cívico y Social]. Pero todavía nos falta para polarizar", insiste.
Lograr la polarización de la campaña con el oficialismo; ésa es la obsesión del candidato. Por eso le preocupa tanto la postulación a diputado nacional de Luis Patti; no le cabe duda de que es fogoneada por el Gobierno para restarle puntos. Igual que el "Narváez trucho", como llama a Fernando Narváez, que amenazaba con estropearle la elección cuando presentó su candidatura por el ignoto Partido Acción Solidaria Independiente Bonaerense.
"Qué lastima que se bajó, si era tan buen candidato", ironiza, pícaro.
El jet aterriza en Tandil. Dos autos y una camioneta impecables aguardan a la comitiva, imagen que se repetirá en cada aeropuerto. El horario se cumplía a rajatabla: minutos después De Narváez y Michetti estaban recorriendo la ciudad.
La billetera
La candidata porteña era como un imán que atraía saludos de los transeúntes.
Avanzó con su silla de ruedas algunas cuadras hasta que divisó un local de
accesorios femeninos. "Me olvidé mis palitos para atarme el pelo", y escogió un
par. De Narváez extrae su billetera; era de lona, llamativa por lo infantil.
"¿Me los regalás? Te salí barata, sólo cuestan 6 pesos", bromea Michetti. De
Narváez estalla en una carcajada. Carcajada que explota su imitador en "Gran
Cuñado" y que ahora se popularizó en un ringtone para celular.
"Quereme, querete", lo saludan algunos peatones, y le piden autógrafos. De Narváez aprovecha y retruca, riendo: "¡Votame, votate!".
Acto partidario y partida rauda. otra vez en avión, hacia Mar del Plata. "Sole, llamámelo a Pulti", pide el candidato. Segundos después, la asistente lo pone en línea a Gustavo Pulti, intendente vecinalista, cercano al kirchnerismo. "Quería avisarte que estoy aquí; ¿cómo va tu campaña?", pregunta. Poco después corta tras un saludo cordial.
En el hotel de Luz y Fuerza los espera Claudia Rucci, cuarta candidata a diputada de Unión Pro. Con Michetti se funden en un abrazo; por primera vez coincidían en un acto. Claro que sus sesgos eran bien diferentes: Michetti con su perfil moderado, característico de Pro, invitaba a trabajar "para cumplir los sueños y los talentos de nuestros hijos". Rucci, con un discurso de fuerte tono peronista, arengaba: "¡Este es el verdadero espacio peronista y orgullosamente aquí pertenezco!".
De Narváez festeja, feliz. "No sé si voy a ganar en «Gran Cuñado», pero sí voy a ganar las elecciones", aventuró.