La violencia es, a veces, una construcción lenta de palabras y de gestos. La Argentina camina hacia ella. El campo estalló, como era previsible, tras la nueva embestida del Gobierno contra los productores agropecuarios, debidamente informados de que la administración los odia. El odio es siempre un prefacio de la violencia, como lo son las medidas inconsultas, las sorpresas que afectan a millones de argentinos o los discursos iracundos. Hay un perceptible e inquietante clima de odio de parte de los que gobiernan hacia el ruralismo y del ruralismo hacia los que gobiernan. Así, la paz social sólo existe como una ausencia.
Y la política es impracticable cuando prevalecen las pasiones. Si fuera cierto que el Gobierno aceptó entregar el 30 por ciento de las retenciones a la soja, nadie se explica por qué no les dio ese dinero a los productores agropecuarios. Una reducción de ese tamaño en el nivel de las retenciones habría serenado a los productores en el acto. Estos son, guste o no, los que siembran y cosechan en el campo. De paso, esa decisión hubiera dejado tranquilos a gobernadores, a intendentes y al propio sector rural, todos protagonistas de una excesiva crispación. No busquemos soluciones racionales. Hay muchos que están enfermos de odio , deslizó un confidente de la cima.
Los dirigentes agropecuarios convocaron a un paro rural cuando no tenían otra alternativa que convocar a un paro. El paro fue también un saco a medida para los propios líderes del campo, furiosos desde el anuncio de la coparticipación de las retenciones. Se asustaron, además, cuando entrevieron que el adelantamiento electoral será convertido en ley por el Senado en los próximos días. Gobierno y legisladores se dedicarán a partir de entonces a la campaña electoral y nosotros habremos desaparecido , presagió uno de los máximos dirigentes rurales.
Los gobernadores y los intendentes no vivirán en paz. Los Kirchner intentaron enlazarlos con la promesa de mayores recursos provenientes del sector rural. Recursos fiscales a cambio de simpatías electorales. La vieja fórmula de Kirchner. En su método no existen la seducción ni la sugerencia.
A su vez, los dirigentes del campo sacaron a los ruralistas a las rutas y al paro para hacerles imposible la existencia a los mismos gobernadores e intendentes. Los funcionarios de las regiones sojeras no alcanzaron a alegrarse de la novedad oficial cuando ya les llegó la noticia de la sublevación frente a sus narices. Ese es el forcejeo esencial que todos ellos libran en estas horas. La violencia no está lejos.
Kirchner aspira a derivar fondos de la soja a los intendentes del conurbano. La sola presunción de esa supuesta intención exaspera a los productores. Estamos muy mal y estaremos mucho peor sólo porque el Gobierno decidió alimentar el clientelismo electoral con nuestro esfuerzo , repiten en la cresta agropecuaria tanto como en los costados de las rutas.
El gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, es el segundo en el ranking de la bronca rural; el mandatario provincial sólo se manifestó, tibiamente, de acuerdo con la decisión de coparticipar las retenciones. Córdoba sentirá nuestro fastidio , advirtió un dirigente rural. La frontera entre amigos y enemigos es cada vez más inflexible en medio del combate.
Un político argentino, ex funcionario kirchnerista, que pasó por Washington y escuchó pronósticos de catástrofe sobre la crisis internacional, no podía el viernes descifrar las claves de la discordia vernácula. Un día nos levantaremos en la Argentina y descubriremos que estamos colgados sólo de una palmera. Entonces lamentaremos el tiempo que hemos perdido , suspiró. Una alta funcionaria del Departamento del Tesoro de Washington lo había recibido, desolada, con estas palabras: Váyase de Washington si está buscando buenas noticias. Aquí nadie sabe hasta dónde llegará la crisis ni cuánto tiempo durará. Todos los pronósticos son inciertos e infundados. Esa es la verdad . El político argentino que la escuchaba era Alberto Fernández.
Kirchner se entretiene aquí, en efecto, destinándole más recursos a Hugo Curto, el mandamás de Tres de Febrero, o intentando una erosión de la base electoral de Carlos Reutemann, en Santa Fe. El jueves, antes de que Cristina Kirchner hablara al país, el ex presidente se reunió con intendentes de Santa Fe para prometerles dinero a raudales. Ramalazos de odio contra Reutemann lo cruzan en los últimos días. El senador rechazó la última presión de Kirchner para acordar una lista común en las elecciones santafecinas y, encima, prometió su voto en contra del adelantamiento de las elecciones. Pero ¿podrá Kirchner cambiar la dirección de las cosas sólo con esos acuerdos estructurales que duran apenas unas pocas horas? Difícil. Un problema grave aparece cuando los gobernantes son incapaces de percibir la loca dinámica de la crisis.
¿Kirchner equivoca el blanco cuando dispara sobre Reutemann? No. La figura del ex gobernador de Santa Fe es, hoy por hoy, la más atractiva para muchos sectores peronistas. Gobernadores que están ahora cerca del kirchnerismo (¿qué gobernador peronista no lo está?) convinieron el jueves último en la Capital, comiendo distendidamente luego del acto en Olivos, que Reutemann podría salvarle la vida al peronismo en las próximas presidenciales. Todos eran gobernadores de pequeñas provincias del Norte, donde Kirchner asegura contar con una buena base electoral.
Una eventual fórmula conjunta de la oposición al kirchnerismo, incluida la peronista, necesita de la aquiescencia previa de dos líderes que no se quieren: Elisa Carrió y Mauricio Macri, en ese orden. El proyecto necesita también que Eduardo Duhalde se haga a un lado. El ex presidente dijo alguna vez que él pertenece a una generación de políticos acabada (lo dijo, en rigor, en términos casi imposibles de reproducir), pero su protagonismo actual le está sacando fuerzas a cualquier posibilidad cierta de acercamiento entre los exponentes opositores. Ni Macri ni Felipe Solá ni Carrió tolerarían a Duhalde como arquitecto de una representación opositora.
El vicepresidente Julio Cobos y Macri coinciden, a la distancia y sin hablar entre ellos, en una misma reflexión: la oposición podría sacar más diputados nacionales si tuviera dos propuestas en junio, el neoperonismo (Macri, Solá y De Narváez) y el panradicalismo (Carrió, Cobos, el radicalismo y el socialismo). Esa es una mirada. La otra mirada es más práctica y simple: Hay que derrotar a Kirchner, y para eso debemos estar todos juntos , señalan algunos radicales y ciertos peronistas que se fueron con Solá. Son las dos estrategias opositoras que conviven por ahora. Ninguna está decididamente fulminada.
El nudo del problema consiste en que Macri no le perdona a Carrió su reciente alusión a una supuesta alianza (ciertamente inexacta) del jefe del gobierno porteño con Kirchner y Duhalde. Menos le perdona que la líder de la Coalición Cívica haya intentado cooptarle públicamente la lealtad de Gabriela Michetti, la propuesta electoral más taquillera de Macri. Carrió ha dicho que nunca se sacará una foto al lado de Macri, y Macri ha respondido que no será él quien salvará a Carrió de la derrota. ¿Por qué tenemos que protegerla? , suele preguntar.
Felipe Solá habla más de lo que se sabe con Margarita Stolbizer: Podemos acordar o desacordar entre nosotros, pero no nos prestemos a la estrategia de Duhalde , le repite. Sin embargo, la provincia de Buenos Aires no podrá destrabarse si no lo hace la Capital. Macri y Carrió tienen liderazgos decisivos en ambos distritos. Por eso, sólo hay razones para los escépticos.
En el otro lado, el piquetero Emilio Pérsico se convirtió en el inconsciente del Gobierno: los Kirchner se irían del gobierno si fueran derrotados en junio, dijo. Ya el propio Kirchner había insinuado ese pensamiento cuando hace poco dijo que en las próximas elecciones se decidirá entre la gobernabilidad o una marcha atrás. El atrás de él se refiere a una Argentina sin los Kirchner. Kirchner detesta la profecía de un gobierno sin el poder absoluto, pero la democracia es siempre el gobierno de un poder compartido. ¿Lo comprenderá cuando le llegue la hora?