Para Cristina Kirchner se abren dos caminos, continuar la estrategia de conflicto y confrontación de su marido o aprovechar la crisis para hacer un replanteo hacia una actitud de diálogo y consenso. En el primer caso, el vicepresidente Cobos es un traidor y debería renunciar, como dicen voceros del oficialismo. En el segundo, puede ser un aliado y hasta un instrumento. Hasta ahora, las señales son ambiguas. Es cierto que la limitación de la resolución 125 es una actitud realista, pero no ha sido derogada y los fundamentos del decreto siguen siendo muy agresivos hacia el campo. El discurso de la Presidenta en el Chaco del jueves 17 siguió hablando de traición. Si bien se reemplaza al secretario de Agricultura, la no invitación a las entidades del campo a su asunción, muestra que el estilo de confrontación no está cambiando. La posibilidad de renuncia de Cristina fue analizada por el matrimonio para recomponer el poder, provocando una movilización en apoyo de ella. Con realismo en este caso, se advirtió que no había clima para otra movilización ese día y que por el contrario podía precipitarse un cacerolazo que agravara a situación. La cuestión es que el propio oficialismo, a sólo siete meses de gobierno, instala la posibilidad de la renuncia de la Presidenta, lo cual es peligroso. El conflicto con el campo no se ha cerrado y la disidencia dentro del peronismo puede ampliarse. La encrucijada central de Cristina Kirchner es si ella está dispuesta a distanciarse del estilo de su esposo y antecesor. Concretamente, tiene que optar entre seguir subordinando su figura política a la estrategia de Néstor Kirchner, que la ha desgastado fuertemente, o por el contrario estar dispuesta a independizarse. Pero el problema central para ello es que los Kirchner no sólo son socios políticos en el ejercicio del poder, sino también una pareja en la faz humana y esta simbiosis no hace fácil para la Presidenta resolver su encrucijada.

*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.