La extraña derrota del gobierno en el conflicto agropecuario puede tener múltiples explicaciones, pero seguramente habrá que anotar al principio de la lista la acumulación de errores políticos del ex presidente Néstor Kirchner, nacidos de una mala lectura de la realidad, una errática proyección al presente de experiencias del pasado, un programa económico difuso, una práctica política atenazada por la soberbia y, sobre todo, de una curiosa visión de sí mismo y su lugar en la historia.

Durante cinco años, la administración Kirchner pudo negociar con poderosos actores económicos sin sentirlo como una defección. Pero se le ocurrió poner de rodillas a los empresarios agropecuarios que reclamaron como un exceso la tercera suba de la alícuota de retenciones en una sola campaña, y terminó pagando como una grave derrota lo que en términos formales no es ni más ni menos que una votación adversa, tan ajustada que requirió un desempate, en una cámara legislativa.

Está claro que el impacto de esa votación es mucho más significativo pero también conviene ponerlo en perspectiva. Por lo pronto, el tablero político y económico se abrió de tal manera que es difícil asignarle un relato de antemano. Ni desde el gobierno, ni desde la oposición. Para el oficialismo, la extraña derrota puede no ser un final sino un recomienzo. Tiene argumentos y resto para evitar que lo que queda de gestión sea un agónico tránsito hasta 2011. Por supuesto, tiene que cambiar, no sólo el gabinete, sino la forma de pensar el actual proceso histórico.

Por otro lado, la heterogénea entente que festejó la derogación de la resolución 125 no constituye de por sí un cuerpo político monolítico. No sería extraño que, tarde o temprano, sus contradicciones comiencen a emerger. La embriaguez del triunfo legislativo puede impulsar a algunos a ir por más. Se verá entonces si el amplio apoyo recogido en otros sectores convalida en el tiempo la consigna de pagar el lomo a 80 pesos.

La votación del Senado no es un punto de llegada sino de partida. La discusión volvió a abrirse y no sólo para la burguesía agropecuaria sino también para otros sectores que probablemente tengan contradicciones con este sujeto que hoy salió victorioso de la puja de cuatro meses.

Se viene un próximo test. Las principales provincias del país están avanzando en reformas impositivas para revisar el festival de exenciones de los 90. Los empresarios alcanzados podrían reaccionar en base al recuerdo fácil de la rebelión fiscal que terminó con la 125. Ya no podrán objetar una eventual detracción de fondos del interior para llenar una oscura caja nacional. Los tributos provinciales van al territorio y, básicamente, a financiar servicios tan elementales como la escuela pública, a la cual probablemente hayan asistido en su momento algunos de esos mismos contribuyentes.