A esta altura de las circunstancias gran parte de los argentinos conocemos la importancia de los cultivos agrícolas para nuestra economía: soja, maíz, girasol y trigo aportan gran parte de los recursos del fisco.

El hombre común supone que la producción proviene de innumerables agricultores diseminados por nuestra geografía; sin embargo esto no es así en varias zonas, sobre todo en la pradera pampeana, porque gran parte de la producción la originan los llamados "pools de siembras".

A principios de los 90 el campo empezó a sufrir una gran transformación estructural, además de la tecnológica. Las empresas agropecuarias empezaron a observar, entre otros factores económicos, un aumento de sus gastos fijos que absorbían las ganancias obtenidas por las actividades agrícolas y ganaderas.

Entre las 100.000 empresas que desaparecieron del sector entre los censos de 1988 y el del 2002, como las que todavía subsisten, pero endeudadas con el sector financiero, seguramente hay muchas que no percibieron ese fenómeno a tiempo.

Con diferente actitud y posibilidades, otros empresarios vieron la viabilidad, o la necesidad, de diluir esos gastos fijos creciendo, buscando economía de escala. De esa forma se empezó a "sembrar afuera" del propio campo.

Desde siempre muchos chacareros arrendaron a algún vecino menos proclive al riesgo unos lotes para sembrar, pero en este caso la fórmula fue distinta, siendo un fenómeno muy particular y que hoy tiene plena vigencia.

En efecto, estos pools de siembras alquilan extensas superficies de campos en diferentes regiones para diluir riesgos climáticos.

Un factor común en estos entes productivos es el asesoramiento de ingenieros agrónomos o estudios que manejan la faz productiva y comercial, y en algunos casos con asistencia financiera de entidades que apoyan u organizan estos proyectos..

En la mayoría de los casos se cuenta con asesoramiento contable y legal para captar fondos de terceros que no pertenecen al sector agropecuario.

En cuanto a la organización de estos pools, además de los mencionados productores de avanzada y bancos, deberíamos mencionar a grandes contratistas rurales y estudios de agronomía.

La generalización del uso de herramientas como las de mercados a término y las compras de insumos, la contratación de maquinarias y camiones en paquetes importantes para conseguir mejores precios, el uso de seguros multiriesgo, forman parte de esta modalidad.

Quince años atrás los dueños de las tierras alquiladas las entregaban por necesidad: productores que no tenían suficiente capital de trabajo para explotarlas por su propia cuenta.

Actualmente, no es la necesidad económica lo que motiva a muchos productores a alquilar sus campos, sino el menor riesgo, el cobro adelantado y los buenos precios ofrecidos. Esta carrera de precios y cobros anticipados hacen olvidar a muchos productores de redactar en sus contratos de alquiler cláusulas de buenas prácticas agrícolas para el cuidado del suelo.

Tal es la magnitud de este fenómeno, que el aumento de los alquileres y de los valores inmobiliarios de los campos, se atribuye tanto a la suba de los mercados internacionales agrícolas, como a la competencia entre estas organizaciones.

Habría que mencionar otra dimensión de esta realidad: gran parte del éxito del negocio de los pools de siembras es su economía de escala: consolidan sus compras en otras localidades, y utilizan contratistas, servicios y fletes que no son de los pueblos donde están instalados los campos, cosa que anteriormente el productor hacía. Esta modalidad concentra en grandes ciudades el movimiento económico, lo cual no es bueno para el desarrollo del interior de las provincias.

Este fenómeno es más notable y perjudicial cuando se reemplaza tierras de tambo, que utilizan mucho personal e insumos de la localidad cercana, por la soja u otros cultivos que requiere menos mano de obra.

Al sembrar en campos de terceros el número importante no es el margen por hectárea, sino la rentabilidad del capital invertido, y por esa razón el cultivo que predominaba en este tipo de siembras en la década del 90 era el girasol. Actualmente es la soja el cultivo elegido por su bajo costo de implantación y buen precio a cosecha.

El crecimiento de los pools de siembra, que en muchas localidades concentra más del 50% de la producción, nos deberían hacer reflexionar sobre el futuro de nuestra agricultura y el desarrollo del interior de las provincias. Debería tenerse en cuenta para armar la estrategia de cualquier política agropecuaria.

Gerardo Gallo Candolo