Su vocación y legado fueron un reflejo de compromiso con la paz, el diálogo interreligioso y el respeto por todas las creencias. En su rol como líder espiritual de la Iglesia Católica, promovió la unidad y el entendimiento entre pueblos y religiones, inspirando a todos a acercarse al prójimo con amor y solidaridad.

Con su famoso llamado a “hacer lío”, alentó a salir de la zona de confort y ser agentes de cambio en la sociedad. "El Papa del fin del mundo", como se lo conoció cariñosamente, será siempre recordado como un símbolo de esperanza y orgullo para los argentinos y el mundo entero.