El futuro ya es presente, ya está aquí y viene de la mano de las posibilidades que otorgan, muy especialmente, las Nuevas Técnicas Genómicas (NGT’s) y los avances de la biotecnología en general.
Así se puso de manifiesto ayer en el transcurso de una jornada que reunió a más de 300 investigadores, empresarios y profesionales del sector agroalimentario en la Ciudad Politécnica de la Innovación de Valencia (de la UPV).
El encuentro organizado por la plataforma dedicada a la promoción en el agro de estas tecnologías, BIOVEGEN, por el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (IBMCP-CSIC) –uno de los centros de referencia en su desarrollo- y CAJAMAR –tan significada por su apoyo a la innovación agraria- permitió concretar más de 400 contactos bilaterales entre oferentes y demandantes de biotecnologías para el desarrollo de este tipo proyectos.
Además, sirvió para confirmar las grandes expectativas levantadas tras la aprobación, el 7 de febrero por parte del Parlamento Europeo, de la propuesta de la Comisión Europea (CE) para regular las referidas NGT’s “tras más de 20 años con el mismo restrictivo marco regulatorio”.
Así introdujo la cuestión Ana Judith Martín, la responsable del Ministerio de Agricultura que durante la presidencia española de la UE del segundo semestre de 2023 se encargó de liderar el expediente técnico para impulsar esta decisiva futura normativa europea. Como aclaró en el arranque de la jornada, hoy todas las plantas que se obtienen mediante NGT’s (entre la que destaca el CRISPR o edición genética) están sujetas a la misma regulación que cualquier Organismo Genéticamente Modificado (OGM), esto es, a una directiva de 2001.
Sin embargo y como también se remarcó en las sucesivas ponencias pronunciadas después, hay grandes diferencias entre las plantas editadas y los OGM. En comparación con un organismo original, no modificado, las producidas por las NGT pueden tener pequeños cambios en su código genético que también podrían ocurrir en la naturaleza o mediante la mejora convencional. La diferencia es que esas técnicas para ‘editar’ genes e inducir esos cambios son ahora más precisas, potentes, mejor dirigidas y permiten abaratar y recortar los procesos de mejora, de décadas a años. “Nos dejamos la piel para impulsar esta regulación y, más allá del pronunciamiento del Parlamento, creo que hemos avanzado también en la negociación con el Consejo Europeo”, señaló Martín.
Laura Zacarés, responsable de Transferencia de Tecnología del IBMCP-CSIC, había expuesto momentos antes las capacidades de este centro para focalizar el desarrollo de estas NGT’s pero también de otros campos emergentes como la biología sintética, computacional, la química biológica o en parcelas como la sensórica molecular en beneficio del sector agrario, de la industria alimentaria y de la salud (animal, vegetal y humana). Con un bagaje de 35 años, 220 empleados, 7.000 metros cuadrados de laboratorios propios y otros 4.200 de invernaderos y cámaras de cultivo, el “IBMCP quiere ser una de las fuerzas motrices para la innovación a la que nos aboca el Pacto Verde europeo –ahora en revisión-, la emergencia climática, la presión legislativa y las propias exigencias de los consumidores”, expuso Zacarés.
Y de la palabra se pasó, acto seguido, a los hechos. Sucesivos investigadores del IBMCP dieron cuenta ante los empresarios allí presentes de los avances ya consumados gracias al CRISPR y que en breve podrían cristalizar en nuevas iniciativas y proyectos para la producción de moléculas de alto valor para el sector de las energías renovables (biocombustibles); la obtención de fitonutrientes y bioestimulantes con propiedades antioxidantes; el control de la floración en cultivos para adaptarse a las exigencias climáticas o productivas o la generación de parentales androestériles (sin polen) para facilitar el proceso de hibridación de las plantas, reduciendo costes y tiempos; el desarrollo de vacunas basadas en RNA, altamente específicas, que pueden ser aplicadas a las plantas sin recurrir a la transgénesis para el control de enfermedades víricas en lugar de fitosanitarios…
Hubo también tiempo para confirmar y dar testimonio de cómo la biotecnología está aplicándose en el mundo de la empresa agroalimentaria en sucesivos casos de éxito: en Anecoop –la mayor cooperativa hortofrutícola del país, con 998 millones de euros de facturación y más de 22.000 agricultores asociados- para la selección de variedades más aptas en mandarinas tardías, kiwis o caquis; en Importaco -el gigante español de los frutos secos, con 2.300 empleados, 17 factorías y 815 millones de volumen de negocio- que ha obtenido resultados que mejoran los micronutrientes presentes en sus pistachos, anacardos o nueces de macadamia, para evitar las reacciones alérgicas o para potenciar sus propiedades como probiótico; en RIJK ZWAAN -uno de los mayores obtentores de variedades hortícolas del mundo- que, entre otras muchas variedades mejoradas, ha obtenido y comercializa pepinos con mayor contenido en potasio, magnesio, azúcar, vitamina k o agua que las bebidas isotónicas, o judías con más vitamina A y carotenoides que el resto de variedades de este cultivo.
Fuente: Portal Fruticola