Con un potencial agrícola que pocas naciones pueden exhibir, Argentina tenía todo a su favor para dar un gran salto en materia agroindustrial. Sin embargo, durante las últimas décadas experimentó una involución que a los ojos de cualquier foráneo resulta inexplicable. Esta paradoja, terminaría siendo uno de los tantos detonantes del cambio político sin precedentes que hoy se encuentra ensayando el país.
“Venimos de muchos años de una política volcada al mercado interno. El peronismo, que gobernó la mayor parte de los últimos 20 años, ha tenido siempre la política de fortalecer el Estado, de dar mucho empleo estatal, procurando que los argentinos tengan alguna forma de ingreso, manteniendo bajo el costo de vida, con el objetivo de fortalecer el mercado interno”, comenta Betina Ernst, analista de la consultora Top Info Marketing, especializada en mercados de frutas. De esta manera, la agrónoma explica por qué el economista y líder del espacio político La Libertad Avanza, Javier Gerardo Milei, ganó los últimos comicios presidenciales en la Argentina.
“También había que asegurar la educación y la salud pública y gratuita. No creo que ningún gobierno pueda ir en contra de la idea de tener educación gratuita, desde el jardín de infantes hasta la universidad, lo mismo con la salud.
Es un ideal socialista muy lindo, pero muchas veces los peronistas se olvidaron de cómo financiar este enorme gasto que fue además creciendo con el paso de los años. Históricamente, Argentina gasta más de lo que le ingresa, debemos ser el país más endeudado del mundo, y nuestra inflación es histórica, yo no conocí otra cosa que la inflación en mi vida, salvo excepciones. Pero una cosa es una inflación del 20%, 30% o 40%, que es a la que estábamos acostumbrados, y otra cosa es una del 150%, como la que sufrimos actualmente”, explica la analista. La política del gobierno saliente no favoreció la actividad privada.
De hecho, según Betina Ernst, esta sufrió una dura carga impositiva precisamente para financiar el fuerte gasto público. A la vez, con el objetivo de cumplir con los acreedores externos, se mantenía un dólar artificialmente bajo, lo que no favorece a la exportación, y en muchos casos la frena. “Esto hizo que nuestros productos perdieran competitividad en el mundo. Respecto a la agricultura, más precisamente en materia de granos, podríamos decir que podían soportar esa falta de competitividad, gracias a que es un sector muy fuerte y con muchas ventajas climáticas y productivas; pueden seguir exportando y son una gran fuente de ingresos para Argentina. Pero otros sectores de la agricultura, como la fruticultura, no pueden competir en el mundo actual porque no tienen estas ventajas. Año a año, las exportaciones relacionadas a la fruticultura han ido cayendo, y ya hemos dejado de ser un actor relevante a nivel mundial”, advierte la especialista.
A la espera de las medidas que implementará el nuevo gobierno, muchos actores del sector frutícola argentino ven el triunfo de Milei con expectación y esperanza. Razones tienen de sobra. “El campo será uno de nuestros principales aliados”, afirmó el actual mandatario durante la campaña, agregando que “Argentina tiene que volver a ser la potencia agropecuaria que dejamos de ser. Para ello, se necesitan reformas estructurales de base, empezando por las profundas reformas impositivas” (ver recuadro). Para Aníbal Caminiti, gerente de la Cámara Argentina de Productores de Cerezas Integrados (CAPCI), “la elección de Milei tiene que ver con el cansancio y la decadencia a la que se ha llegado en la Argentina.
De este contexto recesivo, el sector agroexportador argentino necesita salir y expandirse, hoy se encuentra contenido; y toda oxigenación será muy bien recibida. Estimo que el futuro de la agroindustria seguirá siendo incierto en el corto y tal vez mediano plazo. Desactivar la maraña normativa que altera el sistema cambiario y financiero en un contexto altamente inflacionario, con alta presión impositiva y laboral, va a requerir de un agudo y quirúrgico trabajo para el nuevo equipo económico”, advierte Caminiti.
No obstante, ya se observan algunas señales que ilusionan. Según Gabriel Wasserman, reconocido empresario agroindustrial, después del triunfo de Milei la reacción de los mercados internacionales ha venido siendo muy positiva. “Empieza a haber confianza en que se respetarán los contratos, habrá libertad financiera y ajuste fiscal. Para generar inversiones es fundamental tener reglas claras, seguridad jurídica y previsión al momento de pensar en negocios agroindustriales, ya que se trabaja con horizontes de 5 a 10 años”, comenta.
Una de las promesas de Milei más difundidas durante la campaña, fue la reducción de los impuestos a los empresarios. Medida que según el economista Guido Lorenzo, podría dar un enorme impulso al sector agroindustrial. No obstante, advierte que llevarla a cabo en un contexto de ajuste fiscal es una tarea difícil y altamente improbable. “Soy optimista con el sector, más por el contexto internacional que por cuestiones domésticas. Argentina sigue teniendo dependencia de las divisas del comercio y no veo que una postura ideológica se anteponga a los intereses nacionales. El Presidente Milei se ha mostrado menos dogmático en las últimas semanas y creo que esa postura será la predominante en los próximos años”, señala Lorenzo. La eliminación de los impuestos de exportación fue algo que ya se había iniciado en el gobierno anterior, apunta Betina Ernst, por lo menos en lo que respecta a la fruticultura. “Esos impuestos son muy distorsivos y afectan seriamente la exportación; no nos permiten negociar aranceles ni tener ventajas frente a los otros países, así que su eliminación era algo necesario, sí o sí. Pero no sé hasta qué punto se va a conseguir lo mismo con la eliminación de estos impuestos en los granos, porque son la principal fuente de financiación del país. En todo caso, la eliminación de impuestos es una tendencia que con Milei va a acentuarse”, sostiene la analista.
PRAGMATISMO CON CHINA
La opinión de los especialistas es contundente: Con un nuevo marco regulatorio para el sector agrícola, Argentina tiene que dar un gran vuelco hacia el mercado externo. “Los impuestos afectaron las exportaciones, pero también lo hicieron los altos costos internos, los costos aumentaron también en dólares”, dice Betina Ernst. “La política laboral en Argentina es muy compleja, se favoreció al trabajador, pero al empresario se la pusieron difícil. Además, con el cambio actual es imposible exportar, esto lo he conversado con los productores. El tipo de cambio Milei lo tendría que subir, pero tampoco tiene mucho margen, por un asunto de compromisos externos”.
Para la analista, todo parece indicar, sin embargo, que el nuevo gobierno mejorará las condiciones de la exportación. “Los empresarios argentinos están muy acostumbrados a las crisis, a modificaciones de reglas, y en general muestran mucho dinamismo, así que hay una apertura para volver a exportar, eso es algo en lo que confío totalmente, aunque hay que decir que no será fácil volver a conquistar los mercados, nuestro lugar fue ocupado por los competidores”.
Ernst advierte otra variable que puede condicionar la capacidad de maniobra del nuevo gobierno. “Hay que pensar que Argentina está comprometida con el Mercosur, y eso siempre nos complica al momento de negociar mejores condiciones de aranceles; ya hubo roces dentro de Mercosur por este tema, porque evidentemente el sector frutícola es un sector minoritario y no siempre favorecido por esta unión de países”, plantea. Respecto a la política internacional, Milei osó decir en campaña que, en caso de ser presidente, no haría negocios con China, postura que más tarde modificaría de manera rotunda al asegurar que su gobierno dará una “gran importancia” a las relaciones con Pekín.
Frente a esta posición cambiante respecto del gigante asiático, cabe preguntarse en qué términos se desarrollarán las relaciones entre Argentina y China en los próximos cuatro años.
Gabriel Wasserman pone la pelota al piso: “Esas declaraciones se sacaron de contexto; los valores del Presidente Milei son de libertad de mercado, que es justamente lo que necesitamos en Argentina, imitar lo que han logrado países agroexportadores como Chile y Perú, con tratados de libre comercio, apuntando a la mayor cantidad de mercados posibles, especialmente a los países del hemisferio norte que son los consumidores de alimentos en contraestación”.
El empresario arandanero complementa que “hoy los principales mercados son los países asiáticos, europeos y Estados Unidos, que cuentan con tratados de libre comercio con China, y las exportaciones frutícolas cobran relevancia. Hay que decir que, en la actualidad, Argentina es uno de los principales proveedores de carne y soja, y en muchos casos estos productos ingresan a los países de destino con aranceles de importación, lo que para la Argentina es parecido a correr una carrera con pesas, nos resta competitividad frente a países colegas”.
Para Aníbal Caminiti, lo dicho por Milei respecto a China no tiene ninguna posibilidad de practicarse. “Una cosa es lo que se dice en campaña electoral, y otra muy distinta es gobernar”, afirma el dirigente cerecero. “Resulta inimaginable que eso (no hacer negocios con China) ocurra; China es un importantísimo socio comercial de la Argentina. Más allá de posturas ideológicas, gobernar exige una alta cuota de pragmatismo. Tras el comercio internacional está el crecimiento de un país, sus inversiones, la incorporación de tecnología y empleo. Todo lo que necesita Argentina para salir de esta grave crisis es crecer, y eso, el nuevo gobierno lo sabe”.
Más allá del indudable peso comercial y geopolítico de la nación asiática, Caminiti no cree que el comercio argentino sea “chino-dependiente”, aunque admite que para algunos sectores económicos China es su principal mercado. “Nadie puede negar la importancia que tiene el mercado chino por su dimensión y diversidad en la demanda de muchos productos, y la dinámica de su crecimiento. Por ejemplo, en nuestro caso, exportamos cerezas frescas, y China es un importante mercado para esta fruta, tanto como lo es Estados Unidos, la Unión Europea, el Reino Unido o el Medio Oriente.
Estoy convencido de que, si Argentina normaliza sus reglas para producir y exportar, se multiplicarán las oportunidades comerciales para la agroindustria nacional, más allá de China”, agrega.
El economista Guido Lorenzo coincide con Caminiti respecto al pragmatismo que caracterizaría al gobierno de Milei, en relación a las exportaciones. “El comercio con China, por vía directa e indirecta a través de otros socios, como Brasil, seguirá siendo buena parte de nuestro flujo comercial. La nueva canciller ya habló en favor de un multilateralismo consistente en fortalecer esas relaciones. Por supuesto que se intentará tener menor dependencia con China, pero se trata de fuerzas que trascienden a los gobernantes de turno. China ya está establecido como un jugador importante en el comercio mundial, y una mayor exposición a este país es inevitable. Insisto en que soy optimista en el sentido de que las tendencias de largo plazo, como, por ejemplo, el crecimiento demográfico en África, harán que los términos de intercambio sean favorables para la Argentina y ello conducirá a prosperidad en el sector agroindustrial”, sostiene Lorenzo.
Sobre este punto, Betina Ernst asegura que China seguirá siendo uno de los principales socios comerciales de Argentina, principalmente en materia de granos y carne. “En caso de las frutas, China no es nuestro principal destino, estamos muy lejos, y China es estricta con el comercio de ciertos tipos de frutas, exigen reglamentaciones con las que nos cuesta competir”, plantea la analista. “En suma, el avance en la exportación de frutas lo veo más en Estados Unidos, Europa y, principalmente, Latinoamérica, que es nuestro mercado más cercano, al cual podemos abastecer con fruta que otros países de clima subtropical no pueden producir”.