UN CAMBIO PROGRESIVO
Hemos transitado un año con una muy marcada oscilación en el comportamiento climático, fundamentalmente en el patrón pluvial. La transición interanual quedó muy influenciada por la presencia del fenómeno de La Niña y su escasez de lluvias. La sequía afectó de manera contundente la producción de granos a nivel nacional, dejando como resultado la que posiblemente fue la peor campaña gruesa a nivel nacional, sobre todo dentro de esta última época de gran tecnología agronómica.
Los primeros indicios del cambio de patrón pluvial comenzaron a notarse en el sudeste bonaerense, donde los efectos negativos de la falta de lluvia se moderaron en forma precoz, con las primeras señales ya durante el mes de enero. A pesar de esto, el verano fue duro en términos de temperatura. Sin embargo, cuando avanzado el otoño gran parte de la zona agrícola principal del país aún se encontraba en plena sequía el sudeste ya se había apartado definitivamente de este flagelo. Desde entonces, las precipitaciones fueron alternando mejores y peores momentos, pero promediando la secuencia de meses, la oferta de agua se mantuvo en un nivel de suficiencia que permitió contar con buenas reservas de humedad en gran parte de la franja sur del país. En el centro sudeste bonaerense ya desde el cierre de otoño no hubo limitantes hídricas para el desarrollo de la actividad agrícola y en el recorrido del año han sobrevenido más los problemas vinculados a los excesos hídricos que a la escasez de lluvia.
Sobre la franja este del país, el final del mes de mayo se convirtió en la bisagra pluvial que permitió agregar área para la fina el centro este, una mejora que no logro sostenerse con eficiencia en el invierno y tampoco tuvo señales favorables en la primera parte de la primavera. Por eso en la franja central del país los trigos del este tuvieron mejor oportunidad de llegar a cosecha, debido a las mejores recargas de finales de otoño.
Desde la transición del invierno para la primavera, el fenómeno de El Niño tuvo un impacto muy marcado sobre el norte de la Mesopotamia. Sin embargo, este efecto positivo demoro en tener influencia sobre la región pampeana y sobre la zona núcleo en particular, generando atrasos en las siembras tempranas de maíz y echando a perder muchos lotes de fina en la franja mediterránea, los cuales se reciclaron como forraje. En particular la segunda mitad de la primavera fue muy generosa en cuanto a lluvias, con una sobreabundancia muy marcada en noviembre y la primera quincena de diciembre, la cual puede haber generado algunos problemas temporarios para el avance de la cosecha fina y las siembras de segunda.
En los dos mapas siguientes, mostramos las anomalías de precipitación de dos momentos calves del año. El mes de febrero, muy representativo en la definición de la gruesa de los cultivos de gran parte del país y el actual mes de diciembre, que ya tiene poco para dar en cuanto a lluvia, las cuales no van a cambiar el patrón de anomalías.
Lo primero que debemos destacar como resultado de la comparación que ofrecen estos dos mapas es la notable influencia homogénea del forzante climático de gran escala. La Niña en febrero ya se debilitaba, pero la circulación estaba aún muy influenciada. Por el contrario, en este diciembre que aun transitamos, el fenómeno de El Niño está en pleno desarrollo con una afectación de los flujos de humedad muy evidente, con generalizada llegada aire tropical, hasta el este de Río Negro. El desvío negativo en el centro de Chaco, es menos representativo de lo que parece, pero el dato de Presidencia Roque Sáenz Peña (SMN oficial), da cuenta de un acumulado muy modesto y en el mapa resulta muy contundente.
Otra gran diferencia respecto de comienzos de año, es la moderación que muestran las temperaturas. Si bien hubo días cálidos y muchos con la persistente presencia poco confortable, de aire de origen tropical, los promedios térmicos de la primavera han sido suaves, normales o por debajo de los normales. Desde mediados de octubre en que las temperaturas máximas ya comienzan a marcar una tendencia creciente, se han presentado oscilaciones, las cuales cerraron el año con un corrimiento negativo, es decir un patrón de temperaturas más frío que el normal para estas fechas.
A escala planetaria, el clima se mueve con una modificación significativa del forzante climático principal. Comenzamos el año bajo el signo de un evento La Niña, pero ya desde entonces se sabía que esta segunda parte del año este indicador tendría una transición rápida hacia el fenómeno de El Niño. El mismo se manifestó como fenómeno oceánico desde finales de mayo, pero no fue hasta avanzado el mes de agosto que las primeras lluvias sobreabundantes se comenzaron a dar en forma persistente sobre el norte de la Mesopotamia. En el sudeste de BA hubo un otoño bastante húmedo también con lluvias abundantes, pero en ningún caso vinculado a El Niño. Desde la segunda parte de octubre, las lluvias se han ido incrementando en toda la región pampeana, tomando bien toda la provincia de BA, más que nada el centro sudeste. Ahora si podemos decir que la influencia Niño ya se valida como un argumento más valedero. Como mencionamos, se destaca la alta frecuencia de lluvias de lo que va de diciembre, lo cual también deja como corolario un campo de temperaturas muy moderado. Paradójicamente, la zona núcleo está más ajustada, llovió bien en diciembre, pero no como para generar márgenes importantes en las reservas.
En cuanto a la evolución de lo que resta del verano y el otoño, debemos decir que los modelos estacionales de pronóstico, muestran la continuidad del evento Niño hasta avanzado los meses del otoño. Esto genera un contexto que marca una tendencia positiva en cuanto a que es más probable que durante los próximos meses las lluvias cumplan, al menos, con los valores normales.
Si tenemos en cuenta las holgadas condiciones de partida, un comportamiento normal de lluvias y temperaturas poco hostiles, deberíamos converger en resultados de producción muy superadores respecto de lo que fue la última campaña. El lado B de este análisis, nos lleva a considerar que la posibilidad de excesos se vuelva recurrente y los mismos se transformen en inundaciones. En principio, esta situación queda más asociada a zonas de la Mesopotamia y el litoral, pero eventualmente hay que estar preparados en otras zonas para lidiar con escenarios donde los suelos pueden saturarse. La frecuencia de lluvias será más alta y no se descarta que vuelvan a darse quincenas con lluvias excesivas como la primera de diciembre. En cuanto a olas de calor, posiblemente se concreten, pero muy por debajo de la frecuencia que debimos soportar en el semestre cálido anterior.
En resumen, las probabilidades de que tengamos una buena a muy buena campaña de granos gruesos en la zona es alta. La misma, no queda exenta de riesgos, pero en general hay más herramientas de manejo para enfrentar los excesos hídricos que para lidiar con sequias de características inusuales como la última.