La demanda de alimentos ambientalmente amigables ha ido en aumento, impulsada por una población que exige productos que respeten el ambiente. Paralelamente, la urgencia de afrontar el cambio climático ha impulsado un giro hacia métodos agrícolas alternativos. Es en este contexto donde los bioinsumos encuentran su nicho, ofreciendo soluciones innovadoras para los desafíos actuales.
La Red de Nutrición Biológica de Aapresid (RNB) es un espacio dedicado a la creación de conocimiento y al intercambio de información evaluando las tecnologías de bioinsumos que se están comercializando en el país, en condiciones reales de producción. En diciembre último, la red lideró un taller virtual para debatir sobre perspectivas y desafíos para estas tecnologías, y uno de los focos fueron los biocontroladores.
Biocontroladores: un paso más a la nueva agricultura
En el marco del taller, Gustavo Gonzales Anta (UUNOBA) comentó que frente al aumento de resistencias a los principios activos tradicionales, a la escasez de nuevas moléculas y una mayor presión ambiental, el rol de los biocontroladores toma protagonismo. Estas herramientas ofrecen soluciones biológicas eficaces y sostenibles, adaptadas a condiciones variables para reducir la presión de plagas en los cultivos.
Hablando puntualmente de biofungicidas - un espectro específico de biocontroladores destinado al control de enfermedades -, estos consisten en sustancias antimicrobianas, enzimas y compuestos bioquímicos producidos por microorganismos que ayudan a controlar enfermedades en cultivos.
Los biofungicidas cuentan con una ventaja clave que los diferencia, y es su capacidad para instalarse en la rizósfera, mantenerse vivos y seguir produciendo biomoléculas a lo largo del tiempo, esto asegura eficacia de control prolongada.
A su vez, la enorme diversidad de sustancias antimicrobianas, enzimas y compuestos bioquímicos ofrecen un arsenal amplio que ayudaría a mitigar el efecto de las adversidades con menos riesgo de aparición de resistencias.
Como si todo esto fuera poco, productos como derivados de Bacillus o Trichodermas estimulan el crecimiento vegetal y la producción de metabolitos como el ácido acético, que aumenta la solubilización de fósforo y zinc. De esta manera también ayudan a que los cultivos manifiesten un mejor desarrollo y toleren mejor situaciones de estrés como falta de agua.
Particularmente en soja, este tipo de funciones microbianas ayudan mucho a reducir el efecto etileno y extender el periodo de supervivencia de la planta. Al contar con una biomasa activa durante más tiempo, sobre todo los estados reproductivos, la removilización a grano aumenta, impactando positivamente en el rendimiento.
Productos estables y seguros: algunos de los desafíos
Pero no todo es color de rosas. Estos bioinsumos enfrentan desafíos en términos de desarrollo y aplicación a campo. Por un lado, es un reto lograr productos con estabilidad genética, seleccionar organismos con alta capacidad de crecimiento, compatibles con otros productos, de fácil aplicación y que no corran riesgo de convertirse en potenciales nuevas plagas para el cultivo.
También habrá que asegurarse de que los organismos seleccionados para conformar estos biocontroladores no produzcan metabolitos tóxicos que puedan afectar al cultivo o trasladarse hacia adelantar en la cadena de elaboración de alimentos.
En cuanto a la aplicación a campo, estos bioinsumos implican un cambio de paradigma en el abordaje de los sistemas de producción, incorporando conceptos como el de microbioma, es decir, entendiendo el conjunto de interacciones que se dan entre las comunidades de microorganismos con el entorno, como puede ser el suelo.
Biofertilizantes y bioestimulantes: otros bioinsumos que piden pista
El Coordinador Académico de la RNB, Martin Torres Duggan, presentó en el taller los resultados de ensayos en 2022/23 destinados a evaluar el impacto sobre el rinde de biofertilizantes y/o bioestimulantes comerciales aplicados vía tratamiento de semillas y/o foliar en maíz y soja.
Si bien los resultados fueron muy heterogéneo según el sitio y no pudieron observarse tendencias claras, la dureza de la campaña 22/23 en términos climáticos - falta de agua, estrés térmico y heladas - permitió detectar algunos patrones de funcionamiento de estas tecnologías como mitigadoras de los daños por estrés abiótico ocasionados a los cultivos. Así, se abre una puerta muy interesante para seguir profundizando nuevas líneas de estudio en el marco de la RNB.
Fuente: Aapresid