El Dr. Emilio Ungerfeld, del INIA Chile, es un referente mundial en metano entérico que disertó en el 46ª Congreso de Producción Animal (AAPA) sobre las posibilidades de inhibir la formación de este gas contaminante y, a la vez, mejorar la eficiencia energética para producir carne. El Dr. Juan Manual Cantet, investigador de la Universidad Nacional de Entre Ríos, hace una puesta a punto sobre las estrategias de mitigación, desde el manejo de la alimentación al potencial uso de aditivos.
“El metano proviene de distintas fuentes naturales. En el caso del bovino se genera como residuo de la fermentación ruminal. Y no sólo contamina el ambiente, sino que limita la capacidad de los animales de utilizar la energía para transformar alimento en carne. Por eso, hay un doble sentido al estudiar los mitigadores de este gas, uno tiene que ver con aminorar el cambio climático y el otro con hacer más eficientes los sistemas ganaderos”, afirmó Cantet, en diálogo con Valor Carne.
El origen de esta problemática va en línea con la naturaleza de los rumiantes que tienen un preestómago, o sea, una cavidad anterior al estómago que poseen los demás animales. “De este modo pueden digerir alimentos que ni un cerdo, ni un ave tienen capacidad de aprovechar. Me refiero a la fibra del pasto”, indicó.
Una vez consumido, se desencadenan procesos fermentativos en simbiosis con los microorganismos del rumen, que degradan la celulosa y aportan energía al animal. “Esto es fantástico porque el rumiante puede producir alimentos de alto valor, como carne y leche, a partir de materiales que los seres humanos no pueden comer”, detalló.
Pero esa capacidad de convertir pasto en carne es bastante ineficiente. “Hay una pérdida de la energía que proviene del forraje que se va como gases, sobre todo metano, aunque también dióxido de carbono. Y los animales los expulsan eructando”, explicó.
Luego, esos gases interactúan con los rayos solares que se reflejan en la tierra y como no pueden salir al espacio, se siguen reflejando. “Así se genera un calentamiento extra del que debería ocurrir normalmente en la atmósfera. Esto es lo que se llama efecto invernadero”, pormenorizó.
Por otro lado, ese metano significa una pérdida de energía para el propio rumiante y, por ende, para el productor. “Si logramos disminuir la formación de esos gases, se generarán otros compuestos de interés como por ejemplo proteínas o glucosa. O sea que, además de evitar el calentamiento, el animal produce más carne, más leche”, resaltó.
¿Qué hacen desde la ciencia al respecto? “Bueno, limitar la formación de metano es algo que se ha estudiado muchísimo en los últimos 20 años”, aseguró Cantet y detalló que una investigadora de Canadá, Karen Beauchemin, también referente mundial, hizo una revisión bibliográfica sobre la respuesta a estos desafíos.
“Lo que se ha visto es que desde 1960, durante 40 años, las publicaciones en revistas científicas calificadas eran 10 o 20 por año y buscaban explicar el metabolismo ruminal. Esto cambió a comienzos del siglo XXI cuando hubo un crecimiento exponencial, a 600 y 700 papers, con foco ambiental y con el objetivo de testear mitigadores de estos gases”, aseveró Cantet, refiriéndose un proceso que se dio de la mano de los estados y organismos que subvencionan la investigación.
Los estudios siguieron adelante a pesar del surgimiento de los negacionistas que descreen del cambio climático. “Es una tendencia que se inició con el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, que rompió con importantes tratados internacionales; y parte de eso se fue multiplicando en minorías que hoy tienen voz en las decisiones de los dirigentes”, aclaró. Sin embargo, “la ciencia se puso al hombro la mitigación de esta problemática, dado que ya se verificó una suba de 1,1ºC entre 2011 y 2020 respecto de 1850-1900”, subrayó Cantet.
¿Cuáles son las líneas de trabajo? Hay una variedad enorme de posibilidades para mejorar la performance de la ganadería. “En primera instancia está el manejo, hay muchos estudios sobre la eficiencia productiva y su impacto en la cantidad de metano generado por kilo de carne. Por ejemplo, si el destete país aumenta del 65% al 80%, la emisión por unidad de producto será menor”, aseguró.
También hay una rama de estudios que desde la genética y la selección buscan desarrollar rodeos adaptados para producir menos metano. “Son animales que pueden mantener en el rumen poblaciones microbianas que no generan tanto gas. Eso tuvo su discusión, aunque todavía se sigue evaluando”, señaló.
Y lo que está más estudiado son las herramientas de alimentación y nutrición asociadas a la disminución de las emisiones.
Dietas para emitir menos
Las investigaciones disponibles corroboran que la alimentación pastoril es la que lleva a emitir más gases de efecto invernadero. “Está claro que la fermentación de los forrajes con más celulosa produce más metano que las dietas a base de granos. Por eso algunas de las estrategias exitosas son el uso de pasturas de mejor calidad y la suplementación energética. De cualquier modo, si bien estos sistemas pastoriles producen más metano, también secuestran más carbono. Entonces, muchas veces hay un balance positivo que, en definitiva, es lo que importa para el ambiente”, advirtió Cantet.
Lo más novedoso son los aditivos anti-metanogénicos que se agregan a la ración. Uno de ellos es el 3-nitrooxypropanol (3NOP), un desarrollo que llevó diez años y que ya está patentado por la multinacional DSM Nutritional Products.
“Tiene un poder de reducción del 30-50% de la formación de metano y si bien fue aprobado por la Unión Europea aún no salió a la venta”, aseveró. ¿Cómo actúa? “Inhibe el proceso enzimático por el cual el hidrógeno se enlaza al carbono. Es decir, los iones de hidrógeno están libres en el rumen y tienen que buscar algún aceptor para formar compuestos. Si se unen al carbono, se forma metano (CH4), aunque si lo hacen con el nitrógeno, se forma amoníaco (NH3) o amonio (NH4). Así funciona inhibiendo la producción de metano”, explicó.
Y comentó: “la firma tiene muchísimos trabajos sobre esta innovación que se llevaron a cabo en los Estados Unidos, Holanda, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda; y el propio Ungerfeld lo probó en Chile y Brasil, tanto in vitro, sea en laboratorio, como in vivo, con bovinos, con muy buenos resultados”.
También hay biocompuestos bajo estudio, como bromoformo y diclorometano, que provienen de un alga roja difundida en algunos países. “Una de las algas que está siendo evaluada es Asparagopis taxiformis, que tiene una concentración muy importante de esos compuestos y que, en experimentos de laboratorio, ha reducido la producción de metano por encima del 70-80%”, reveló.
¿De dónde provienen estas algas? “Si bien son originarias de Australia y Nueva Zelanda, ahora se presentan como especies invasoras en costas de mares templados y tropicales. Entonces al quitarlas para mantener libres los puertos, se vio la posibilidad de utilizarlas como alimento animal y cuando se midió su efecto como mitigador de metano se comenzó a extraer sus principios activos”, contó. Actualmente, prosiguió, “hay cuatro o cinco compañías en el mundo que no sólo la están recolectando, sino que las cultivan para obtener estos biocompuestos, muy interesantes para la nutrición animal”.
Para finalizar, Ungerfeld destacó que el metano entérico es el gas de efecto invernadero más importante de la ganadería, aunque representa del 3 al 5% del total de las emisiones globales generadas por las actividades humanas. “Sin embargo, dado que tiene una vida media de 12 años, mientras otros gases permanecen por más de 100 años en la atmósfera, limitar su formación durante la fermentación ruminal por métodos económicamente viables, resulta estratégico para lograr un impacto favorable en el cambio climático a corto plazo”, concluyó.
Por Ing. Agr. Liliana Rosenstein, Editora de Valor Carne
Fuente: Valor Carne