Según un informe de WWF -titulado Enviado a la basura– a nivel mundial se pierden alrededor de 2.250 millones de toneladas de alimentos al año, teniendo en cuenta el desperdicio en los establecimientos agropecuarios, en los comercios minoristas, en los servicios de alimentación, en los hogares de los consumidores, y las pérdidas que ocurren en las etapas de transporte, almacenamiento, fabricación y procesamiento. Estas estimaciones indican que, de todos los alimentos cultivados y producidos, aproximadamente 40% no se consume y termina en la basura.
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Enviado a la basura es la primera cuantificación del desperdicio total de alimentos en los establecimientos agropecuarios desde el 2011. Al combinar datos actualizados sobre la pérdida en las cadenas de suministro y el desperdicio en los comercios minoristas y el consumo, se obtuvo una imagen más clara de la escala de la pérdida y el desperdicio de alimentos desde los campos hasta la mesa de los consumidores. Y al hablar de desperdicio, no solo hay que pensar en los alimentos. Junto a ellos, también se “desecha” una gran cantidad de recursos naturales que se utilizaron para producirlos, como, agua, tierra y energía: se estima que se utilizan aproximadamente 4,4 millones de km² de tierras agrícolas y 760 km³ de agua para producir el alimento que luego se desperdicia.
A nivel global, el sistema alimentario es responsable de 80% de la pérdida de biodiversidad, 80% de la deforestación y 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), por lo que la enorme cantidad de desperdicio tiene un impacto significativo en el cambio climático, contribuye e intensifica la degradación ambiental y perpetúa la inseguridad alimentaria.
“Actualmente, a nivel mundial más de 800 millones de personas no tienen cubiertas sus necesidades básicas de alimentación y, si vemos la situación en nuestro país, alrededor de 30% de niños, niñas y adolescentes sufre emergencia alimentaria. Es incoherente que esto suceda al mismo tiempo que en el planeta se desperdicia 40% de los alimentos. El informe nos muestra que con la cantidad de comida que no es consumida y termina en la basura, se podría alimentar más de 7 veces a quienes hoy padecen hambre en el mundo. Además, junto a los alimentos, se desperdician todos los recursos naturales que se utilizaron para producirlos.” afirmó Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.
Aunque varios países están comenzando a desarrollar planes de acción para abordar la pérdida y el desperdicio de alimentos, a menudo se concentran en la última etapa de la cadena de suministro, en gran parte porque la escala y gravedad del problema en los establecimientos agropecuarios no se ha apreciado y abordado completamente hasta ahora.
Adoptar una visión más integral y abordar las pérdidas en todas las etapas de la producción y consumo de alimentos ayudará a mitigar el cambio climático, reducirá la presión para convertir y degradar la naturaleza y ayudará a lograr la seguridad alimentaria.
Para 2050 tendremos 20% más de habitantes que en 2023, lo cual implicará un aumento de más de 70% en la demanda de proteína animal y más de 50% en la demanda de alimentos en general, lo que ejercerá aún más presión sobre los recursos naturales mundiales, a la vez que demandará una efectiva capacidad de superar la desigualdad en el acceso a dichos alimentos.
Alimentos en la basura
Según la FAO, la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos es considerada una buena manera de reducir los costos de producción y aumentar la eficiencia del sistema alimentario, mejorar la seguridad alimentaria y la nutrición y contribuir a la sostenibilidad del medio ambiente. Esto también ayudará a cumplir varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
“La forma en que producimos, consumimos y descartamos los alimentos está ejerciendo grandes presiones y ocasionando consecuencias negativas sobre los ecosistemas. Es clave que las dietas se basen en el planeta para garantizar alimentos saludables y nutritivos y de esta forma ayudar a revertir la curva de los impactos negativos del sistema alimentario, pasando de uno que explota al planeta a uno que lo restaura para la naturaleza y las personas. Es momento de redoblar nuestros esfuerzos para frenar el desperdicio de alimentos, solucionar los problemas mundiales de inseguridad alimentaria y desnutrición, y reducir los impactos en la salud ambiental”, agrega Jaramillo.