El girasol es uno de los cultivos con mayor crecimiento en superficie estos últimos años. Según datos de la SAGyP para la campaña pasada se estimaron unas 2,3 millones de hectáreas sembradas, siendo Buenos Aires la provincia que concentra la mayor parte de esa superficie.
Con un 66% de la producción nacional, el sur bonaerense pone de manifiesto el interés por continuar mejorando su manejo por ambientes para potenciar resultados. En este sentido, los productores plantearon la necesidad de evaluar distintas variables que hacen a la respuesta en rendimiento (y calidad) de distintos genotipos y su comportamiento sanitario.
Es en ese contexto que nació la Red Girasol de Aapresid, un tejido de conocimiento e intercambio de experiencias de productores, técnicos, asociaciones, instituciones y empresas sobre el cultivo de girasol en diferentes ambientes de la región girasolera sur.
Días atrás, la Red publicó su informe de resultados obtenidos en sus ensayos para la campaña 22/23. El mismo se basa en el análisis de 13 híbridos en 13 sitios experimentales en el sur bonaerense. A continuación, lo más relevante.
Elección del genotipo: la clave del rinde
El rendimiento bonificado por aceite promedio de la Red para la campaña 22/23 fue de 2721 kg/ha, con una considerable variabilidad en los sitios, desde menos de 2000 kg/ha a más de 3000 kg/ha.
La gran variabilidad observada en los materiales evaluados se vio tanto en aspectos productivos, como rendimiento y % de aceite, así como en perfil sanitario para las principales enfermedades de prevalencia en la región como Phoma, Alternaria y la recientemente emergida Phomopsis.
Así, el genotipo fue el factor de mayor impacto en el rendimiento (explicando un 12% de la variabilidad en rindes). Estos resultados destacan la importancia de la correcta selección del genotipo como punto de partida para el éxito del cultivo en cada ambiente.
La densidad de plantas y la fertilización nitrogenada explicaron el 10% y el 6% de la variabilidad en los rindes, respectivamente. Según el informe, esta menor incidencia en la generación de rendimiento para ambas variables puede deberse a la gran plasticidad reproductiva del girasol que, ante desigualdad de recursos, tiene la capacidad de activar mecanismos de compensación a nivel de planta como ser el tamaño de hojas o el peso de granos.
El factor de manejo que menos impacto tuvo en los rendimientos fue la aplicación de fungicidas ( 4%), sin dejar de ser una buena alternativa dentro de los programas para control de enfermedades de fin de ciclo (EFC).
Phomopsis: principal enemigo del cultivo
Phomopsis helianthi es una enfermedad fúngica que afecta al cultivo de girasol y puede tener un impacto significativo en su producción y calidad. El hongo puede producir lesiones en tallos (cancro del tallo), como en capítulos (pudrición seca), lo que puede resultar en una reducción de hasta un 50% del rendimiento.
Es por esto que la Red de Girasol de AAPRESID dedicó una línea de trabajo específica a la enfermedad, tratando de investigar factores de manejo que permitan reducir su incidencia.
Desde la Red advierten que no es una enfermedad que pueda corregirse con manejo: cuando detectamos los cancros o pudriciones de capítulo, ya es tarde. Por lo tanto, todo el manejo es preventivo, y el principal factor a tener en cuenta para activar una estrategia defensiva es el historial reciente de la enfermedad en cada región.
Como estrategias preventivas, la Red destaca la correcta elección del híbrido en primer lugar, ya que a pesar de que todo el germoplasma es susceptible, hay algunos que son altamente susceptibles. Por otro lado, se recomienda evitar conopeos densos, principalmente cuando nos encontramos en una zona endémica.
Respecto a fungicidas, experiencias en EEUU con productos de alta concentración de estrobirulinas aplicados en R1, reportan buenos resultados. Sin embargo, hasta ahora no son consistentes los resultados en Argentina, probablemente debido a que también prevalece phomopsis de capítulo.
Fuente: Aapresid