El debate sobre la actualidad de los equipos de labranza Vs. la Siembra Directa no cesa en el agro argentino.
Por un lado, están quienes sostienen que el proceso de la Directa requiere hoy de correcciones; mientras del otro lado, se alerta sobre las consecuencias de alterar los suelos.
Uno de los puntos que ocupa el centro de las discusiones se vincula con una “enemiga oculta”, como es la compactación.
En diferentes zonas productivas de la Argentina, se hizo frecuente que el suelo se acomode en capas horizontales que limitan el paso del agua y las raíces y, por ende, limitan el rendimiento.
Desde el concepto de la Siembra Directa se propone como la mejor herramienta, para mitigar ese efecto, la promoción de raíces.
Dentro de esa estrategia, se postulan cultivos de cobertura, siembra de pasturas y la implantación de sorgo con distanciamiento de 38 cm.
“Siempre este tipo de estrategias resulta de efectos más duraderos en el tiempo que el paso de una herramienta”, sostienen quienes defienden la vigencia de la Siembra Directa.
Contrapunto
Desde el rubro de los equipos de roturación, se reconoce que “la labranza profunda tradicional es potencialmente perjudicial para la estructura del suelo”.
Por eso mismo, se defiende la utilización de las rastras ligeras y tipo Diamante, por ejemplo, y de los implementos destinados a controlar mecánicamente las malezas.
“Con cadenas de discos que giran sobre el suelo para nivelar surcos, triturar residuos y exterminar malezas, se reduce de manera considerable la cantidad de pasadas”, es una de las afirmaciones habituales.
Asimismo, se considera que la gestión de residuos es actualmente una cuestión crítica para el entorno del próximo cultivo.
Por lo tanto, se deben triturar e incorporar los residuos de manera superficial, rompiendo el rastrojo e incorporándolo a la tierra para acelerar su descomposición.
Hay otro costado que concierne directamente a las máquinas agrícolas: La necesidad de preservar los neumáticos, al arrancar los tallos del cultivo anterior.
Fuente: MaquiNAC