El primer barco cargado de fruta en el año 2023, zarpó ayer en horas de la mañana desde aguas rionegrinas rumbo a los destinos de ultramar. Con la cosecha en marcha y la misión de revertir los magros números de la temporada anterior, la partida del primer embarque es ícono de una actividad que supo ser emblema de la producción regional, y que hoy lucha contra factores propios y ajenos que la amenazan y atentan contra su crecimiento y continuidad.
Fruticultura: expectativa empresarial por la recuperación de la exportación al mercado ruso
Aún así, las expectativas de los principales actores de la fruticultura del Alto Valle son buenas de cara a 2023. La reapertura del mercado ruso en medio de la extensión del conflicto bélico y la necesidad de recuperar la competitividad perdida vía tipo de cambio, figuran al tope de la agenda de prioridades que manejan en el sector.
El primer envío al exterior de 2023 partió desde el puerto de San Antonio con Rusia como destino final, y cargó un total de 4.880 pallets, lo que representa unas 5.700 toneladas de fruta aproximadamente.
Prioridades
El reclamo más urgente que los productores vienen manifestando de forma recurrente, es la necesidad de que el Ministerio de Economía de la Nación avance en la implementación de un dólar diferencial para el sector. Se busca un esquema similar al que se aplicó a fines de 2022 para la soja, que permita a los productores de la región recomponer su ecuación financiera y mejorar la competitividad en relación a la fruta que proviene de otros países del mundo.
Las exportaciones frutícolas se liquidan al tipo de cambio oficial comprador. Significa que por cada dólar que ingresa en concepto de exportación frutícola se reciben a cambio $187. La brecha es del 92% en relación a las cotizaciones financieras y del 100% en relación al dólar blue.
El regreso de la fruta del Alto Valle al mercado ruso es la otra gran prioridad de la temporada. El conflicto bélico entre Rusia y Ucrania significó el cierre casi total de ese destino durante buena parte del año pasado, impactando de lleno en las exportaciones de la región. En efecto, los envíos de pera a Rusia se desplomaron un 47% en 2022 en relación a 2021, mientras que los de manzana lo hicieron un 60%.
Crisis estructural
Más allá de la coyuntura argentina, de la crisis económica que el país arrastra desde hace al menos cinco años, y de las distorsiones que genera más de una década de alta inflación, lo cierto es que muchos de los factores que alimentan la crisis de la fruta son estructurales.
Los datos de la última temporada fueron verdaderamente magros y acusan el impacto acumulado de la pandemia y de la guerra entre Rusia y Ucrania. En 2022 se exportaron 63.924 toneladas de manzana, un 18,2% menos que en 2021, y 277.535 toneladas de pera, un 9,6% menos que el año anterior.
No obstante los volúmenes enviados al exterior ya acusaban una sensible caída previa al cierre del mercado ruso. En efecto las exportación de manzana en la temporada 2021 fue un 19,5% menor a la de 2020, mientras que la de pera retrocedió 8,1% en relación a 2020.
Reflejo de ello es la evolución de los envíos a través del puerto de San Antonio, la cuál se observa en los gráficos adjuntos.
En el primero de ellos se aprecia que tras el récord registrado en el año 2005 cuando a través de la terminal Patagonia Norte salieron al exterior 512.714 toneladas, los volúmenes cayeron de manera sistemática hasta perforar el piso de las 100.000 toneladas en 2022. El dato revela además que el Puerto de San Antonio ya no es la única vía de salida al exterior de la fruta argentina, y que tanto los envíos a Brasil como el corredor Pacífico han ganado peso relativo en los últimos años.
El segundo gráfico contiene una buena parte de la explicación de la mala temporada 2022. Allí se aprecia que hasta 2021 el mercado ruso representaba un promedio del 42% de los envíos desde San Antonio, y que esa proporción cayó al 12% el año pasado.
Sin embargo para comprender el derrotero que atraviesa hoy la fruticultura es necesario analizar por un lado la forma en que ha evolucionado la actividad hacia su propio seno, y por el otro la transformación que ha experimentado la economía regional en la última década.
En relación a lo primero, vale mencionar que existe una profunda crisis generacional hacia el interior de la fruticultura de nuestra región.
La conformación de enclaves productivos familiares que dio origen a la actividad, hace tiempo ya no existe. En general los hijos y los nietos de los chacareros históricos, han logrado acceder a una formación profesional, han migrado, o sencillamente prefieren no padecer los avatares de la actividad que abrazaron sus antepasados. El correlato directo, es la sistemática reducción de la superficie productiva, de la cual una gran porción se convierte progresivamente en loteos y urbanizaciones.
Los números son elocuentes al respecto. Los registros del SENASA indican que la superficie implantada con manzana se redujo un 28,5% entre 2008 y 2021, mientras que la superficie implantada con peras lo hizo un 19,2% en el mismo lapso. La cantidad de productores en tanto, cayó desde 2.498 en el año 2008 a los 1.727 en 2021.
Respecto a lo segundo, la irrupción del no convencional como la actividad económica dominante en la región, impacta inexorablemente a la fruta.
Lo hace compitiendo por el mismo espacio físico, por el mismo mercado de consumo, pero sobre todas las cosas por el mismo recurso humano.
Los niveles de remuneración que ofrece el shale oil a quien se inicia sin experiencia alguna en la actividad petrolera, son inalcanzables para cualquier enclave frutícola que demande mano de obra también sin experiencia para levantar la cosecha.
El presidente de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados (CAFI), Nicolás Sánchez, dialogó con RÍO NEGRO RADIO y brindó sus expectativas de cara al inicio de las exportaciones en 2023.
“Es un año muy complejo. A nivel interno las variables macro nos complican, con un nivel de inflación y devaluación que nos coloca en una situación de competitividad bastante mala”, manifestó Sánchez.
“Tanto desde CAFI, como desde las federaciones de productores y también desde la provincia, estamos haciendo gestiones para obtener un tipo de cambio diferencial que nos permita recuperar algo de competitividad”, agregó.
El representante de los productores anticipó que por diferentes motivos, la temporada será complicada. Explicó que “la guerra generó restricciones en el mercado, retracción en el consumo en Europa, y también cayó el Euro”. Valoró sin embargo que “en términos de producción aparenta ser una cosecha buena, aunque habrá que esperar a tener toda la fruta en el frío”.
Sánchez admitió además que la actividad atraviesa una crisis generacional. “Cuatro generaciones atrás había mayor competitividad y menos competidores. Las familias crecen de forma aritmética y las unidades productivas no. Y también las nuevas generaciones crecen profesionalmente y buscan otros rumbos”, culminó.
Fuente: Rio Negro