Con esto, se percibe como la porcicultura viene teniendo fuertes cambios. La principal fuente de estos cambios fue la peste porcina africana, que destruyó un cuarto de todos los cerdos del mundo. El epicentro fue en China, claramente, y los cálculos indican que ese país perdió en cuestión de meses, cerca de 20 millones de vientres.
Esto generó un gran faltante de carne, por lo cual China aumentó sus importaciones de todo el mundo, lo que también hizo que el precio del cerdo mejore globalmente. Pero, los precios en China estaban increíblemente altos, en donde la ganancia x cerdo estaba alta también.
Esto generó grandes inversiones. Y así China volvió de una manera muy rápida a ser autosuficiente y recuperó su capacidad de producción.
Pero hoy la producción no es como antes. Son granjas grandes, modernas e incluso gigantes, en donde se habla de más de 40 y 50 mil hembras. Así también hubo productores que eran medianos y pasaron a ser grandes, en donde tenían 300 madres y hoy tienen más de 4000. Todo esto se hizo de forma profesionalizada, con altos niveles de productividad que llevaron a producir, incluso, más carne de la necesaria, lo que ocasionó luego, que bajen los precios. Hoy se están estabilizando nuevamente.
Es decir que, sufrieron la peste porcina, tuvieron dos años de precios muy altos, con rentabilidad alta que llevó a un exceso de produccion y un año de pérdidas razonables que ahora están acomodándose. Es por eso que ahora la importación de China de carne se ha reducido considerablemente y creemos que va a seguir en baja.
En Europa, por ejemplo, hubo una gran reducción del número de madres en los países del norte, especialmente en Alemania. Un incremento leve en España y una situación general sobre cuestiones de medio ambiente que va a hacer que Europa no sea más un productor mundial de carne porcina, lo que claramente va a abrir oportunidades para otros países y regiones.
Del otro lado, tenemos la cuestión de los precios de los granos. Nunca estuvieron tan altos y llegamos a esto por múltiples factores. Siendo la guerra y la sequía los problemas más visibles, incluso en países como Argentina en donde por segundo año se viven grandes secas.
Así y todo, hoy los márgenes de la industria porcina son positivos en todos los países. Es una ganancia no muy alta, pero sí estable. Se podría decir que es un momento de equilibrio. La pregunta, entonces, es ¿hasta cuándo? Lo que es muy difícil responder, porque si volvemos a tener, por ejemplo, un brote de peste porcina africana que pueda afectar a alguno de los países exportadores, el riesgo que se corre es enorme y se corta la exportación. Si nos enfocamos en los granos, hay muchas dudas sobre lo que pueda venir, pero esperamos un escenario estable.
Un dato que es muy notorio y que vemos con gran gusto, es cómo el argentino cambió su mirada y su aceptación hacia la carne de cerdo. Hasta hace unos años el consumo era muy bajo y últimamente hemos visto un incremento en kilo por persona y una aceptación generalizada hacia la carne porcina, incluso por encima de la carne vacuna, compitiendo incluso por precios similares. Es decir, ahora, a pesar de precios similares entre ambas carnes, el argentino sigue eligiendo comprar carne de cerdo, sencillamente, porque le gusta.
El mercado interno es un valor increíble, porque la exportación de carne de cerdo suele ser un tema de índole política. NO se trata sólo de tener un buen precio y calidad - que claramente Argentina ya tiene - sino que entran en juego otros factores, por lo que las exporta ciones no son la salida inmediata más eficiente, sino que la clave está en el mercado interno. Ya sabemos que la Argentina tiene como principal foco la exportación de carne vacuna, sobre todo por la altísima demanda de Asia. Todo lo que se produce, se va a vender y a precios muy buenos.
Es decir que hoy, las condiciones del mercado porcino en Argentina a mediano y largo plazo son muy buenas. Es un país con granos, campo, estándares y una imagen de excelencia en el mundo, tanto de la carne vacuna, como así también la plataforma que representa para la porcina.
Por Leandro Hackenhaar - Líder Global de Tecnología de Cargill