Los hábitos de los consumidores cambiaron y eso es claro. Buscan etiquetas con certificación orgánica en el supermercado, se enojan si no hay una opción vegetariana en el menú y protestan en las calles demandando políticas sustentables a las corporaciones.
Todos esos pasos hacia adelante, lamentablemente, no alcanzarán si no se resuelve un problema urgente: para el 2050, alimentar a un planeta de 9500 millones de personas requerirá un aumento estimado del 50% en la producción agrícola y del 15% en la extracción de agua.
Según datos de Deloitte, para ese año 2 billones de personas en el planeta sufrirán alguna forma de desnutrición, es decir, que hay que empezar a pensar cómo alimentar al mundo que se viene. Y el reloj está corriendo.
Aquí se presenta el gran dilema: muchísima gente tendrá que comer, pero ¿cómo producir esos alimentos necesarios sin seguir contaminando? Hay un grupo cada vez más pujante de empresas que están buscando soluciones a este y otros problemas más.
Se trata del sector de AgTech o, más extenso, el de AgriFoodTech, que pareciera pasar desapercibido para muchos, pero que en América Latina encuentra a cada vez más emprendedores que están haciendo punta con innovaciones científico-tecnológicas.
Puntualmente en la Argentina, su pasado histórico empuja a la creación de este tipo de compañías. El país posee más de 50 millones de habitantes y la capacidad de generar alimentos para 400 millones de personas. Además, tiene un profundo conocimiento aplicado al campo y es uno de los principales productores y exportadores de cereales, oleaginosos, harinas y aceites del mercado internacional.
Esto, sumado a la capacidad de sus recursos humanos, podría potenciar al país como un jugador fundamental del escenario del futuro. La oportunidad está, pero antes hay algunas trabas por desbloquear.
A la caza de la oportunidad
En este contexto, las innovaciones ya penetraron en el campo y lo hacen con formas que involucran alta tecnología como procesos para mejorar la eficiencia de los cultivos, drones para monitorear las pasturas o hasta sistemas que permiten dosificar el riego y uso del agua. La cadena de suministros se está transformando gracias al uso de nuevas tecnologías como blockchain, internet de las cosas, biotecnología, sensores, big data, software s de gestión, robótica o tecnología satelital.
Según Marcos Bazán, socio líder de asesoría financiera en Deloitte Argentina, el universo AgriFoodTech tiene en cuenta todo lo que permita generar innovaciones tecnológicas sustentables y, que por otro lado, garanticen trazabilidad en los productos. “El consumidor está tomando cada vez más conciencia y, a la vez, las regulaciones están favoreciendo esto. Todo lo que sea producido desde el campo y que llegue a la mesa puede ser trazado porque la tecnología lo permite. Y Argentina es un gran laboratorio para este tipo de startups”, dice.
Bernardo Milesy es fundador y managing partner de Glocal, un fondo especializado en AgriFoodTech con sede en Rosario, Santa Fe (una de las zonas agrícolas por excelencia), con 15 startups de este tipo en su portfolio. Milesy resalta que hay varios verticales dentro de este universo donde el país está trabajando fuertemente. La trazabilidad es uno de ellos y permite al consumidor —hoy ávido de información sobre su plato de comida— conocer todo el recorrido de un producto. También es claro el foco en todos los desarrollos de biotecnología, pero no hay que olvidar a los que están trabajando en verticales de marketplace o e-commerce, que también podrían entrar en este mundo.
Y, sin ir más lejos, lo que se conoce como ClimateTech está estrechamente vinculado a generar soluciones de sustentabilidad para el agro. “Incluso en fintech para el agro también vemos mucho potencial. En eso creo que vamos a tener algunos unicornios en América Latina”, se anima a pronosticar Milesy.
Es que el sector agrupa a mucho más que empresas que trabajan con tierra y semillas. Un caso relevante made in Argentina es Frizata, una foodtech de comida congelada que vende online directo al consumidor, que se define como flexitariana (vegetarianos con flexibilidad) y que apuesta productos de calidad y sustentables. La compañía desarrolla la línea meat free más amplia del mercado argentino, con productos que recrean la experiencia de comer carne pero a base de plantas. La visión de los fundadores es llevar Frizata a todas las grandes ciudades del mundo.
Adolfo Rouillon, cofundador de la empresa, cree que es un buen momento para el sector. “Hoy más que nunca se combinan dos grandes factores por los que veo una oportunidad. Por un lado, los problemas geopolíticos, de energía y una fuerte alza en los commodities y en los productos alimenticios de valor agregado. Por otro, la creciente preocupación por la salud y el medioambiente. Si entendemos la complejidad de estos dos aspectos, nos damos cuenta de que el AgriFoodTech y la bioeconomía pasan a ser factores claves en la agenda global y Argentina tiene los recursos para ser un jugador clave: no solo extensiones de tierra, clima y agua, sino también el potencial emprendedor y creativo de nuestra gente”, dice.
Este año la compañía va a terminar con un portafolio de casi 100 productos, y con la visión de duplicar ese número en los próximos dos años.
Un salto de talento
Según un informe publicado por el Banco Interamericano de Desarrollo en el año 2019, Argentina es, después de Brasil, el país de Latinoamérica con más startups de AgTech en la región. Y para estos emprendedores, el mercado es el mundo.
“Lo que diferencia al emprendedor argentino es que desde arranque sabe que no quiere depender solo de Argentina. Quizás un brasilero tiene la ventaja de estar un mercado enorme y puede ser un unicornio sin salir de Brasil, pero la contra es que les cuesta salir del país. En cambio el argentino nace sabiendo que se tiene que expandir y no depender solo de ese mercado”, explica Milesy sobre lo que puede significar, entonces, un salvavidas de divisas en medio de un contexto de crisis para el país.
Además, aclara, se trata de un sector que puede mantener cierta independencia de los ciclos económicos: “Estamos invirtiendo en startups que hacen que haya más alimentos, eso trasciende las crisis. Espero no equivocarme, pero los próximos años si hay crisis este sector lo va a sufrir menos porque es algo estratégico para el mundo”.
Justamente esto hace que el sector esté atrayendo a perfiles cada vez más diversos, como el caso de Franco Martínez Levis, CEO de Puna Bio, una firma que se dedica a hacer bioestimulantes a partir de bacterias. Este economista no tenía un pasado estrictamente relacionado con la industria, pero decidió sumergirse en ella cuando entendió el tamaño del problema por resolver: “Estando en EEUU se hablaba de que la biotecnología es la siguiente computación. Cuando me metí, vi cosas que parecían de ciencia ficción, pero eran posibles”, admite.
El primer producto del emprendimiento es un tratamiento de semillas para soja que se le aplica a las semillas previo a la siembra y está hecho a base de bacterias que le brindan distintos nutrientes y sustancias beneficiosas que promueven, por un lado, un mayor rendimiento y, por otro, una mayor tolerancia a situaciones de estrés.
Su principal innovación es que en lugar de utilizar las típicas bacterias, ellos optan por bacterias extremas que aíslan de los salares más altos de la puna argentina (en el altiplano sudamericano, junto a la Cordillera de los Andes).
Estas bacterias no solo sobreviven a condiciones de sequía, o salinidad, sino que también promueven el crecimiento de las plantas ante esas condiciones. Incluso ahora están trabajando en nuevos productos para otros cultivos como trigo y maíz, que tendrán el potencial no solo de mejorar el rendimiento sino también de poder reducir el uso de fertilizantes químicos y complementarlo con soluciones biológicas. Esto no solo implicará una reducción de costo de insumos muy caros sino una reducción muy importante de las emisiones de carbono.
Y aunque el talento está, los argentinos deben enfrentar una serie de desafíos que ralentizan sus procesos. “Por un lado el marco económico no ayuda mucho. Sobre todo la brecha y controles cambiarios para poder atraer y promover inversiones. Y por otro lado, algo que todavía falta profundizar es la integración entre el sistema científico con el entorno privado. Hay un gran potencial de aplicación y coinversión entre privados y públicos que hoy debido a restricciones de regulación no se están dando tanto como realmente debería”, reclama el CEO de Puna Bio, junto con mencionar que en países como Brasil las aprobaciones tienen procesos más aceitados y eso facilita el trabajo de las startups.
Esas condiciones, opina Rouillon, de Frizata, son las que dificultan también el acceso al capital: “Los problemas políticos y macroeconómicos de Argentina hacen que el capital del mundo nos esquive, yendo a países con mayor seguridad jurídica y previsibilidad”.
En ese sentido, Bazán, de Deloitte, amplía: “Tiene que haber cada vez más fondos que puedan ir agregando rondas de inversión más grandes. Se consigue mucho en primeras rondas, pero cuando se necesita más dinero hay un umbral que no afecta solo al sector AgriFoodTech, sino a la industria en general”.
El diferencial, entonces, pasará por la capacidad de los argentinos para moverse en un contexto como el actual. “Hay una frase que dice: ‘Brasil tiene el tamaño, Chile tiene el ecosistema y el marco económico y Argentina tiene el talento’. Si bien es una frase que se dice desde un punto de vista muy argentino, creo que es cierta en gran parte”, reflexiona Martínez Levis. “En Argentina nos acostumbramos a crecer en entornos económicos de mucha incertidumbre y eso, si bien es una dificultad, genera una resiliencia y una disponibilidad de hacer mucho con muy poco que nos diferencia. Que podamos enfocarnos en incrementar exportaciones y agregar valor a nuestra agricultura a través de la tecnología.
Otras startups AgriFoodTech argentinas para tener en el radar
Kilimo. Lleva ocho años innovando dentro de la categoría climate tech. La firma que nació en la provincia de Córdoba desarrolló un software para la gestión del riego. Con su herramienta los productores pueden moderar cuánta agua usa un cultivo sin estar en el campo, solo con datos, y con esa información recomiendan cuánto y cómo usarla. Gracias a esto se puede reducir un 20 % el uso de agua. Hasta el momento llevan levantados US$ 4 millones y tienen presencia en Argentina, Chile, México y Perú.
Beeflow. Se dedica a ayudar a una pieza pequeña pero fundamental del ecosistema: las abejas. Desarrollaron una solución biotecnológica más que necesaria en el contexto de cambio climático porque les aporta a estos insectos los nutrientes que necesitan para favorecer la polinización y los “entrena” para desarrollar este proceso. La startup ingresó al mercado estadounidense a finales de 2017, a través del programa de aceleración de IndieBio y levantó una serie A de US$ 8,3 millones el año pasado.
Simpleat. Es una firma que vende comidas congeladas. Su formato tuvo mucha repercusión luego de su lanzamiento en 2018 ya que ofrecen platos listos para comer que llegan a domicilio ultracongelados y envasados al vacío: solo hay que poner la bolsa en agua hirviendo y el platillo estará listo para comer en 15 minutos. Ahora tienen el foco en el negocio corporativo (que representa la mitad de sus ventas) y están en plena expansión en el mercado mexicano.
Fuente: Contxto