(SLT-FAUBA) Para conservar la biodiversidad del mundo, una de las herramientas más importantes son las áreas protegidas (AP). Por eso, diversos países se comprometieron a ampliar la superficie de las mismas. Sin embargo, no todos pusieron el mismo empeño. Un estudio de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), la Universidad Nacional de San Luis (UNSL) y el CONICET señaló que los países con menos recursos y extensión protegen mayores porcentajes de sus superficies terrestres que los países más grandes y poderosos. Esa relación se invirtió cuando se trató de áreas protegidas marinas. El trabajo sugiere que las AP también pueden tener objetivos geopolíticos como revalidar la soberanía en determinados territorios, acceder a financiamiento y conseguir apoyo internacional.
"En general, las áreas protegidas se vinculan a la conservación de ecosistemas, su flora y fauna. En este sentido, siempre me llamó la atención cómo los distintos países deciden qué zonas proteger y cuánta superficie incluir. Por ejemplo, en otros estudios observé que la Argentina tiene gran parte de sus áreas protegidas en zonas de frontera. Esto sugiere que también hay intereses geopolíticos estratégicos involucrados", explicó Germán Baldi, docente de la Especialización en Teledetección y SIG de la Escuela para Graduados (FAUBA).
Baldi, quien también es investigador en el Instituto de Matemática Aplicada San Luis (UNSL-CONICET), señaló que hay pocos trabajos que analizan las características de los países que más y que menos declaran áreas protegidas a nivel mundial. "¿Conservan más los países más grandes y poderosos o los más chicos y en vías de desarrollo? Para eso, abarqué factores como el tamaño de los Estados, su riqueza y su poderío militar, entre otros, y el porcentaje de la superficie que protegen".
"Encontré que el tamaño y la riqueza son variables fundamentales. Los países con mayor tamaño y PBI protegen menos superficie terrestre que los más pequeños y pobres. Países como Rusia y Estados Unidos conservan menos que países como Liechtenstein y Santo Tomé y Príncipe —6,6%, 9,4%, 14,1% y 30,0%, respectivamente—. Ninguno de los 20 países con mayor PBI alcanza el 17% de protección que sugieren los tratados internacionales. Por su parte, de los 20 países con menor PBI, seis países sí lo hacen", destacó Baldi a partir de un estudio publicado en la revista científica Journal for Nature Conservation.
Al analizar los resultados, el investigador afirmó que una de las posibles explicaciones es que quienes establecen las normas internacionales no necesariamente las cumplen. "En general, los países más poderosos son los que establecen valores de conservación deseables. Entonces, los países más chicos o medianos deben cumplir para que se los reconozca a nivel global y hasta para recibir financiamiento de las entidades internacionales".
Plantar bandera
Cuando Germán Baldi observó el nivel de protección de los océanos, halló que la relación era inversa a la terrestre. "Los países más grandes y poderosos son los que más protegen. Países como Estados Unidos o Gran Bretaña, que tienen menos de 10% de área terrestre protegida, conservan hasta un 50% de su área marina y cada vez incorporan más hectáreas".
En este marco, Germán se preguntó cuáles podían ser las raíces de esa diferencia y sugirió que las AP marinas actúan como factores geopolíticos fundamentales. "Cuando conservamos los océanos, también les ponemos una etiqueta. Al mirar mapas, los mares son europeos o norteamericanos. Así, esta herramienta de conservación de la naturaleza también sirve para revalidar soberanía sobre ciertas áreas y, al mismo tiempo, regular su uso productivo y circulación, y asegurar la futura provisión de sus bienes y servicios ecosistémicos".
Múltiples intereses
A partir de ambos estudios, Baldi apuntó a que a la hora de establecer una AP, entran en juego factores que no suelen ser de público conocimiento. "No cuestiono la importancia de las áreas protegidas, son las herramientas más importantes de conservación de los recursos naturales y la diversidad biológica. Sin embargo, creo que es necesario tener en cuenta que su efectividad puede depender de otros elementos que desconocemos".
"Por ejemplo, los países pueden decidir desafectar un área protegida, o achicarla, si surge la necesidad de utilizarla. En superficies continentales sucede. Los países más grandes y ricos son los que más desafectan. Hay casos emblemáticos en los Estados Unidos y en Brasil. En áreas marinas no es tan común, pero hay que prestar atención a los recursos pesqueros o petrolíferos que poseen", advirtió.
Para cerrar, Baldi cuestionó si está bien pedirle a todos los países que protejan proporciones similares de sus territorios. "Creo que puede ser injusto. Después de todo, lo que va determinar el rumbo global de la conservación de la naturaleza no va a depender del gobierno de Surinam principalmente, sino de los gobiernos de países como Brasil, Canadá o Rusia. En el tamaño hay una responsabilidad ya que los impactos no van a ser los mismos. En la Argentina hay mucho por hacer".
Por: Sebastián M. Tamashiro