En la actualidad, la región cordillerana de la provincia de Chubut cuenta con una importante presencia de producción agrícola familiar. Además, existen grupos de agricultores que producen en los cinturones hortícolas de la región y vuelcan sus productos en ferias o mercados de cercanía, en ambos casos con prácticas en armonía con el ambiente.

Gabriel Garis, técnico del INTA Esquel, explicó: “Es muy importante el diseño de la huerta sin perder de vista la biodiversidad. Para esto, hay que tener en cuenta las condiciones climáticas de los próximos meses, la sensibilidad y adaptación de las especies de cultivo, como así también la distribución estratégica en el tiempo”.

Para esto, en primer lugar, explicó: “Debemos definir si las plantaciones a desarrollar requieren espacios cubiertos protegidos de las bajas temperaturas o si son capaces de crecer expuestas a las heladas”. Quien aclaró que la zona cordillerana cuenta con un breve periodo libre de heladas, que se da durante dos a tres meses en verano.

Y continuó: “Para aquellas especies sensibles al frío, se puede usar un túnel bajo, con una altura promedio de un metro y 1,20 de ancho; pero ciertas especies, por su altura y desarrollo, se ven limitadas y requieren entonces cultivarse en un invernáculo”.

En la región cordillerana de Chubut, “el invernáculo debe contar con alrededor del 20 % de la superficie cultivada en aberturas y debe contener temperaturas medias y sin grandes cambios térmicos”, detalló Garis quien advirtió que, también, su estructura debe ser resistente a fuertes vientos y capaz de contener el peso de la nieve en invierno.

Es regular registrar veranos secos con pocas precipitaciones, por lo que es importante contar con un riego suplementario acorde. En este sentido, Garis señaló: “Se necesitan alrededor de cinco litros de agua por metro cuadrado por día para acompañar al cultivo”.

El calendario de huerta puede comenzar en los meses de julio y agosto con coles chinas, espinacas y otras verduras de hojas resistentes a bajas temperaturas. Una vez superado el invierno, “debemos poblarla con plantas que requieren una temperatura de crecimiento de alrededor de 20°C y resguardo de las heladas como tomates, berenjena, pimientos, morrones, calahorra, ají y albaca”, expresó Garis.

Mas adelante, para la siembra directa a la intemperie se puede proceder con cucurbitáceas, es decir, zapallo inglés, zucchini y verde. También, especies de porotos conducidas por caña, rama o mata pueden desarrollarse ante estas condiciones o bajo cobertura.

Por otro lado, si se dispone de un terreno más extenso, a mediados del mes de octubre se puede considerar como opción la siembra directa en surcos de papa, habas, arvejas y maíz. De todos modos, “requieren cuidados debido a su susceptibilidad a heladas, por lo que en algunos casos se puede proceder con una siembra tardía o el uso de mantas térmicas para su cobertura”, agregó el técnico.

Favorecer la biodiversidad

“Cuando hablamos de sistemas agroecológicos, tenemos que crear una biodiversidad suficiente que permita que las plantas tengan asociaciones”, sostuvo Garis. Es decir, “se asocian especies diferentes que consecuentemente crean las condiciones para que las plagas no proliferen en este medio”, agregó.

En este sentido, explicó que algunas no tienen que ver necesariamente con el cultivo en sí, sino que son plantas que acompañan, como aromáticas u ornamentales. Lo que hacen es atraer a polinizadores que contribuyen al cuajado de frutos, así como a ciertas especies de insectos benéficos controladores de agentes fitófagos que pueden dañarlas.

“Se debe agregar hileras o especies que comparten el mismo hábitat con el cultivo y van a generar las condiciones para que las plagas no estén a gusto en ese sistema”, subrayó Garis quien advirtió que, la sucesión de eventos climáticos puede provocar la aparición de algunos patógenos, como pulgones o ácaros, por lo que la biodiversidad va a contener su expansión.
Asimismo, destacó que “la rotación de los cultivos de una temporada a la siguiente hace frente tanto a plagas animales como vegetales”. Alternar un espacio con una nueva especie permite cortar un ciclo de amenazas de ciertos agentes o que este nuevo cultivo tome otros nutrientes del suelo.

En esta misma línea, “en un sistema agroecológico debemos mantener al suelo con vida, para eso necesitamos el aporte de abonos del sistema o de fuera de este, como abono de origen animal, compost u otros preparados que permitan nutrir el sistema y por ende las plantas cultivadas”, recomendó el especialista.