La semana comenzó con una jornada de claras bajas en los valores de la soja.
Seguramente, las esperadas lluvias del fin de semana en la Argentina colaboraron en esta tendencia negativa.
Tales precipitaciones garantizan, al menos por ahora, un buen inicio de campaña de siembra para la oleaginosa de primera.
Es cierto que, para la zona núcleo, cuando la siembra inicie este martes, la fecha será relativamente tardía. Porque a partir de mediados de noviembre, cada día que la siembra se retrasa significa – principio- una baja en el rendimiento de aproximadamente 0,25 quintal por hectárea.
Sea como fuese, la realidad es que el alivio llegó al país y ello obviamente afectó los precios internacionales.
También, incidieron en la caída, las lluvias ocurridas en las zonas agrícolas de Brasil y de Paraguay que, como en nuestro país, están en la etapa de implantación de cultivos de la nueva campaña.
Además, los modelos revelan que, a partir del miércoles 16, habrá un nuevo corredor de humedad; con buenas lluvias en el Medio Oeste, el Sudeste y varias partes de Bahía y del Norte.
Pero la baja de precios no implica necesariamente una tendencia.
Respecto al mercado en sí: hay mejor humor.
¿Por qué? Desde fines de septiembre pasado, el fortalecido dólar ha iniciado un recorrido en suave pero persistente baja, en relación a las principales monedas del mundo.
El gráfico que sigue es claro:
Índice dólar
Quien dude de ello, vale detenerse a observar -con más precisión- el cuadro siguiente:
Índice Dólar (Investing):
El Fondo Invesco DB US Dollar Index Bullish (NYSE:UUP), hace un seguimiento del dólar. Y ha marcado recientemente el descenso de casi un 4%. Es su tercer peor rendimiento semanal en los 15 años de historia del Fondo. Los únicos momentos con movimientos mayores pasaron en el período más profundo de la Gran Recesión y en el estallido del Covid.
Seguramente, ello nos da una idea. ¿Podría tratarse de un cambio de tendencia en el dólar?
Es muy probable.
Otro elemento a favor de la mejora de precios viene de Brasil.
Este país hoy es el tercer mayor productor de alimentos del mundo. Ya ha desplazado a EE.UU. como principal exportador de carnes rojas y continúa ocupando el primer puesto en la exportación de café y soya. Claramente, no es cualquier país.
De hecho, el mundo mira a Brasil como la esperanza alimentaria global.
La sequía en Europa, los terribles temporales en China y en la India y los problemas geopolíticos centrados en Ucrania y Taiwan tienen en vilo a la dirigencia internacional. Por ello, Brasil emerge en el concierto de las naciones como una suerte de “salvadora”.
Sin embargo, la situación política en Brasil se ha modificado en 180 grados y por lo tanto el panorama no luce demasiado alentador.
Lula da Silva ha expresado recientemente que "no le interesa el papel de eterno exportador de productos básicos".
Expresiones como ésta, y otros indicios ligados más a la izquierda económica, generan incertidumbre sobre la presunta esperanza alimentaria proveniente de Brasil.
Por si ello no fuera suficiente, las demoras en la siembra de soja en la Argentina permiten vislumbrar una caída en los rendimientos unitarios. El USDA proyecta 49,50 millones de toneladas de producción. A la luz del cuadro climático y financiero, no parece ser una cifra realista.
La incertidumbre pasará a ser en los próximos meses, muy probablemente, el gran trampolín de los precios de la soja.