La actualidad requiere de formación constante, interpela a los profesionales con desafíos cada vez más inmediatos y las soluciones a su vez, son cada vez más complejas. No es ajeno a esto el sector agropecuario sino que, por el contrario, este rubro tiene como estandarte un Uruguay con una cadena productiva nacional que aplica tecnología de punta, que es amigable con el medio ambiente y sirve al mundo de productos de la más alta calidad, diferenciados y en tiempo y forma.
Esto no es casualidad, es fruto de muchos años de trabajo de los distintos actores de la cadena, y entre ellos, los profesionales que buscan una formación cada vez más calificada para volcar sus conocimientos en nuestro territorio. Indudablemente, las circunstancias generadas tal vez de la aftosa en adelante, con la crisis de 2002, pasando por los pooles de siembra, una caída de algunos años y una nueva “bonanza” de los últimos 3 o 4, marcan un nuevo paradigma en la producción nacional. Pero ese nuevo escenario, hay que tener un sistema preparado.
“Hay una coyuntura favorable, y la enseñanza es que cuando tenés fortalezas en el sistema y capacidades generadas en la organización, la cadena agroindustrial, la tecnología y demás aprovechás mejor estas situaciones”, dijo el Ing. Agr. (PhD) Ariel Castro, decano de la Facultad de Agronomía. En otras palabras, la coyuntura de buenos precios en otros momentos llevó a diversos productores a tomar acciones en el límite, llevando cultivos a donde no se adaptan o forzar la sustentabilidad de los sistemas amparados solamente en que “el número cierra”. “La rentabilidad tapa todo, pero no tapa los problemas del sistema”. Además, Castro expresó que si “forzás los sistemas al máximo aparecen problemas”. En función de este panorama favorable, el decano de la Facultad de Agronomía dijo que “ojalá esta coyuntura interesante permita capitalizar en infraestructura a nivel predial y mejora de los sistemas, porque si no aprovechás las ganancias ahora, cuando la rentabilidad no es tan alta es más difícil”.
Indudablemente, cuando Castro habla de estas situaciones, se refiere a la explotación algo indiscriminada que se hizo de la agricultura en el boom de la soja y la llegada de los pooles de siembra. “Las metidas de pata no fueron recomendaciones técnicas de agrónomos uruguayos”, dijo, “las limitaciones estructurales o condiciones ambientales no se pueden obviar, aunque tengas años buenos y relaciones de precio buenas y haya tentaciones”. De este modo, a la larga los grupos o productores extranjeros supieron integrar el conocimiento que había a nivel nacional y cuando pasó esa locura de la novedad, la formación de los agrónomos uruguayos cambió la situación.
Castro expresó que hoy los agrónomos salen bien formados para enfrentar los desafíos de los sistemas de producción, pero sobre todo con una aproximación multifactorial o multidisciplinaria. “Saben integrar, y eso es una fortaleza porque da resiliencia ante cambios de coyuntura y paradigmas, permite integrar cambios tecnológicos fuertes, como pasó con la siembra directa o la intensificación de concentrados en lechería”, dijo.
En ese sentido, Castro expresó que los indicadores marcan que la Facultad tiene “los porcentajes más altos” de estudiantes que trabajan de lo que estudiaron y volverían a estudiar lo mismo. Pero en ese marco tan desafiante, “la idea del profesional que se formó, encuadró el título y ejerce hasta que se jubila no corre más”. Hoy los jóvenes vinculados al sector y con formación profesional, optan por seguir formándose. “Que tengamos un porcentaje de profesionales en la Facultad que se formó en otro lado no es en detrimento nuestro o porque la formación sea mala, porque para una institución el intercambio y la diversidad es como el oxígeno: hay distintos enfoques para los mismos problemas”, cerró.
Dentro de esta bonanza económica, es preciso preguntarse si hay un mayor interés en los jóvenes de nuestro país de estudiar agronomía. “Todavía no se ve”, responde Castro, “se continúa en el eje de 400 alumnos por año, tal vez un poquito menos”. En 2009 o 2010 se registró un incremento de estudiantes asociado a cierta bonanza marcada del sector, pero eso tardó un poco en llegar. “Es muy probable que tengamos un incremento en el número de estudiantes el año que viene o el otro”, expresó.
Ignacio Macedo es un ingeniero agrónomo que ya cursó la maestría en ciencias del suelo de la Universidad de la República. “Después de eso surgió la chance de venir a Estados Unidos a hacer un doctorado”. Macedo hace ya casi 2 años que está en Norteamérica, y se fue en uno de los peores momentos de la pandemia: setiembre de 2020.
“Mi doctorado es en la Universidad de California Davis, y lo bueno es que estoy trabajando con datos de Uruguay”. El tema sobre el que trabaja Ignacio es el desempeño productivo y ambiental en sistemas basados en arroz, con una parte basada en el experimento a largo plazo de las rotaciones arroceras de INIA Treinta y Tres, y la otra con una base de datos de productores de Saman. “He aprendido mucho”, dice Macedo, que se fue con su novia, también oriunda de Treinta y Tres. A su vez, “Nacho” destacó que los agrónomos uruguayos van con una base muy sólida a la hora de repasar conceptos.
“Nuestra idea es volver porque nuestro lugar es Uruguay, y quiero volcar lo aprendido trabajando con los productores hombro a hombro, que son los que están con los pies en la tierra y nos desafían a solucionar problemas reales”, dijo Macedo, y agregó que el desafío es ser “económicamente viables, ambientalmente amigables y socialmente aceptados”.
Paula Silva es licenciada en Ciencias Biológicas, hizo su maestría en agronomía en Ciencias Vegetales y a raíz de eso ingresó en 2013 en el INIA. En 2016 pudo irse a hacer un doctorado a la Universidad Estatal de Kansas, en Estados Unidos, de donde volvió el año pasado. “Volví a mi posición en INIA Estanzuela, donde en principio trabajaba en la parte de mejoramiento molecular de cultivos y hoy estoy a cargo de mejoramiento por resistencia a enfermedades en trigo y cebada”.
Pablo González Barrios es un ingeniero agrónomo que trabajaba en la cátedra de biometría y estadística, diseñando experimentos y analizando datos. En 2011 empezó su maestría en Ciencias Agrarias y en 2016 se fue a la Universidad de Wisconsin. Pablo se fue con su esposa que es arquitecta, y su primera hija nació allá en 2018. En 2020, en uno de esos vuelos humanitarios coordinados por el Ministerio de Relaciones Exteriores, regresaron a Uruguay porque había terminado sus cursos, se quedaba sin beca y sin seguro de salud. Su esposa, embarazada, pudo tener a su segundo hijo ya en tierras uruguayas. En Estados Unidos, González Barrios se formó en mejoramiento genético vegetal, trabajando con datos de trigo y avena y salieron 3 artículos académicos de ese proyecto.
“Nuestro plan fue siempre volver, soy muy hincha de la Facultad de Agronomía y de estar acá”, cerró Pablo.
Jesús Castillo es ingeniero agrónomo también, y desde 2019 está radicado en Inglaterra por los estudios de doctorado en la Universidad de Cranfield. Su tema de estudio es el nitrógeno en el sistema completo de arroz y ganadería y nuevos cultivos como soja, cuantificando la eficiencia del uso y el balance total del sistema de este nutriente. “La idea es demostrar en números lo exitoso del sistema integrado de arroz y ganadería uruguayo a nivel internacional, y al mismo tiempo que sea amigable en términos ambientales”. Al respecto de su regreso, Castillo dijo que piensa estar en Uruguay en la última parte de este 2022 y retomar su trabajo en INIA, continuando con esta temática así como con otras asociadas a la nutrición del arroz.
La formación creciente genera nuevos desafíos, y cada vez más inmediatos. “La agronomía de calidad está siendo presionada por varios lados”, dijo Ariel Castro. “No se puede obviar la complejidad del sistema y ver “la vaca en partes”, así como se debe tener un buen análisis e interpretación de los datos que resultan de las aplicaciones y debemos pensar que no son solo sistemas biológicos, hay una complejidad social insoslayable donde los productores deben vivir de eso”. En función de esto, la agronomía tiene mucho que aportar y beneficiarse de eso.
Producciones de punta a nivel mundial en carne, en leche, en granos, en productos forestales, en lana y demás. Certificaciones ambientales, diferenciación, aplicación de tecnología, seriedad, cumplimiento y preparación para los desafíos a futuro de Uruguay como abastecedor de alimentos y materias primas a un mundo tan convulsionado.
Lamentablemente, situaciones a nivel mundial como la invasión rusa a Ucrania demostraron el valor estratégico de nuestro país de ser abastecedor de alimentos. Para los desafíos venideros, que por cierto son muchos y de alta exigencia, se necesitan recursos humanos de alto valor para enfrentarlos. Afortunadamente, Uruguay tiene profesionales de excelente calidad, pero que además enriquecen su trayectoria conociendo el mundo y estudiando afuera, para luego volver y agregarle aún más valor a la producción nacional.