Durante más de 10 años, Renata Reinheimer, doctora en Ciencias Biológicas, investigadora del CONICET y profesora de la Universidad Nacional del Litoral, se interesó por estudiar la diversidad de las especies. Se preguntó por qué las plantas tienen formas distintas y profundizó en los distintos niveles de su biología, su morfología y estructura.
Luego viajó a Estados Unidos para enfocarse en el desarrollo vegetal desde una perspectiva evolutiva: “Aprendí a leer la evolución de las especies y a encontrar genes, mecanismos moleculares que son responsables de grandes saltos en características de las plantas. Esa reconstrucción del pasado me llevó a identificar genes candidatos a realizar grandes cambios en la evolución de las plantas”, contó la investigadora en entrevista con Agrofy News.
Cuando regresó a la Argentina se radicó en el Instituto de Botánica Darwinion en Buenos Aires: “Íbamos a buscar especies nativas y no las encontrábamos, en su lugar había un campo de soja. Ahí uno cobra dimensión de lo que es la pérdida de biodiversidad por el avance de la frontera agrícola”, expresó Reinheimer.
Volvió a Santa Fe para trabajar en el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral y comenzó a vincularse con biotecnólogos: “Sabía que ahí iba a tener las herramientas suficientes para probar los genes que había identificado en todo este trayecto. Conformé un grupo de becarios en el instituto y lidero el laboratorio de evolución del desarrollo”, continuó la investigadora.
La revelación
Comenzaron a probar genes en el laboratorio y se encontraron con un grato resultado: “Teníamos dos o tres importantes que sospechábamos que tenían que ver con este gran cambio de la forma de las plantas y el ciclo de vida. Tomamos uno de ellos y lo incorporamos a una especie que vive solo dos meses. Logramos generar variedades que vivían siete veces más, un año y medio o más”.
Además, sorpresivamente habían logrado mantener o estabilizar la producción e incluso aumentarla: “Encontramos que estas variedades producían 4000 por ciento más de biomasa y 200 por ciento más de semillas, además de otros atributos que todavía no llegamos a estudiar en profundidad”.
“Eso fue una gran revelación para nosotros porque efectivamente los genes que habíamos identificado lograban extender la vida de las plantas, pero además manteniendo la productividad”, agregó Reinheimer.
Respecto a qué tipo de metodología científica utilizan, la investigadora explicó que es independiente de cómo se aplique: “Puede ser por transgénesis, edición génica o mejoramiento tradicional. Estamos explorando los tres métodos y cada uno tiene sus ventajas y desventajas, económicas, sociales, ambientales. Por ejemplo, solicitamos la solicitud de patente a la UE y ellos no aceptan transgénicos, entonces ahí tenemos que explorar la edición génica. Por eso tenemos que poner todo en la mesa y decidir qué producto vamos a desarrollar”.
Nace Infira
En ese momento, tal como explicó la doctora en Ciencias Biológicas, eran un laboratorio de investigación básica por lo que no tenían las herramientas suficientes para definir si eso era efectivamente una innovación: “Recurrimos a la UNL y a la oficina del CETRI, hicimos un estudio en profundidad y se llegó a la conclusión que tenía la altura inventiva suficiente para solicitar una patente. Tuvimos que hacer muchos ensayos a nivel laboratorio que requerían mucha inversión y muchos plazos que cumplir”.
Luego comenzaron a pensar para qué iban a utilizar la tecnología, qué mercado cubrir y para eso decidieron incorporar al equipo gente que supiera de negocios. María Victoria Nagel, Magister en Innovación y Emprendimiento y la ingeniera química Cecilia Arolfo se sumaron para dar soporte e impulsar la empresa de base tecnológica.
“Me llamó mucho la atención lo disruptivo que es el proyecto y no dudé en sumarme. Si miramos las innovaciones que hubo en el agro en el último tiempo, muchas están enfocadas en mejorar los insumos, la planta desde su productividad o para ser resistente a algún herbicida, tecnología para monitoreo, pero esto es muy distinto”, expresó Nagel.
A través de una licencia por exclusividad cedida por la UNL y el CONICET, fundaron Infira: “Con esa licencia lo que hacemos es la puesta a punto de la tecnología en distintos cultivos. Queremos tener un impacto global, así que elegimos cultivos que abarquen la mayor superficie cultivable del mundo”.
Actualmente están trabajando con arroz, que es una especie que se cultiva por 150 días aproximadamente y tiene dos o tres meses de vida. Es una especie anual, de un solo ciclo: “Lo que queremos es generar variedades que vivan dos o tres ciclos más, pero que al mismo tiempo mantengan los mismos niveles de productividad, que aseguren el rendimiento”, detalló la emprendedora.
Las ventajas de vivir más tiempo
¿Por qué se buscan especies de vida más largas? Reinheimer explicó: “Si miramos la naturaleza, la cantidad de especies que hoy conocemos y tienen nombre y apellido son 300 mil. Y si miramos cuántas son de vida larga y cuántas de corta nos llevamos una sorpresa. El 95 % de las especies que hoy conocemos en nuestro planeta son de vida larga. Hay una clara preferencia de la naturaleza en la selección natural por aquellas especies que viven más tiempo porque tienen enormes ventajas ambientales”.
Según cuenta la investigadora, al poder vivir más tiempo no solo están cubriendo el suelo por un período más largo, además tienen la posibilidad de desarrollar raíces: “Tienen un mejor sistema radicular lo que fija mayor carbono en el suelo, tienen un mejor uso del agua, son excelentes recicladores de nutrientes, están en perfecta armonía con el ambiente y permiten un hábitat más prolongado para la biodiversidad”.
Dio ejemplos: “Los árboles son algunas especies perennes, pero en la Argentina tenemos pocos bosques. Las especies perennes de La Pampa son los pastos. En Argentina, la mayor superficie estaba cubierta por pastizales naturales. Hoy quedan algunos remanentes que son reservas naturales, parques nacionales. Si hubiéramos seguido el curso de la selección natural, deberíamos tener pastos perennes en todo el país. Lo que hicimos fue que gran parte de ese paisaje, hoy, por el avance de la agricultura está ocupado por hierbas anuales. Es lo opuesto a la tendencia natural”.
Por su parte, Nagel expresó las ventajas económicas que brinda la perennidad: “Al desarrollar variedades de vida más larga o perennes lo que logramos es que el cultivo se establezca un solo año y se lo deje en el suelo por dos o tres ciclos más. Esto reduce la cantidad de maquinaria que se mueve, el uso de insumos, reduce la huella ecológica y los costos directos”.
Y aclaró: “Uno piensa perennes como si fueran 50 o 100 años. Acá estamos hablando de una perennidad de dos o tres años más. Extenderle un poco la vida a nuestros cultivos reintegraría esa base original perenne que tenían nuestros paisajes”.
Además de arroz, Infira está avanzando en otros tres cultivos: caña de azúcar, alfalfa y soja: “Estamos diversificando a otro tipo de cultivos que no son solo de consumo humano sino que sirven para la producción de biocombustibles yalimentación para ganado”.
Cambiar el hardware
Una de las preguntas lógicas que plantean desde Infira es por qué con todas esas ventajas que tienen los cultivos de vida larga, se sigue sembrando todos los años: “Porque las plantas perennes pierden productividad ciclo tras ciclo. Se las anualizó en la práctica para maximizar la producción agrícola. Nosotros tenemos una tecnología que cambia el ´hardware´ para no perder la productividad”.
Lo que propone Infira es disruptivo: cambiar la forma de la planta: “Cuando uno mira la estructura de las plantas, el tallo, las raíces, en general todo eso no cambia para que se coseche de la misma forma, para que se rote como lo establezca un ingeniero agrónomo. Lo que nosotros venimos a proponer transforma eso. Por ejemplo, en arroz son plantas más chatas, compactas, no tienen tanto vuelco”, explicó Nagel.
Lo que eso va a generar es que va a tener todas las ventajas ambientales de una planta perenne, pero va a requerir el desarrollo de maquinaria especial o adaptación de maquinaria para cosechar principalmente sin dañar la planta para que el ciclo siguiente rebrote: “Puede dar oportunidades de negocios nuevas para los productores, por ejemplo, para el ciclo que no tiene granos poder utilizar eso como pastura o para otro fin que no sea agrícola”, agregó la emprendedora.
Vender conocimiento
Infira tuvo una inversión inicial de Aceleradora Litoral y ahora, dos años después, se encuentran en proceso de obtener su primera ronda: “Buscamos 500 mil dólares a cambio de acciones de la empresa y estamos teniendo buena aceptación”, adelantó Nagel.
“Cuando surge algo muy disruptivo puede generar reticencia desde lo desconocido. Por ejemplo, si soy un productor de insumos para el campo y esta innovación implica que se va a consumir menos herbicidas, la pregunta normal es qué rol voy a jugar en ese nuevo escenario. Nuestra estrategia no es correr gente del mercado sino sumarlos en esta etapa temprana para pensar cómo jugaríamos juntos cuando la tecnología esté en el mercado”, explicó.
Infira está localizada en el Parque Tecnológico Litoral Centro. Además de las tres emprendedoras originales, cuentan con un asesor en propiedad intelectual y un ingeniero agrónomo: “Trabajamos con una mesa de innovación conformada por consultores del agro de distintas disciplinas y con abogados, sociólogos y profesionales en asuntos regulatorios”, detalló la emprendedora.
Por su parte, la doctora en Ciencias Biológicas aclaró que actualmente Infira no cuenta con variedades de semillas para comercializar: “Tampoco vamos a hacerlo en un futuro. Somos una empresa de base tecnológica. Aportamos más conocimiento al conocimiento. Licenciamos nuevas patentes a empresas que ya tienen toda la estructura armada y el conocimiento suficiente para multiplicar y llevar al mercado la tecnología”.
Nagel adelantó que la empresa tiene todo un tiempo biológico que atravesar antes de salir al mercado: “Nuestras ventas van a empezar en cinco años porque tenemos que hacer muchas pruebas técnicas, pero sí estimamos que en 18 o 24 meses vamos a tener una nueva ronda de inversión a nivel internacional para sostener estas etapas La idea es incrementar el equipo de trabajo, avanzar en ensayos y en la protección de patentes y registros”.
Fuente: El País - Uruguay