El primer semestre del año terminó con un buen nivel de actividad para la industria frigorífica y con los precios más altos de la hacienda en 50 años.

Pero la segunda parte del año arrancó con mayor incertidumbre económica y con precio de la carne en junio, y probablemente también en julio, con mejoras inferiores a la inflación.
El cierre del semestre muestra que hubo una faena vacuna 2% por encima de la registrada en los primeros 6 meses del año pasado. En el caso del sector porcino el incremento fue de 1%.

Al mismo tiempo, los precios de la hacienda con destino a la faena registraron los mejores valores de los últimos 50 años, tal como lo informa Ignacio Iriarte en su columna.

Como dijimos en editoriales pasados, sostener el nivel de actividad es necesario para la supervivencia de la actividad industrial y comercial. Las empresas se ven empujadas a ser cada vez más productivas debido al continuo incremento de costos y a las complicaciones para su traslado al precio de la carne.

La escasez de gasoil ocasiona trastornos para toda la logística de transporte de hacienda y distribución de carnes, además de incrementar los costos productivos de cada kilo de carne que sale de los frigoríficos. También impactan en los costos los incrementos en las tarifas de la energía eléctrica y los salarios, por mencionar sólo algunos más.

El aumento de los costos de producción son absorbidos por la industria frigorífica, los matarifes y por último los comerciantes minoristas, el traslado a precio se da en la medida que el consumidor convalida los aumentos.

Lo que estamos viendo los últimos meses, es una perdida acelerada del poder adquisitivo de los consumidores y aunque otras carnes registran un aumento mayor en forma interanual, son priorizadas por su menor valor lo que expresa el menor poder de compra del ingreso de los ciudadanos.

El aumento de precios de la carne vacuna de junio fue muy inferior al índice de precios mensual y ya se coloca a la par en el interanual, pero aun así, el consumidor, debido a la situación general ve a la carne vacuna como un producto caro.

En este difícil contexto, los esfuerzos deberían estar abocados en resolver cuestiones que erosionan la rentabilidad de la actividad y que son resortes del Estado: seguimos insistiendo con la posibilidad de exportar cueros crudos salados, con la modificación de alícuota de IVA al servicio de faena, la devolución de IVA por exportaciones que demora la AFIP, la adecuación de precios de referencia para exportaciones acorde a los movimientos del mercado internacional y el régimen simplificado para el comercio minorista.
En definitiva, pedimos que se resuelvan problemas históricos y también los nuevos que generan las sucesivas reglamentaciones o restricciones que complican la gestión y la eficiencia del negocio cárnico.

Por otro lado, los planes de inversión o adecuación de las plantas para la instrumentación del cuarteo de la media res se han visto absolutamente superados por el aumento de los precios y la dificultad de conseguir productos importados; la tramitación de créditos promovidos por el Estado y la banca oficial, también se ven afectados por la situación general.
Mientras tanto, el panorama de los precios internacionales no resulta alentador. Siguen en baja los valores de la carne que pagan Europa y China, nuestros principales destinos. Por otra parte, resultan alentadoras las recientes visitas sanitarias recibidas por SENASA de funcionarios de Malasia y de Méjico lo que alienta la posibilidad de acuerdos sanitarios para la apertura de dichos mercados.
En conclusión, en el sector privado se trabaja con mucho esfuerzo para sostener la actividad y se requiere del acompañamiento de los distintos organismos para ir solucionando problemas de índole estadual en tiempo y forma.

Por Daniel Urcía, Vicepresidente de

Fuente: FIFRA