La apertura estuvo a cargo de Teo Zorraquin, quien se refirió a la disyuntiva que año a año enfrentan los planteos agrícolas: ¿conviene seguir apostando por ese negocio en Argentina?
“El afuera nos condiciona, nos marca el ritmo, nos asusta o nos entusiasma. Nuestro rol empresario es leerlo y adaptarnos para aprovecharlo. Si vamos a seguir, gastemos energía en el cómo seguimos”, afirmó el disertante.
En esa línea, sostuvo que es igual de válido el optimismo que impulsa decisiones más arriesgadas, como el pesimismo que opera con mayor cautela. En cualquier caso, la clave está en comportarse acorde “a lo que sentimos, lo que pensamos, lo que hacemos y el mensaje que le damos a quienes trabajan con nosotros”.
A nivel internacional, el escenario actual es uno marcado por las consecuencias de la pandemia de Covid-19, que a su paso ha dejado altos índices de inflación globales, aumento en las tasas de interés, suba del costo real de los créditos y una disminución en la rentabilidad potencial de las inversiones. A eso hay que sumarle el incremento en los precios de los alimentos y de la energía, producto del actual conflicto entre Rusia y Ucrania.
En Argentina, la inflación local impacta en el poder adquisitivo de los trabajadores y suma a la incertidumbre general. ¿Qué deben hacer las empresas frente a ese panorama? Ver los números del negocio y analizar si el planteo es o no competitivo. “Empresa no es sinónimo de negocio. Las empresas hacen negocios pero no son el negocio. Las empresas no son su trigo o su leche”, indicó Zorraquin.
A continuación, el asesor mencionó los diez puntos que conforman el índice de competitividad de una empresa. “Son competitivas aquellas que tienen objetivos claros y compartidos, roles y niveles de organización definidos, gente que trabaja a gusto, escala suficiente, buena generación de información, agilidad en la toma de decisiones, alta eficiencia operativa, tienen una actitud de innovación, están bien relacionadas con su comunidad y ganan dinero”, detalló.
Así, para decidir si es conveniente o no embarcarse en una nueva campaña, Zorraquin apuntó a la importancia de analizar año a año la competitividad, la rentabilidad, los rendimientos y precios de indiferencia, las rotaciones y los ambientes. “Y si decido seguir, no hay que gastar energía en ponerlo en duda”, concluyó el asesor.
A su turno, Gustavo Duarte se refirió específicamente a la siembra de trigo en la región de la pampa arenosa, y afirmó que existen múltiples factores que afectan en la decisión de iniciar o no una nueva campaña. No solo entran en juego aspectos comerciales y agronómicos como los precios, los costos y los rindes, sino también atributos del entorno que impactan en lo emocional.
“Hay factores de resistencia al cambio como la tenencia en la tierra y los impactos en los sistemas de producción, y factores que ayudan al cambio como la renta, el margen de evolución de costos y la política agrícola”, indicó.
Luego de recorrer la evolución en los precios de los insumos que se aplican al trigo, afirmó que no se puede descartar ningún cultivo sino que se debe “seguir haciendo números”.
“El costo del cultivo crece y eso es inversión que hay que financiar. El precio crece y los parámetros de margen y retorno son pocos afectados. Pero se complica el escenario cuando agregamos el retorno de la tierra. ¿En qué podemos ayudar los tomadores de decisión? Hay que tener coberturas de precios, hay que trabajar más en la agronomía de sintonía fina y hay que conseguir contratos menos rígidos”, sostuvo Duarte.
Para el especialista, hay regiones aptas para seguir apostando al cultivo del trigo pero eso requiere de empresarios que le otorguen certeza a sus decisiones a través de la mesura de datos.
“Necesitamos también políticas agrícolas que no limiten el potencial expansivo del cultivo; agronomía compleja que optimice los factores productivos más relevantes para reducir las brechas productivas; profesionales con una mirada sistemática que aboguen por una agricultura que cuide al medio ambiente. En dicho contexto, el trigo seguirá siendo una gran oportunidad”, concluyó el panelista.
El encuentro cerró de la mano de Jorge González Montaner, quien consideró que la agricultura hoy está en el ojo público.
“Hoy nos miran de todos lados y tenemos un conflicto con la sociedad y con nosotros mismos. Cada productor es un ciudadano y cuando hay una externalidad que genera un impacto negativo, el primero que la sufre es quien está en ese lote”, dijo.
En este sentido sostuvo que la clave del éxito está en la tecnología, tanto en nuevas maquinarias como en insumos mejorados que cada vez se suman con más fuerza a los sistemas y en un futuro permitirán llegar a planteos menos agresivos y con mejor funcionamiento.
A continuación, y de cara a la campaña que se viene, el asesor hizo un llamado a los presentes: “Necesitamos que los jóvenes se incorporen al sistema y lo hagan con alegría.
Una de las razones por las que se van es porque no transmitimos alegría. Si nos quedamos sin nuestra gente, no habrá futuro para la Argentina. La pasión hay que transmitirla y sólo puede hacerlo quien la siente. Necesitamos a los pibes comprometidos con nuestro sistema”, afirmó Montaner.
“A los agrónomos: este es el momento en que tienen que mostrar la diferencia, sean flexibles, creativos. Hay un valor en meter toda la experiencia y generar las mejores decisiones”, finalizó el disertante.