En respuesta a estas múltiples amenazas globales, necesitamos soluciones a gran escala que sean eficaces en función del costo y equitativas, y que puedan aplicarse rápidamente. Los bosques y los árboles ofrecen esas soluciones y pueden ayudarnos a recuperarnos, si reconocemos mejor su valor y el papel crucial que desempeñan en la creación de economías resilientes y sostenibles.
El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura sobre la situación de los bosques en el mundo, que se presentó en el XV Congreso Forestal Mundial bajo el lema “Construir un futuro verde, saludable y resiliente con los bosques”, muestra claramente tres formas en las que podemos redoblar los esfuerzos si queremos liberar su potencial:
Detener la deforestación y mantener los bosques podría evitar de forma significativa las emisiones de gases de efecto invernadero: alrededor del 14 por ciento de la reducción necesaria hasta 2030 para mantener el calentamiento del planeta por debajo de 1,5 ºC. También podría salvaguardar más de la mitad de la biodiversidad terrestre de la Tierra, un proveedor clave de servicios ecosistémicos para la agricultura sostenible. Los bosques son la mayor reserva terrestre de carbono y de biodiversidad, y sin embargo están reduciéndose.
Restaurar las tierras degradadas y ampliar la agrosilvicultura: unos 1 500 millones de hectáreas de tierras degradadas —una superficie que corresponde al doble de la de Australia— se beneficiarían de la restauración, y el aumento de la cubierta forestal impulsará la productividad agrícola en otros 1 000 millones de hectáreas. La restauración de las tierras degradadas mediante la forestación y la reforestación podría eliminar de la atmósfera el CO2 de forma económica y equivaldría a quitar de la circulación entre 195 y 325 millones de automóviles de turismo con motor de gasolina cada año durante 30 años.
El uso sostenible de los bosques existentes y la creación de cadenas de valor ecológicas ayudarían a satisfacer la futura demanda de más materiales renovables. Teniendo en cuenta que el consumo mundial de todos los recursos naturales se duplicará con creces, pasando de 92 000 millones de toneladas en 2017 a 190 000 millones en 2060, el uso de madera sostenible en la construcción, por ejemplo, puede almacenar carbono y hacer frente a la crisis climática, al tiempo que aumenta la resiliencia y la sostenibilidad.
No habrá una economía saludable en un planeta insalubre. El deterioro del medio ambiente está contribuyendo al cambio climático, a la pérdida de biodiversidad y a la aparición de nuevas enfermedades. A pesar del papel crucial que pueden desempeñar los bosques y los árboles para hacer frente a estas amenazas, se les infravalora de forma sistemática en nuestros sistemas económicos. Como resultado, los bosques no reciben ni la atención ni las inversiones necesarias para lograr una conservación significativa y una ordenación sostenible.
Debemos aumentar sustancialmente las inversiones en estas tres vías interconectadas basadas en los bosques. Hay varias maneras de hacerlo:
Es esencial buscar la forma de reorientar los incentivos existentes para los productores agrícolas —por valor de unos 540 000 millones de dólares de los EE.UU. al año— para contribuir a que las estructuras que rigen la producción, distribución y consumo de nuestros alimentos sean más sostenibles. Más de una cuarta parte de la población mundial depende de la leña para cocinar sus alimentos y un número aún mayor utiliza productos forestales no madereros para obtener alimentos, piensos y medicinas. Las inversiones en silvicultura y agrosilvicultura crearán economías locales más diversificadas y resilientes.
También hay que fomentar nuevas inversiones en áreas como la financiación del clima, los programas de recuperación ecológica y el apoyo de la inversión privada.
Es esencial hacer llegar la financiación a los pequeños productores. No podemos confiar en el efecto “goteo”. En su lugar, necesitamos nuevas soluciones que satisfagan sus necesidades y reduzcan las desigualdades.
Sólo conseguiremos resultados si dejamos de trabajar de forma compartimentada. La transformación de los sistemas agroalimentarios y la protección, restauración y ordenación sostenible de los bosques deben ir de la mano.
Las actuales crisis de tipo medioambiental, sanitario y social exigen una acción urgente para una recuperación sostenible. Promover un modelo en el que los bosques y la agricultura se apoyen mutuamente requiere una mayor inversión política, financiera y técnica.
Más de 20 países en desarrollo ya han demostrado que es posible hacerlo. Datos recientes confirman que la deforestación se ha reducido con éxito en América del Sur y Asia.
Entre los medios para lograrlo se encuentran las políticas nacionales que promueven los mercados locales sostenibles, una economía verde y circular; la reorientación de los subsidios agrícolas; establecer objetivos nacionales claros para el desarrollo agrícola sostenible y la protección y el uso sostenible de los bosques; así como la seguridad de la tenencia de la tierra y los derechos de los agricultores en los paisajes agroforestales para utilizar los bosques y los árboles.
La FAO se dedica a trabajar para lograr sistemas agroalimentarios más eficientes, más inclusivos, más resilientes y más sostenibles y promueve la contribución de los bosques a este proceso, a través de su conservación, restauración y uso sostenible.
Pero debemos hacer más para empoderar a los agricultores rurales, los pequeños productores, las mujeres y los jóvenes, los pueblos indígenas y las comunidades locales. Ellos son los custodios de casi la mitad de los bosques y tierras agrícolas del mundo.
Esta semana, el Congreso Forestal Mundial, que tiene lugar en Seúl (República de Corea), reúne a representantes de los cinco continentes y ofrece una oportunidad única para centrarse en soluciones de impacto hacia la construcción de un futuro verde, saludable y resiliente por medio de los bosques, y conseguir la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Ampliar la escala de las soluciones basándose en los bosques y los árboles puede liberar su potencial para ayudar a mitigar las perturbaciones económicas y la inseguridad alimentaria que afectan a los más vulnerables. Lo que ayudará a lograr nuestros objetivos: una mejor producción, una mejor nutrición, un mejor medio ambiente y una vida mejor para todos, sin dejar a nadie atrás.
Por QU Dongyu, Director General de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)