La inflación de marzo se ubicó en 6,7% mensual. Asumiendo una posición optimista el Ministro de Economía señaló que esta tasa será la más alta del año. Argumenta que coincidieron aumentos de precios regulados con los incrementos que vienen trayendo los alimentos. De todas formas, la inflación núcleo –que es la inflación en productos que no son estacionales ni regulados– estuvo también en el orden del 6,4%. Es decir que, aun suponiendo un congelamiento estricto de precios regulados y que los precios estacionales se compensen entre sí, la inflación en los meses que vienen será superior al 4%. Posiciones más pesimistas alertan sobre la posibilidad de una hiperinflación.
El desenlace es impredecible porque depende de la magnitud de la emisión monetaria y de la demanda de pesos por parte de la gente. En la medida que ambas variables no se disloquen, la situación será de alta inflación sin llegar a hiperinflación. De todas formas, la alta inflación es un fenómeno de larga data.
En los últimos 60 años, la mitad del tiempo hubo gobiernos peronistas, un cuarto gobiernos radicales (solos o en coalición) y el otro cuarto hubo gobiernos miliares. Tomando datos del Ministerio de Economía se observa que:
- En los años del Partido Justicialista la tasa de inflación promedio fue de 78% anual.
- En los años de gobierno militar la tasa de inflación promedio fue de 132% anual.
- En los años de la Unión Cívica Radical, sola o en alianza, la tasa de inflación promedio fue de 386% anual.
Estos datos muestran que, si bien hay diferencias entre gestiones, en todos los gobiernos, independientemente de su orientación política, hubo alta inflación. Resulta muy sugerente que durante tanto tiempo y con alineamientos políticos tan disímiles las tasas de inflación promedio se hayan mantenido entre dos y tres dígitos. Que haya sido sostenida por prácticamente todos los gobiernos la da a la inflación el rango de “política de Estado”.
Concentrar la atención en los errores del actual gobierno, pasando por alto que en el pasado las tasas de inflación fueron aún más altas, no solo peca de falta de autocrítica, sino que desenfoca el diagnostico. En las últimas 6 décadas, todos los gobiernos, más allá de sus diferencias ideológicas, optaron por administrar el Estado con desequilibrio fiscal. Esto llevó a excesos de endeudamiento público, que derivaron en varios defaults y más de 20 acuerdos con el FMI, y/o excesos de emisión monetaria. Aunque la teoría económica admite que la inflación es un fenómeno multicausal, con la acumulación de 60 años de desequilibrios fiscales es indudable que esta causa en la Argentina es la principal.
Las soluciones no pasan por las tradicionales políticas de ajuste fiscal. El ajuste previsional manipulando la movilidad para licuar jubilaciones no es una solución porque baja el gasto presente, pero aumenta el futuro a través de los juicios previsionales. Es con el ordenamiento previsional, tomando como eje el principio de que todos los habitantes se jubilen con las mismas reglas, que se dará sostenibilidad financiera y equidad. Tampoco aporta soluciones el reiterado ajuste impositivo basado en aumentar impuestos a los que ya pagan. Es con el ordenamiento impositivo, tomando como eje la unificación de impuestos, que permitirá bajar la presión impositiva y burocrática y simultáneamente mejorar los ingresos del Estado por menor evasión. En igual sentido, a través del ordenamiento funcional del Estado, que elimine superposiciones entre organismos nacionales, provinciales y municipales, se podrá controlar el gasto público y aumentar su eficiencia.
La creciente preocupación por la inflación es la oportunidad para tomar conciencia de la importancia de tener un Estado ordenado. No solo para lograr estabilidad sino para salir de la larga decadencia. Cargar las responsabilidades en el actual gobierno o bregar porque alguien se haga cargo de desplegar las tradicionales recetas de ajuste fiscal es repetir tozudamente los mismos errores.
Fuente: Idesa.org