La agricultura apunta cada vez más a una reducción del uso de productos fitosanitarios, a generar producciones más sostenibles y al cuidado del medioambiente. La producción yerbatera no se queda atrás, según datos de la Comisión Asesora para la Producción Orgánica –organismo dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación–, en poco más de un año la producción de yerba mate orgánica creció un 6 % en la provincia de Misiones.
En este aspecto, desde 2018, investigadores del INTA Montecarlo y de la Universidad Estadual do Oeste de Paraná (Unioeste) en Brasil, vienen trabajando en el control biológico de plagas de la yerba mate. Esta colaboración se da dentro de tres proyectos que reciben financiamiento del Programa Regional de Asistencia al Sector Yerbatero (PRASY) y del Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM).
“Estamos trabajando tanto con productores de yerba mate orgánica como con productores convencionales que cambiaron su visión y están aportando para el control biológico”, mencionó María Elena Schapovaloff –investigadora del INTA Montecarlo y del Conicet–.
Las cuatro principales plagas que afectan el cultivo de yerba mate son el taladro o tigre de la yerba mate, el rulo o psilido, el marandová u oruga rabuda y ácaros (comúnmente denominadas: el bronceado, el rojo y el blanco). A su vez, existe una amplia gama de insectos que pueden alimentarse de las distintas partes de la planta, aunque la mayoría ocurren en bajos niveles poblacionales y no llegan a causar daños económicos significativos.
Los pulgones (Toxoptera aurantii), la cochinilla cerosa (Ceroplastis grandis), la oruga del cartucho de la yerba mate (Hylesia sp.) y la mosca blanca (Bemisia sp.), son plagas secundarias.
Es por eso, que recomiendan monitorear las plantaciones para detectarlas, pero al no haber estudios realizados en cuanto al umbral de daño económico de las principales plagas los productores se encuentran en un escenario de desconcierto ante su presencia. Tampoco hay variedad de productos para el control ya que solo se encuentra un insecticida registrado en el Senasa.
Todos los ensayos se realizaron en el Laboratorio de Control Biológico del INTA, y luego, se planificaron y realizaron en campos de productores orgánicos de la Cooperativa Agrícola Mixta de Montecarlo Limitada.
“Es necesario que los productores adopten medidas de control biológico y cultural, como parte de un programa de Manejo Integrado de Plagas (MIP)”, indicó la investigadora. De esta forma, se busca armonizar los aspectos ambientales con la dinámica de las especies, utilizando y poniendo a disposición las técnicas y métodos de monitoreo y control para mantener las poblaciones por debajo del umbral de daño económico.
El primer proyecto, con una duración de 24 meses, apuntó al desarrollo de estrategias de control biológico y estudio del comportamiento de Gyropsylla spegazziniana, plaga conocida como rulo de la yerba mate.
Todos los ensayos se realizaron en el Laboratorio de Control Biológico del INTA, y luego, se planificaron y realizaron en campos de productores orgánicos de la Cooperativa Agrícola Mixta de Montecarlo Limitada, con el fin de probar la eficiencia de las tácticas y estrategias desarrolladas, validar los resultados y, que los mismos estén disponibles para el sector productivo.
“La intensión fue afianzar el vínculo entre la cooperativa y sus socios productores de yerba orgánica, se formó un excelente grupo de trabajo, con reuniones para la transferencia e intercambio de los resultados obtenidos”, mencionó.
En 2020 presentaron dos nuevos proyectos: “Posibilidades de utilización de productos de origen vegetal y el hongo Beauveria bassiana en el control del rulo de la yerba mate” y “Prospección y uso de agentes biológicos y minerales para el control del taladro de la yerba mate (H. betulinus)”.
Los resultados obtenidos hasta el momento, confirmaron el potencial uso tanto por la acción eficaz, como por la practicidad y facilidad de manejo y uso de estas estrategias. En el caso del empleo de trampas amarillas, resultó atractivo para los adultos del rulo de la yerba mate. “Asegura que los insectos se contaminen en el dispositivo con los hongos aislados y, por transmisión horizontal, los conidios se propaguen en la población”, según detalló el equipo.
El control biológico, a diferencia del control químico no contamina los alimentos, el agua ni el suelo, tampoco afecta al humano y a los animales domésticos. Es económico, perdurable, especifico y no induce resistencia. Además, con su empleo, “se reduce considerablemente el uso de productos fitosanitarios permitiendo una producción más sostenible y respetuosa con el medioambiente”, agregó Schapovaloff.
Finalmente, la especialista resaltó que “es importante tener cuidado al aplicar insecticidas, ya que el uso de los mismos disminuye la presencia de los enemigos naturales por tener un amplio espectro de acción”. Aconsejó promover la presencia de estos con plantas que produzcan flores en el yerbal todo el año.
El objetivo es que tales medidas se integren y, junto con el monitoreo permanente de la población, se pueda establecer un Programa de Manejo Integrado de plagas en un futuro cercano.
Si bien ya se probaron dos productos comerciales a base de Beauveria bassiana, ahora el equipo avanzará en conjunto para generar bioinsumos, como parte de un nuevo proyecto firmado en 2021. Apuntarán a realizar ensayos con productos biológicos que están registrados para otros cultivos, y en caso de que los resultados sean alentadores, poder hacerlos extensivos para el cultivo de la yerba mate.