Cajas.
¿Para qué sirve PAMI?
Caja.
¿Qué función cumple ANSES?
Caja.
¿Qué cosa es una línea de bandera?
Caja.
¿Cuál es el fin de la obra pública?
Caja.
Todo es dinero público que al público trabajador le cuesta muchísimo juntar y que va a parar a un proyecto de poder soberbio y totalitario cuyos límites nunca van más allá del interés particular de los funcionarios.
Decimos con total naturalidad: “No renuncian a las cajas”, dando por sentado que esas cajas no se utilizan para lo que tienen que ser utilizadas. Y sin molestarnos por ello.
Las denuncias sobre la incapacidad, la desorganización y la desidia de PAMI se multiplican a diario, pero eso no es lo importante. Lo importante, además de los viajes de Luana Volnobeach y su novio a paraísos caribeños, es “la caja”. Que acomoda parientes y militantes a troche y moche a lo largo y a lo ancho de un país sin atención médica para sus jubilados, que son destratados todos los días, que ruegan para que el turno asignado les llegue antes que la muerte.
Claro, todo regado con “la patria es el otro” y advocaciones trasnochadas a una solidaridad que nunca fue tal; un anacrónico panegírico a las virtudes de la pobreza en contraposición a la maldad intrínseca de la riqueza y una pretendida tara ideológica que no es tal, porque ya nadie se cree el verso del amoroso progresismo.
Vamos, que a esta altura todos sabemos que son vulgares chorros, ¡qué van a venir con el verso del hombre nuevo si lo único nuevo son los sueldos lustrosos de esos inútiles que tienen poder o se conchaban gracias a “las cajas”!
Se fotografían con obras que ya estaban terminadas por el gobierno anterior, entregan casas sin techo y aprovisionan merenderos sin carne ni frutas ni verduras.
Regalan lo que no es propio.
Regalan lo que no existe.
Y a eso le llaman “hacer política”.
Desde Evita para acá han hecho caridad con la de los otros, siempre, claro, abjurando de la caridad porque eso es cosa de ricos sin alma.
No creen en el mérito porque no lo tienen.
Creen en la oportunidad que para ellos significa un contacto que los haga entrar en planta permanente.
Así, una persona común y corriente a veces sin ninguna capacidad especial se convierte en una planta.
Permanente.
Y ya nada puede preocuparle.
Si es una planta.
Permanente, encima.
Sólo cada tanto hay que darle una flor al jardinero que permitió que uno sea planta.
Permanente.
Sólo cada tanto hay que salir a gritar “la patria es el otro”.
Ese grado de ineficacia no se da sólo entre los últimos militantes que, sin colegio secundario que ahora venimos a enterarnos no es una plataforma de progreso sino una traba imposible de superar, consiguen sus conchabos estatales.
Este grado de ineficacia viene desde la cabeza del Estado.
Incapaces son el presidente, la vice, los ministros, los secretarios, los subsecretarios.
El canciller que no sabe inglés y cree que eso es gracioso es un gran ejemplo de ineptitud.
Y quienes -increíblemente- salieron a defenderlo al grito de “tampoco es tan necesario que el canciller sepa inglés” también contribuyen a la mediocridad general.
Sí, es necesario, por supuesto que es necesario, ¿cómo no va a ser necesario, mercachifles?
El canciller debe hablar inglés. Y francés. Y portugués.
En principio eso demostraría que se preparó para el cargo, que le interesa.
Todo lo demás es sarasa.
¿Cómo no va a saber, el encargado de dirigir la traducción del país al mundo y del mundo al país, la lengua en que mayoritariamente se comunica el planeta del poder?
¿Tan bajo hay que caer?
¿Qué tiene de difícil aprender un (¡UN!) idioma?
Es requisito para llevar valijas en un hotel cinco estrellas, ¿cómo no lo va a ser para ser canciller? Todo el tiempo que el nieto del estado Santiago Cafiero dedicó a no lavarse el pelo, podría haberlo usado en aprender “I am a pupil”.
Dicen que Cafiero se sintió bullyneado porque en las redes lo cargaron por su jerigonza infantil.
Y sí, “bullying” es una palabra en inglés.
Se entiende que no la entienda.
Se defendió hablando mal inglés en una radio amiga e insultando a quien osó criticarlo. La periodista María O’Donnell, responsable del espacio en donde ocurrió el bochorno, explicó después que en el momento no entendió lo que pasaba y se enojó y amonestó a su entrevistado. Quizás si toda la charla no hubiera tenido un tono condescendiente y canchero no se hubiera llegado a ese fin denigrante. Pero también es cierto que el canciller -y en general todos los funcionarios- sólo aceptan entrevistas en donde puedan pisar en terreno seguro y nadie les pregunte: “¿Qué habilidades tiene usted para ser canciller?”.
Incapaz es el secretario de comercio que pone cara de malo -como si hiciera falta- para decir que, libretita en mano, acabará con la inflación que provocan los empresarios malísimos que Argentina tuvo la desgracia de recibir en forma exclusiva, porque Chile, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia, por hablar de los vecinos más cercanos, también tienen empresarios pero no esta inflación.
El problema no son los empresarios, es el gobierno que regala lo que no hay.
¿Lo entiende Feletti?
¿O hay que hacerle dibujitos?
¿Qué habilidades tiene usted para ser secretario de comercio?
A propósito, ¿a qué se dedica un Ministro de Economía?
Ahora unos que están en el gobierno dicen que no son el gobierno.
Pero lo son.
No hay que perder tiempo con eso.
Lo único que tenemos que saber es que en estos dos años arrasarán con todo.
Es tan enorme el tamaño del desaguisado cometido que ya saben a esta altura del partido que no hay manera de que ganen las elecciones 2023.
Lo saben.
Entonces, sin el incentivo de conseguir los votos para mantenerse al mando de las cajas, ¿qué les queda? ¿Dejar algo en pie para ayudar mínimamente al que venga? ¿Cuidar lo que quede en las cajas para el mejor funcionamiento del país? ¿Alguien puede creer que el peronismo es capaz de un gesto así de democrático?
Es mejor no ir haciéndose los rulos.
El peronismo no tendrá un comportamiento democrático.
No está en su ADN.
Hay que repetirlo.
Son un proyecto de poder.
Soberbio y totalitario.
Son el partido del fascismo que más tiempo se ha mantenido en el poder en el mundo occidental.
A Mussolini lo colgaron de una soga.
A Evita todavía la tenemos colgada de la fachada del Ministerio de Acción Social, en la avenida más importante de la capital del país. Un armatoste feo y pesado que en su brutalidad no entiende que muestra toda su hipocresía.
Y no es una imagen gigante de Eva.
Son dos.
Enormes -como exige la liturgia fascista- cada una mide 31 metros de alto y 24 de ancho. Catorce toneladas entre las dos.
La que mira a la ciudad pujante muestra ropas humildes y actitud enojada. Los brasileros la miran y preguntan: “¿Por qué pusieron esa imagen de Carmen Miranda comiendo una hamburguesa?”.
La que mira hacia el sur pobre, luce joyas y sonrisa condescendiente.
Nada mejor que la obviedad para entender el doble discurso.
Milagro del gen fascista argentino que contaminó nuestras relaciones interpersonales, nuestra manera de estar en el mundo, que le abrió las puertas a cualquier militarismo, ojalá el peronismo esté dando sus últimos estertores.
Es la matriz autoritaria en la que crecimos, la bomba de tiempo demagógica y acomodaticia que instaló un general y ayudaron a diseminar -con mejores y peores intenciones- millones de argentinos a lo largo de los años.
Desarmar esa matriz es la tarea.
Cada simple kiosquito del poder; cada peaje sindical; cada lección de adoctrinamiento, cada documental mentiroso, debe ser desarmado y eso no será sin dolor.
La batalla no será sin luchadores que vendrán con el cuchillo entre los dientes a defender sus privilegios.
Porque este es un Estado de privilegios que, además, están aceptados y aplaudidos por la sociedad que los sufre, hasta ahí llegó el fascismo.
Hasta hacerte aplaudir a tus verdugos.
Las astronómicas jubilaciones de Cristina Kirchner no son otra cosa que privilegios. Y allí van, miles y miles de pobres a colgar su retrato en sus humildes ranchos.
Argentina es un gran vacunatorio vip.
Y no, no hay límites para el cinismo.
Los que cerraron el aeropuerto de El Palomar, que permitía a mucha gente volar por primera vez, son los que aplauden -o al menos callan- que la vicepresidenta use aviones del Estado para sus permanentes viajes de descanso a El Calafate.
No alcanzará con desmontar los privilegios.
También habrá que desmontar la naturalización de los privilegios.
Será muchísimo más duro de lo que parece.
Llevará años y llevará dolor.
¿Será que estos dos años de desastre monumental habrán enseñado algo a esa parte de la población que en 2019 volvió a votar peronismo aún sabiendo todo lo que sabía?
Porque en octubre del ’19 todo esto se sabía. Claro, no querían perderse su tarascón de choripán ni la UIA, ni la AEA, ni el CONICET, ni las universidades, ni la academia, ni los medios, ni los sindicatos.
Ahí estaban las Cabecitas de Sarlo explicando que votar a Cristina Kirchner no era abrirle la puerta al kirchnerismo porque coso.
Ahí estaban los Juan Carr, organizando el #CantaArgentina el 22 de diciembre, para festejar lo que se venía.
Ahí estaba Cristiano Ratazzi diciendo en enero del ’20 que “el primer mes de gobierno de Alberto Fernández fue brillante”.
Ahí estaban las feministas que le daban la bienvenida al “Presidenta Alberta”.
Ahí estaban los Marcelos Longobardi adulando al Alberto Fernández moderado.
Todos estos tendrán que reconvertirse porque el país de sus ideas ulceradas, ya fue.
Este estado de cosas ya explotó.
No tiene sentido ir buscando icebergs por ahí, el Titanic ya se hundió.
Se llama “lo que vendrá” el tango de Piazzolla, un músico genial no casualmente mal visto por el peronismo. Y ahí habrá que enfocarse. En lo que vendrá.
¿Cuánto tiempo llevará para que PAMI deje de ser una caja para alimentar ñoquis y sea el servicio que las personas mayores merecen?
¿Quién llevará adelante la tarea?
¿Quién llamará uno por uno a sus empleados y organizará los concursos que deben hacerse para repartir tareas, premios y castigos?
Queda claro que sin eso, no hay manera de comenzar.
En PAMI y en todos los organismos del Estado. En todas las escuelas y en todos los hospitales. En el INTA y en el INTI. En Canal 7, y en Paka Paka, y en Encuentro y en el Indec y en Incaa.
Que lo hicieron mal, ya nos quedó claro.
Cuando una funcionaria menor como Florencia Carignano cree que tiene la potestad para decidir cuándo y por qué los ciudadanos pueden o no entrar o salir del país, es obvio que a su ineficacia para organizar su trabajo se le agregan toneladas de autoritarismo y soberbia.
El tema es, ¿qué se hace de ahora en más para que ninguna Carignano de dos por tres, acarreando ignorancia, ineptitud y mala leche llegue a un cargo con poder de decisión?
¿Quién está preparando hoy los concursos de aptitudes que serán imprescindibles en cada repartición pública?
¿Quién desde el Estado se va a hacer cargo de las exportaciones, de las migraciones, del cine, de la televisión, de la tecnología del campo?
¿Quién va a sacar al Estado de todos los lugares donde no tiene que estar?
A esas señoras pegadas con la gotita al mostrador de no atención al público, ¿quién le cerrará el paquete de Tía Maruca y les dirá “o atienden o se van”? ¿Quién les dirá que no se les paga para que se pinten las uñas? Mejor aún, ¿qué sociedad será la que obligue a sus dirigentes a que tomen a las Tías Marucas por las astas?
Porque los dirigentes sólo se tirarán a la pileta si hay agua.
Y el agua es la sociedad que reclame firmemente mejoras y se banque la que venga. Que será cruel, que será duro, que será a cara de perro.
¿Cómo se frena el chorro -o mejor, a los chorros- de Aerolíneas Argentinas?
¿El verso de “Línea de Bandera”, tiene todavía muchos adherentes?
¿O haber probado las mieles de las low cost, la posibilidad cierta de ver a los parientes de Salta, a los amigos de Misiones, a los clientes de Ushuaia gracias a la competencia, nos hizo salir del lugar común y podemos pensar alternativas superadoras?
¿Quién resistirá, cuando la burocracia ataque? Da por descontado: vendrán las mafias sindicales, los paros salvajes; el narcotráfico secuestrará y matará. ¿Resistiremos, para seguir viviendo, como en la canción?
Es cierto, habrá una miseria urgente que no podrá esperar. Son los millones y millones de argentinos que no comen hoy y a los que no se les puede decir “ya vendrán tiempos mejores”.
Hoy hay que modelar esos tiempos mejores para los que nunca tuvieron tiempos mejores.
¿Cómo se sale del plan platita hacia la dignidad humana?
¿Alguien hay pensando esto?
Porque así de pesados son los desafíos.
Y otra vez, ¿hay una sociedad preparada para eso? ¿Qué queremos que pase, aquellos que todavía comemos todos los días, con aquellos que no llegan, que no alcanzan?
¿Qué vamos a demandar?
Porque la última vez, en el ’19, demandamos que no nos aumenten las tarifas.
¿Cómo hará esta sociedad para entender que la energía es cara y se paga?
¿Cómo harás vos que estás leyendo esto?
Porque tenés hoy tres trabajos: primero, entenderlo. Después, demandarlo. Finalmente, pagarlo.
¿Estás dispuesto?
¿A cambio de qué?
¿Que los ladrones vayan presos, que la energía no se corte, que arreglen aquel bache, que hagan aquel puente, que el turno de PAMI llegue antes que la muerte, que los impuestos estén a la altura de los servicios prestados?
Vienen dos años que ya están perdidos y que, en la locura de este gobierno desquiciado, sólo empeorará todos los índices.
Con mucha suerte -y dependiendo de nosotros- vendrán cuatro años muy, muy, muy difíciles.
Habrá que pagar una fiesta a la que no fuimos invitados.
Habrá que empezar a pensar todo de nuevo.
Habrá privaciones, frustraciones, enojos.
Tendremos la necesidad de ser mejores.
Porque hasta ahora, no nos engañemos más, no fuimos buenos.
Teníamos todas las ventajas que te imagines.
Y arruinamos un país.
Si, fueron los dirigentes.
Pero los dirigentes que mayoritariamente eligieron los ciudadanos de este país.
Ellos van a cambiar sólo si nosotros cambiamos.
Hay que ver cuánto estamos dispuestos a bancarnos.
jos, hay un futuro.
Habrá que ver si lo merecemos.
Por Osvaldo Bazán
Fuente: El Sol