La saga del Gobierno con respecto al anunciado acuerdo con el FMI recién empieza. Lo logrado hasta ahora no es el acuerdo en sí mismo sino un entendimiento (sic) entre el Gobierno argentino y el staff del Fondo sobre las metas de reducción del déficit primario y la emisión monetaria.
Es un avance importante porque hasta la semana pasada el Gobierno quería que la meta del déficit primario cero sea en 2027 mientras que el FMI quería antes. El entendimiento es que desde un 3% del PBI con que terminó el déficit primario en 2021, en 2022 se reduzca a 2,5%, en 2023 a 1,9% y en 2024 a 0,9% del PBI para llegar al 2025 con déficit cero. La emisión monetaria para el financiamiento del déficit debería cesar en el 2024.
En las vísperas de este entendimiento, el ala más radicalizada contra las políticas de mercado de la alianza gobernante señalaba que un default con el Fondo era menos malo que un acuerdo. En este marco es que el hijo de la Vicepresidenta decidió renunciar a su cargo de jefe del bloque oficialista en la Cámara de Diputados en disconformidad con el entendimiento.
La incertidumbre ahora pasa a saber qué sucederá en el Congreso. El Gobierno tiene que presentar el tan esperado plan económico que indique cómo piensa cumplir con la senda de reducción del déficit del entendimiento. El tema es que el propio Gobierno, en marzo del 2021, promovió la sanción de la Ley 27.612 por la cual toda operación con el FMI debe pasar por el Congreso. Fue una “chicana” política a la oposición a raíz de que el acuerdo con el FMI del 2018 no pasó por el Congreso. La “chicana” ahora se convirtió en un “cepo” para el propio Gobierno en la negociación.
Muchos analistas hablan de que se está jugando al borde del precipicio. Para saber cuán cerca (o lejos) se está del precipicio sirve ver cómo están las reservas del Banco Central.
Es importante mirar su evolución para entender cuán cerca está el precipicio. El Gobierno comenzó con casi 45.000 millones de dólares de reservas. Por la pandemia bajaron a 38.652 en noviembre del 2020. Allí vinieron los altos precios internacionales que permitió recuperar reservas hasta 42.668 millones en julio 2021 más los DEG del FMI en agosto, dando una aparente sensación de que el precipicio ya no estaba tan cerca. Pero las apariencias muchas veces engañan.
El mes de julio es tradicionalmente bueno para las reservas porque es cuando termina la liquidación por la cosecha de soja que empieza en abril de cada año. En julio del 2020 con precios a niveles normales las reservas fueron de 43.383 millones de dólares, mientras que en julio del 2021, con precios internacionales extraordinariamente altos, el nivel fue de 42.668 millones.
Es decir, la demanda de dólares que sufre el Banco Central es bastante fuerte al punto tal que no pudo recuperar reservas en un año extraordinariamente bueno.
Luego, pasado el evento de pago de vencimiento al FMI con los DEG, lo cual debería haber dado un respiro al eludir un incumplimiento, las reservas se fueron en picada hacía abajo a una velocidad mayor que en la pandemia. Hoy se está en un nivel similar al crítico noviembre del 2020, pero no luego de 8 meses, como fue en la pandemia, sino en 3 meses que fueron noviembre, diciembre y enero.
En enero 2022, hubo un vencimiento con el FMI de capital e intereses de 1.083 millones de dólares, que se pagaron gracias a que hubo entendimiento. Si no hubiera habido entendimiento, es probable que se habría seguido los consejos del ala dura entrando en default con el FMI, ahorrándole al hijo de la Vicepresidenta la renuncia a la presidencia de su bloque.
En el 2022, los vencimientos son de 18.785 millones de dólares de los cuales los que están pendientes a partir de marzo 2022 son 16.839 millones. Los vencimientos son duros. Son 5 vencimientos de 2.800 millones cada uno con otro en julio de 2.000 millones. Dada la dinámica en picada que traen las reservas, es imposible que el Banco Central pueda seguir desembolsando vencimientos a la espera de un acuerdo. Cabe aclarar que hasta ahora el Banco Central hace desembolsos porque un acuerdo implica que el FMI los devuelve. Pero con el peso que tienen el resto de los desembolsos en el 2022 es imposible seguir con esta práctica. En palabras simples, si no hay acuerdo en marzo, el Banco Central no tendrá otra que defaultear con el FMI. Esto difícilmente revierta la caída en picada que traen las reservas.
A la pregunta cuán lejos está el precipicio, la respuesta es: a un paso. Y el problema ya no es más el FMI, que demostró estar predispuesto y de buena voluntad para no abandonar el diálogo. El problema está en el interior del propio Gobierno.
Por C.P. Leonardo H. Piazza
Fuente: LP CONSULTING