El mundo quiere ser verde. En Inglaterra se discute un proyecto que impondría impuestos a la carne. Grandes cadenas de supermercados europeos amenazaron el año pasado con boicotear productos de Brasil debido a la deforestación, una práctica común para el desarrollo de la agricultura en ese país. Australia y Nueva Zelanda tienen como meta no dejar huella de carbono en la producción ganadera en 2030.
En un contexto en el que la agenda política internacional está atravesada por el cuidado del ambiente —algo que, por consecuencia, se extiende también al mercado—, Uruguay exportó la primera partida de carne vacuna neutra en carbono. El embarque, que salió el 19 de diciembre rumbo a Suiza, fue producido por la empresa Mosaica, cuyos animales se faenaron en el frigorífico Solís, tal como informó el lunes el suplemento Rurales de El País.
“Carbon footprint verified” (huella de carbono verificada). Este sello valida un proceso largo, arduo pero no imposible, “muy fácil de explicar y muy difícil de hacer”, expresa Sebastián Olaso, gerente de Mosaica y responsable de llevar a cabo el proyecto. A grandes rasgos, la neutralidad del carbono se logra igualando las emisiones de los gases de efecto invernadero -en la ganadería, el metano es el principal- con la captación de esos gases.
El proceso es así: el alimento que ingiere el rumiante es fermentado por bacterias en un “pre-estómago” (el rumen). Los gases resultantes se eliminan a través del eructo y, de esa forma, se genera la emisión de metano. Pero no todo queda en la atmósfera, y aquí es cuando entra en juego la captación. En un campo natural con diversidad de vegetación o en una zona altamente forestada, el carbono que emiten estos animales es captado a través del milagro de la fotosíntesis.
Entonces, si todo es medido correctamente y cumple con las normas de verificación, se puede llegar a la neutralidad.
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