Lograr un acuerdo de 10 años sería muy distinto de no acordar, o de un acuerdo de "compromiso", alternativa de mínima para no agotar las reservas en el vencimiento de marzo, de USD 2.838. Los escenarios económicos con o sin acuerdo son divergentes.
El Ministerio de Economía propone lograr déficit cero en 2027, mientras que el FMI en 2025. Ambos tienen distintas metas. El FMI no es un banco, su objetivo en esta coyuntura no es necesariamente cobrar, sino mantener reputación. Los vencimientos de deuda con el FMI se concentran este año y en 2022, con USD 21.000 M cada año; la firma de algún acuerdo es apremiante.
El ciclo político juega en contra: el gobierno va lógicamente por la reelección, para lo cual posterar los ajustes hacia fines de 2027 es clave. Los dos problemas seguirían siendo la inflación inercial piso 50% anual y el stock de Leliqs, ambos relacionados con el atraso cambiario.
El frente fiscal se puede moderar con incrementos de tarifas de servicios públicos -énfasis AMBA- sobre segmentos de consumo de mayor poder adquisitivo, y recurrentes mayores impuestos. Así, la política económica 2019-2022 no diferiría mayormente de la de 2009-2015, con lo cual no hay razones para esperar cambios. Desde esa perspectiva, los dos problemas serían "manejables", en un escenario de estanflación que la Administración considera bajo control con precios cuidados, cupos de exportación y cepo cambiario.
El resultado más probable a hoy, de un acuerdo "light" o de su demora, augura un escenario base 2022 con crecimiento anual de 2.5%, que es básicamente arrastre estadístico, o sea, crecimiento neto nulo. La inflación, igual o superior a la del año previo, condiciona el consumo, pues el salario real volverá a caer, abriendo interrogantes sobre el ciclo económico, que acumularía once años de estanflación desde 2012.
Por Ernesto A. OConnor