Un día como hoy, el 20 de diciembre de 2017, la Asamblea General de la ONU a través de la resolución 72/239 declaró 2019-2028 como el Decenio de la Agricultura familiar, que se lanzó en agosto de 2019. Entre los objetivos de esta iniciativa se buscaba dar mayor visibilidad a un sector muy relevante, ya que representa a alrededor del 90% de las explotaciones de todo el mundo y produce el 80% de los alimentos del planeta, según datos de la ONU. Para lograrlo, se elaboró un Plan de acción que señala algunas iniciativas colectivas que pueden implementarse en esos años, para fortalecer a este colectivo, considerando su heterogeneidad y complejidad. De acuerdo a la FAO, la década "busca crear un entorno propicio que fortalezca la posición del rubro y maximice sus contribuciones a la alimentación y la nutrición a nivel global, así como a un futuro saludable, resiliente y sostenible".
Este plan establece siete pilares de trabajo (entre los cuales el 3° es "promover la equidad de género en la agricultura familiar y el papel de liderazgo de las mujeres rurales") para alcanzar estos objetivos que pretenden fomentar el desarrollo de la agricultura familiar (AF), en la que trabajan más de 60 millones de hombres y mujeres de la región, pese a que esté en sus manos sólo el 23% de las tierras agrícolas.
Introducir este artículo con estas cifras no es casual. Se trata de datos que no son muy conocidos (o re-conocidos), aún en los ámbitos especializados vinculados al sector agropecuario. Muchas veces se piensa en la agricultura familiar únicamente como un sector de subsistencia, desde una perspectiva asistencialista. Probablemente esto sea así como consecuencia del enfoque con el que el Estado ha abordado a estos productores. Sin embargo, el Decenio nos invita a revisar esos prejuicios y a visualizar y distinguir el amplio abanico de productores y productoras que engloba esta categoría.
En este día, además, como miembro de la Red de Mujeres Rurales, considero
fundamental que pensemos en el rol que las mujeres cumplen en estas
explotaciones. Como ha sucedido siempre, nuestro colectivo ha sido
invisibilizado a lo largo de los años. Sus tareas generalmente no han sido
reconocidas fuera de sus ámbitos (porque las familias saben perfectamente qué
rol cumplen las mujeres en cada uno de los campos, al desarrollar las
actividades), y es tiempo de revisar esa situación.
En este sentido, cabe pensar: si la agricultura familiar debe trabajar para hacerse notar en este decenio... ¿qué debería hacerse desde el lugar de las mujeres de la AF, que son invisibilizadas en ese entorno? Si bien se trata de alrededor de la mitad de la mano de obra agrícola, aún hay un largo camino por recorrer para lograr la igualdad de género, en todos los ámbitos y más todavía dentro del sector agropecuario, en la agricultura familiar.
Sin dudas, AF tiene un enorme potencial para colaborar con el cumplimiento de
la Agenda 2030, planteada en ODS como pueden ser en la erradicación del hambre y
de la pobreza, la reducción de desigualdades, el acceso al agua limpia, el
cuidado del ambiente a través del uso de energía no contaminante y de la salud y
bienestar, así como también con el logro de la igualdad de género. Los y las
productoras familiares trabajan generalmente en los mismos campos en los que
viven. Llevan adelante su producción de manera sostenible, respetando el medio
ambiente, llevando adelante prácticas milenarias muchas veces, y hasta en
algunos casos podemos ver que producen con métodos y sistemas que en otros
entornos cayeron en desuso. Y esto lo hacen porque la producción no para ellos y
ellas solo un problema económico, sino que se trata de su modo de vida, de su
tradición, de su cultura... en síntesis, de lo que son como personas.
Desde esa perspectiva, las personas y las organizaciones nacionales e internacionales que debemos profundizar las estrategias para que toda la sociedad pueda ver y reconocer la labor de los y las agricultores familiares. Desde Federación Agraria Argentina hemos realizado la campaña #SomosAgricultoresFamiliares federados, con una serie de videos en los que, a través de la palabra y las imágenes tomadas por ellos mismos, damos a conocer esa tarea. Y junto a COPROFAM trabajamos incansablemente en la búsqueda de experiencias exitosas que nos permitan contar cómo estos productores pueden desarrollarse con el apoyo de políticas adecuadas. Porque estamos convencidos de que mostrar lo que hacen, cómo lo hacen, en qué entorno y entre quiénes, nos permitirá destruir los mitos y prejuicios, desarmar las imágenes que hay hasta el momento y empezar a valorar el enorme rol que están llamados y llamadas a cumplir. En especial, las mujeres, que hasta ahora han sido piezas claves y silenciosas, aportando al desarrollo de sus emprendimientos, de sus familias y sus comunidades, sosteniendo prácticas ancestrales, resguardando la soberanía alimentaria y la biodiversidad. Y estas actividades con las que generan ingresos, las realizan sosteniendo las tareas de cuidado y responsabilidades de sus hogares, no remuneradas.
Esta multiplicidad de labores se vio profundizada por la incidencia del Covid-19, que impactó de lleno en todos los hogares y en especial el de las productoras, que han tenido que continuar con sus tareas productivas, sosteniendo a sus hijas e hijos y llevando adelante las labores domésticas, sufriendo además los embates económicos que produjo la pandemia en nuestro país. La brecha de género se ha profundizado en todos los sectores y debemos luchar para ir cerrándola.
En este sentido, abrir las tranqueras y dar a conocer el modo en el que las agricultoras familiares producen los alimentos que llegan a cada mesa, cuidando el suelo y el ambiente, amando la tierra, es el gran paso que estamos empezando a dar. Amparadas por la propuesta del Decenio, hay que trabajar para seguir ganando derechos, consolidando lo que ya se tiene para avanzar hacia un futuro de más y mejor igualdad, con oportunidades de desarrollo e integración real, que permita que mujeres y jóvenes puedan alcanzar sus objetivos, viviendo y produciendo en sus lugares de origen, haciendo lo que aman, con posibilidades plenas, por el bien de toda la Argentina.
Estamos transitando un camino que no tiene vuelta atrás, en el que estar juntas, conectadas en red, informadas, mostrando la heterogeneidad de lo que hacemos para que el mundo lo conozca, son claves para seguir avanzando hacia el futuro con el que todas soñamos, donde ya no se tenga que hablar de igualdad, porque esa igualdad ya sea una realidad.
(*) Por Vanina Fujiwara, consultora de Comunicación de Federación Agraria Argentina, corresponsal de COPROFAM en el país y periodista agropecuaria