Venimos de semanas que hay una gran expectativa por ver si el gobierno argentino llega a un acuerdo con el FMI para refinanciar la deuda y lograr plazos más largos y tasas más bajas.
A contramano, el kirchnerismo hizo el viernes pasado un gran acto partidario para hablar prácticamente todo el acto en contra del FMI y de la deuda contraída por el gobierno anterior con dicha institución.
La palabra ajuste es la más usada por el kirchnerismo para oponerse al FMI y descalificar a cualquiera que quiera poner orden en las cuentas fiscales. Para ellos, el aumento del gasto público y el consumo interno es la salida sacrosanta que van a defender a muerte contra todos los salvajes capitalistas que quieren orden fiscal, con gasto público bajo, impuestos pagables, un sistema monetario, una legislación que no genere pánico para contratar personal, etc.
Sin embargo, no todo el discurso k se traduce en sus medidas concretas. El kirchnerismo se llena la boca contra el ajuste y con la palabra solidaridad, pero en el 2021 hizo un brutal ajuste sobre el rubro más importante del gasto corriente que son las jubilaciones y pensiones contributivas.
En efecto, como puede verse en el gráfico 1 los recursos destinados a jubilaciones y pensiones contributivas tomando 22 meses de gobierno del kirchnerismo, desde enero 2020 a octubre 2021, crecieron por debajo de la tasa de inflación el 68% de los 22 meses. Claro que no hay que computar los casos como el de la vicepresidente que obtuvo un ingreso jubilatorio extraordinariamente alto en comparación al resto de los jubilados. Le recontra ganó a la inflación.
Gráfico 1
Claramente, la inflación fue una herramienta de política económica para tratar de licuar el gasto público en el rubro que más pesa en el presupuesto.
Salvo en agosto y en octubre de este año, que son los meses previos a las PASO y a las elecciones de noviembre, el gasto corriente primario (no incluye gastos de capital) aumentó siempre por debajo de la tasa de inflación en este 2021, excepto los subsidios económicos para financiar las tarifas públicas artificialmente baratas.
El uso de la tasa de inflación como forma de licuar el gasto público lleva a que Feletti quiera amortiguarla con los controles de precios. Como de costumbre, una medida intervencionista lleva a otra medida intervencionista hasta que el gobierno termina paralizando la economía.
En rigor el populismo es un sistema de conflicto social permanente que termina en una maraña de regulaciones, controles y prohibiciones que destruyen el sistema económico.
Aquí viene lo sustancial. Las reglas de juego que hoy imperan en la argentina, por mandato del populismo reinante, es que buena parte de la población quiere vivir a costa del trabajo ajeno. Diferentes sectores acuden al estado para reclamarle que sancionen una ley por la cual les otorgue a ellos un derecho inexistente: el derecho a que otro lo subsidie, le pague la casa, lo proteja contra la competencia de otros productores (la Argentina corporativa), los que en nombre de la defensa de la industria nacional (como si comerciar fuera una guerra) reclaman proteccionismo para poder vender productos de baja calidad a precios que no podrían cobrar en competencia, mientras los beneficiarios del proteccionismo, con las ganancias extraordinarias que obtienen, pueden acceder a bienes importados de mejor calidad y a precios más bajos que el resto de la población, los sindicatos que tienen el gran negocio de cobrar por la obra social médica en forma compulsiva. Gran negocio de los sindicatos porque durante el período en que la gente aporta, los gastos en medicina son pocos porque la gente es saludable dada su edad. Cuando la gente se jubila, entonces va al PAMI, con lo cual, el mayor gasto que se da en las obras sociales que es en la gente mayor no lo asumen los sindicatos, pero se benefician de los aportes de los trabajadores en los años en que son sanos y no tienen tantos achaques como se tienen con el avance de la edad.
En definitiva, Argentina tiene reglas de juego por la cual el bienestar de un sector no depende de su capacidad para producir algo que otros demanden y estén dispuestos a pagar por eso que produce, sino que depende de la capacidad que tenga para presionar al gobierno de turno para que le transfiera, mediante el monopolio que tiene el estado, la riqueza que otros generan.
Las reglas de juego que imperan en Argentina no son las de generar riqueza, sino consumir la riqueza que generan otros. Con lo cual, el que genera riqueza empieza a cansarse de ser esquilmado y termina cerrando la empresa, trabajando en negro o bien yéndose del país como ocurre hoy en día.
El resultado de este sistema de conflicto social permanente donde la mayoría recurre al estado para que le robe a otro, algo que al populismo le encanta porque le acerca votos, genera un éxodo de empresas y cierres que la riqueza que se genera va disminuyendo porque a nadie le agrada estar trabajando para ser expoliado en forma creciente.
Mientras crecen los que viven del fruto del trabajo ajeno, disminuyen los que generan riqueza, con lo cual al populismo le cuesta cada vez más poder sostener a todos los que quiere satisfacer para conseguir su voto vía lo que ellos llaman la redistribución del ingreso. Es como si en el juego de la perinola hubiese una cara que dijera TODOS SACAN en vez de TODOS PONEN. Si todos sacan y nadie pone, se acaba el juego.
Cuando llega el momento crítico en que los recursos no alcanzan, como ahora, para poder satisfacer la demanda de millones de personas que quieren vivir del trabajo ajeno, entonces viene la licuación del ingreso. El populismo no dice que va a eliminar tal o cual gasto porque no corresponde. Lo deja, pero lo va licuando con la inflación.
Por eso, en el mediano plazo, este modelo económico populista solo es viable licuando los ingresos reales. No es casualidad que el rubro más importante del gasto público que son las jubilaciones y pensiones vengan creciendo por debajo de la inflación. Este gobierno está haciendo un fenomenal ajuste, vía inflación, pero no lo anuncia. Habla pestes del FMI como gran ajustador, pero esconde lo que realmente hace que es ajustar vía caída del ingreso real usando la inflación como instrumento licuador.
Si, ante la caída de los ingresos reales, además aumenta las tarifas de los servicios públicos para reducir el gasto en subsidios económicos y que cada uno pague el transporte, la luz, el agua, etc. por lo menos al precio que evite consumirse el stock de capital, se cae en un rodrigazo o algo similar con el consiguiente costo político.
En síntesis, el gobierno podrá postergar un acuerdo con el FMI o no. Eso habrá que verlo. En todo caso un acuerdo con el FMI significará alargar los plazos de pago de la deuda, pero el problema de fondo, que es una sociedad que tiene como regla vivir del conflicto social usando al estado para robarse el trabajo ajeno, sigue vigente y hace inviable el crecimiento. Mientras haya populismo, es decir vivir a costa del otro, no habrá crecimiento por más acuerdo que se haga con el FMI.
Fuente: Economía para Todos