Me duele la Argentina en la que vivimos. La pobreza, la indigencia, la crisis de valores, las dádivas, y tantas otras cosas que nos sumergen cada vez más y no nos permiten ver la luz al final del túnel. Sin embargo, estoy convencido de que hay un país posible más allá de la marginalidad, con base en el trabajo y con expectativas. Creo que con esfuerzo podemos salir adelante. Buscando con trabajo el autosustento, como camino para elevarnos y resurgir del sometimiento en el que muchos vienen sumidos, que está provocado por la asistencia indefinida propuesta por una clase política que no busca ayudar al prójimo, sino perpetuar sus condiciones de poder… Muchas veces lo pienso como la fábula de la rana que estaba en la olla, que no se daba cuenta de cómo se iba calentando el agua. Pero lo está haciendo. Y valoro que el Papa Francisco también lo haya dicho en estos días. “No se puede vivir de subsidios".
No tengo dudas de que tampoco el camino es la situación de posición dominante, ni la concentración de la producción, de la renta y del poder... Solo con equidad ante los méritos y esfuerzos, con equilibrio de la renta entre los distintos eslabones de las cadenas y los distintos sectores y con trabajo que dignifique a las personas, habrá posibilidades de desarrollo para todos los sectores. Solo así se va a recuperar a la Argentina de este desastre económico y social. Y somos muchos los que seguimos trabajando día a día. Los que, con nuestras familias, nos levantamos convencidos de que hay que seguir dando la lucha, de que no debemos bajar los brazos ni darnos por vencidos. Nuestra tierra es rica y próspera. Nuestro esfuerzo, como el de nuestros abuelos que vinieron en muchos casos muy castigados, tendrá su recompensa.
Espero que, en un futuro no muy lejano, los distintos sectores políticos tengan la grandeza de reconocer la gran parte de la culpa que tienen, por haber prostituido a la democracia republicana transformándola en un mercantilismo triste. En él han sometido al pueblo en esta extrema pobreza no sólo económica, sino también moral, de valores y principios.
Otra gran cuota de culpabilidad la tiene la justicia, que elige ceder gran parte de su independencia de poder, ante las presiones políticas o de otro tipo. Así, pierde su necesaria rectitud en favor de los justos y alienta a los deshonestos. Porque se actúa por acción o por omisión. Tomando decisiones o encajonando causas para no dar respuesta a la sociedad. Y eso nos perjudica a todos, porque nos hace sentir desvalidos. Creo que es muy necesario que la Iglesia también rompa el silencio y salga de la ausencia en la que viene sumida. Antes de las palabras de hace unos días del Papa, alarmó la falta de intervención por los pobres, por los carenciados, por la injusticia. Por eso espero que pueda prontamente avanzar con un genuino y necesario llamado a la coherencia, la unidad y el respeto por los derechos del prójimo.
El camino que deberemos transitar no es fácil.
Todos debemos trabajar juntos para salir de esta situación en la que estamos. Para que, más allá de las campañas y los intereses políticos de unos pocos, todos los argentinos tengamos oportunidades de tener un futuro. Y de proveérselo a nuestros hijos. Estoy convencido de que podremos lograrlo trabajando en conjunto, porque la salida no es individual, sino asociativa, colectiva, con base en la educación, la capacitación y el trabajo. Pero es posible. Y que podremos lograrlo, como lo hicieron nuestros antepasados.
Trato de hacer mi aporte, desde lo sectorial, desde lo personal, y por eso me animo a escribir estas palabras. Porque estoy convencido de que la Argentina puede y debe ponerse de pie, para que con mucho esfuerzo y amparándonos en nuestros hermanos, podamos salir de esta tremenda pobreza, no sólo económica, sino de valores que es la que más duele.
Por Carlos Achetoni – presidente de Federación Agraria Argentina y productor agropecuario de Bowen, Mendoza