Desde hace algunos años la rúcula comenzó a ganar popularidad y se incorporó en la mesa de los paranaenses, no solo como ingrediente para ensaladas, sino además como un condimento que acompaña a la pizza y le aporta un sabor singular.
Con la llegada de los días en los que se registran temperaturas más elevadas, su demanda habitualmenete crece, habida cuenta que la ingesta de ensaladas se expande entre quienes buscan cuidarse ante la inminente cercanía del verano, también entre quienes procuran incorporar una alimentación más saludable, o por simple gusto e inclinación por un plato que sea más liviano. Además, su precio es accesible: se pueden conseguir pequeños ramilletes a 40 pesos, aunque en lugares más céntricos de la capital entrerriana cuestan 80, dependiendo del tamaño y la presentación; y ya lista para ensalada, envasada en bandejas, oscila entre los 110 y los 150 pesos.
Sin embargo, quienes son adeptos a la rúcula se llevaron en las últimas semanas la sorpresa de que no se consigue con facilidad, y cuando encuentran que una verdulería tiene esta hortaliza a la venta, la calidad de sus hojas suele distar del verde lozano que le aporta frescura y tienta al paladar.
Hoy la mayoría de los atados de rúcula que están disponibles tienen rugosas manchas blancas o amarillentas que le dan un mal aspecto. Y aunque el vendedor o vendedora le asegure al cliente que es una particularidad de la planta que es común en esta época y que no genera riesgo para la salud de quien la come, la duda permanece.
Lo que ocurre actualmente en Paraná y la zona es que la rúcula está afectada por “un patógeno llamado Albugo cándida”. Según explican sitios expertos “puede afectar a varias plantas de la familia de las brasicáceas”.
Ante este panorama, hay varias verdulerías optaron por no ponerla más a la venta, luego de abastecerse y tener que decomisar la mercadería, ya que así la gente no se anima a llevarla. En este marco, Diego, un joven paranaense fanático del sabor de la rúcula y que la consume durante todo el año en ensaladas, se topó con que su verdulero amigo le avisó que “por varias semanas no se va a conseguir”.
Daniel Brandolín es productor de Paraná y confirmó a Uno que hoy en día la rúcula está afectada por unas “manchitas virósicas” y explicó: “Ataca únicamente a la rúcula. Se va contangiando planta a planta de manera muy fácil, ya sea por el viento, los insectos o la cercanía entre una y otra. Si llegó un lote, se contagia rapidísimo el lote de al lado. Y si bien no afecta en nada a la salud de las personas su consumo, es imposible venderla así, porque queda feísima la planta y a nadie le gusta consumirla de este modo”.
Acto seguido, lamentó: “Es pérdida para nosotros”. Y si bien contó que existen en el mercado funguicidas para prevenir este parásito, aclaró: “Lo que sucede es que entramos a un terreno medio complicado, porque hay que tener mucho cuidado para empezar a fumigar con eso, contar con la aprobación del Senasa y respetar un tiempo de carencia. Hay que tener mucha precaución. Y además, esto incrementa los costos”.
En este contexto, de acuerdo a lo que mencionó, la mayoría de los productores prefiere descartar el cultivo hasta que el patógeno sea controlado naturalmente. Por eso se interrumpe temporalmente el cultivo de rúcula, cuya planta tarda entre 20 y 30 días en crecer al tamaño óptimo para ser cosechada.
Por su parte, Norma Formento, ingeniera agrónoma y doctora en Ciencias Agrarias del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Oro Verde, contó a UNO que es habitual que mucha gente solicite consejos sobre cómo controla al Albugo candida, una “falsa roya” que afecta a la rúcula. “Si bien soy especialista en enfermedades de los cultivos extensivos, como trigo, maíz, alfalfa y demás, tengo preparado un material sobre oomycete porque todo el mundo me lo pide”, dijo, y aclaró: “No es un hongo. Es un parásito obligado. Lo que se ve en la hoja de la rúcula son los cuerpos de los microorganismos. Y aunque no tenga ninguna incidencia sobre la salud de quien la consume, para los productores es difícil venderla así, porque ni a nadie el gusta el aspecto que tiene”.
Sobre la presencia de este patógeo que afecta a la rúcula, Formento refirió: “Es algo endémico. Hace 38 años que vine a Paraná y estoy en el INTA y las consultas han sido siempre, pero las huertas antes eran mas localizadas. Este problema es de difícil control en cualquier parte del mundo, pero hay una cantidad de herramientas que pueden llegar atenuar su impacto”.
Entre estas medidas, señaló en el material que compartió con UNO que “no hay que sembrar en el mismo sitio donde las plantas de rúcula presentaron síntomas y signos” y aclaró que esto para cualquier cultivo. En este marco, indicó que tampoco hay que sembrar otra hortaliza de la misma familia, como por ejemplo repollo, kale, coliflor, repollito de Bruselas, brócoli, rabanito, berros, mostaza u otras “coles”.
También indicó que “sobrevive como micelio en hospedantes perennes y como oosporas en los restos de plantas (rastrojo) y en el suelo como esporas durmientes. En presencia de humedad, germinan y forman zoosporas móviles”, y agregó: “Sobrevive y se transmite por semilla, oosporas sobre el tegumento, las
que pueden sobrevivir entre 10 y 20 años en condiciones secas. La germinación de las oosporas ocurre entre 10 y 20°C con una humedad relativa mayor al 70%. Las infecciones primarias proceden de plantas voluntarias o malezas con pústulas, de las semillas o rastrojo y los esporangios se diseminan por el
viento; las infecciones secundarias, ocurren a partir de esporangios de las pústulas formadas sobre las hojas donde las zoosporas ´nadan´ hacia losestomas. Las zoosporas no germinan por encima de 25°C”.
Por otra parte, sostuvo: “Prefiere ´agua libre´ sobre las hojas y temperaturas óptimas entre 8 y 15°C”, y manifestó: “Las plantas jóvenes son las más susceptibles”.
“Se transmite a través de la poda, de las manos o instrumentos de corte, por lo que hay que desinfectar tijeras en hipoclorito de sodio al 5% durante 5 minutos o las manos, con alcohol 96°”, dijo, y aconsejó “sembrar con una densidad óptima, para que cubra la superficie del suelo que eviten las salpicaduras pero a la vez, que ocurra una buena aireación”. También recomendó “podar las hojas sanas y desechar las hojas enfermas fuera del área de cultivo”, indicando que “estas, se recolectan en un recipiente y se llevan a un pozo en la tierra a una distancia mínima de 10 metros aproximadamente, donde se quemarán una vez que los restos estén secos”.
“Si no desea quemar, se pueden enterrar a más de 30 o 50 centímetros de profundidad”, expresó, entre otras indicaciones para poder controlar este parásito.
Fuente: Uno Entre Rios