Como es costumbre en los gobiernos de corte populista, inventar un enemigo para construir un relato épico es una constante en todos esos discursos, y no escapa a las generales de esa ley que rige el discurso populista del kirchnerismo.
Frente al desborde inflacionario al que está asistiendo la población fruto de la enorme expansión monetaria que hace el BCRA para financiar a un tesoro deficitario, la Secretaria de Comercio, Paula Español por un lado, y la diputada Cecilia Moreau, por otro, fueron contra los supermercados señalándolos como los responsables de los aumentos de precios. Ellas no ven ningún problema en que la cantidad de billetes de $ 1.000 en circulación se haya multiplicado por 4,5 desde que volvió el kirchnerismo al poder. Para ellas, se pueden imprimir billetes sin límite que el poder adquisitivo de esos billetes pintados puede siguir siendo el mismo todo el tiempo y los precios suben por causas especulativas. Habrá que ver qué quieren significar con causas especulativas.
Para eso, la secretaria de Comercio convocó a productores de consumo masivo y a supermercadistas para “evitar subas de precios especulativas” (sic).
Por su parte, la diputada Moreau sostuvo que en el caso que sea necesario habrá que cerrar sucursales de las cadenas de supermercados. Afirmó textualmente: “Si siguen especulando, lo que habrá que hacer es tomar acciones concretas y clausurar las sucursales”.
El enemigo pasa a ser los supermercados y no el BCRA que emite moneda a marcha forzada.
Pero, además de desconocer el ABC de la economía, ambas militantes kirchneristas también parecen desconocer cómo se distribuyen las ventas minoristas de consumo masivo.
De acuerdo a los datos de Scentia, las compras de alimentos, bebidas, cósmeticos y artículos de limpieza, el consumidor final las hace solo en un 39,9% en los supermercados. En otras palabras, los supermercados abarcan solamente el 40% de las ventas minoristas de estos rubros y el resto se reparte entre autoservicios, almacenes y supermercados mayoristas que venden a consumidor final, sin tomar frutas, verduras y carnes se compran en verdulerías y carnicerías y mínimamente en supermercados
Gráfico 1
De acuerdo a datos de Scentia, en Argentina hay 18.000 autoservicios, 3.000 bocas de expendio de cadenas de supermercados (obviamente incluye sucursales) y 85.000 almacenes.
Desde el punto de vista del circo político, es más redituable decir que se está actuando contra las grandes cadenas de supermercados que toman solo el 40% del mercado minorista, que apuntar contra los 85.000 almaceneros de todo el país. Se pierden más votos en el segundo caso. Y mucho menos redituable es decir que la culpa es del propio gobierno que induce al BCRA a depredar el peso emitiendo a marcha forzada.
Es más, si se toma el volumen de ventas de alimentos acumulados en los primeros 8 meses de 2021 versus igual período del año anterior, se observa una caída del 11% en los volúmenes de venta de alimentos. Es decir, la gente destina más dinero a comprar alimentos, pero compra cada vez menos cantidad físicas de alimentos de acuerdo a los datos de Scentia.
Y si se compara agosto de 2021 versus agosto 2020, el volumen de ventas del rubro alimentos cae un 6%. ¿Por qué aumentar precios especulativamente si hay “estabilidad” y se está vendiendo menos unidades?
Lo que nunca van a reconocer los funcionarios del gobierno, sea por ideología o por falta de formación profesional, es que el proceso inflacionario tiene que ver con un problema monetario.
Ellos dicen que hay que ponerle más platita en el bolsillo a la gente, lo cual están haciendo vía expansión monetaria, pero esa cantidad de billetes que la gente tiene en el bolsillo compra cada vez menos pan, leche o carne por citar algunos ejemplos.
Gráfico 2
Por ejemplo, tomando los datos que utiliza el INDEC para el Gran Buenos Aires para estimar el IPC, vemos que en noviembre de 2019 con un billete de $ 1.000 se podían comprar 9,4 kilos de pan francés tipo flautita y en agosto solo se podían comprar 5,3 kilos. Es decir, con ese billete de $ 1.000 la gente puede comprar un 43,6% menos de pan francés.
Si se toman los datos del asado, siempre comparando noviembre de 2019 con agosto de 2021, la gente puede comprar un 59% menos y si se toma la leche en sachet común, con un billete de $ 1.000 la gente puede comprar un 42,5% menos que en noviembre de 2019.
A lo que estamos asistiendo es a una fenomenal destrucción monetaria que genera la ilusión óptica de que los precios aumentan, cuando en realidad lo que se deprecia es el peso como consecuencia de la expansión monetaria, que a su vez es hija del déficit fiscal.
Si de especulación se trata, en todo caso habría que hablar de la especulación del gobierno de tratar de ganar votos aumentando el gasto público por encima de los ingresos fiscales. Como el resultado es desagradable, el manual del buen populista indica que hay que buscar a algún responsable del aumento de los precios. Lo de siempre, si no son los productores ganaderos, son los comerciantes o cualquier otro sector al cual se lo pueda señalar con el dedo acusador.
Gráfico 3
La cruda realidad es que, en promedio, en noviembre de 2019 cada argentino tenía en su bolsillo $ 6 billetes de $ 1.000 y en agosto pasado tenía $ 26 billetes de $ 1.000. Sin embargo, la gente cada vez está peor económicamente porque lo que más se produce en Argentina son billetes de pesos y lo que menos se estimula y más se castiga es la producción de bienes y servicios.
Ni Cecilia Moreau, ni Paula Español parecen saber que con el peso pasa lo que ocurre con cualquier producto. ¿Qué ocurriría si la producción de tomates se multiplicara por 4 y la demanda de tomates bajara? Bajaría el precio de los tomates. Bueno, Moreau y Español, clase gratis de economía básica, cambien la palabra tomates por pesos, y descubrirán porque son Uds. están destrozando la mesa de los argentinos.
Fuente: Economía para Todos