Uno de los tantos problemas que tiene el gobierno es que no solo inventa un relato para decir en sus discursos públicos, incluso inventa estadísticas que contradicen los mismos datos oficiales, sino que parece que ellos terminan comprando su propio relato. Terminan creyendo que es verdad.
Por ejemplo, a escasos cinco días de las elecciones, Victoria Tolosa Paz decía por televisión, sin que se le moviera un pelo, que el empleo privado se estaba recuperando, cuando en junio respecto a mayo los puestos de trabajo en el sector privado formal en relación de dependencia seguían cayendo y estaban 164.400 puestos menos que en febrero de 2020 y 169.100 puestos menos que en noviembre de 2019, que por cierto fue un año recesivo, todos datos del Ministerio de Trabajo.
Obviamente que el adverso resultado electoral del kirchnerismo no debe responder a un solo factor. La foto festejando un cumpleaños mientras todos estaban encerrados en cuarentena debe haber colmado la gota que rebalsó el vaso, pero tal vez la cuarentena eterna haya sido uno de los factores que más conspiraron contra el gobierno por la destrucción de puestos de trabajo. Esa cuarentena irracional y prepotente golpeó muy fuerte a los mismos votantes del kirchnerismo que no son solo los que reciben planes sociales. También afectó a pequeños comerciantes como el negocio de zapatos del barrio, el de ropa, el kiosco, el remisero, el taxista, al mozo del bar y del restaurante que vive de sus propinas y el listado sigue.
El tema es que de aquí a dos meses debería ocurrir un milagro para que la economía se recupere y la gente sienta un fuerte alivio, tanto en materia inflacionaria como en la posibilidad de recuperar puestos de trabajo perdidos.
Y la realidad es que eso no va a ocurrir. En materia inflacionaria el gobierno ya está utilizando todos los artilugios posibles para disimular el impacto inflacionario de la emisión monetaria. Desde el atraso de las tarifas de los servicios públicos hasta el atraso cambiario y pasando por la prohibición de exportar carne para tener asado artificialmente barato. Le quedaría establecer controles de precios más estrictos con el desabastecimiento de rigor y con eso no lograría recuperar el apoyo de los votantes.
El presidente lanzó una “novedosa medida” ensayada mil veces sin resultados positivos, como es enviar al Congreso un proyecto de ley de compre argentino. Al margen de tener un razonamiento que atrasa 40 años creyendo que en las economías modernas los puestos de trabajo los generan la industria en vez del sector servicios, lo cierto es que lo que hizo fue presentar un proyecto de ley que va a llevar un tiempo aprobarlo, que no va a tener resultados extraordinarios y que, si mágicamente los tuviese, serían para después de noviembre. O sea, se limita a formular un vago anuncio que no cambiará la situación del bolsillo de la gente en dos meses. Sigue haciendo discursos sin contenido.
Tolosa Paz dijo que el gobierno tiene que cambiar las herramientas que está utilizando. Difícil saber a qué se refiere pero de todas formas, el gobierno ya no tiene herramientas.
Este es un gobierno que solo sabe hacer populismo, y para hacer populismo hace falta tener recursos. Esos recursos no existen y aún haciendo populismo se hundió electoralmente.
El dilema que se le presenta al gobierno es que Alberto Fernández tiene la imagen totalmente agotada y difícilmente pueda recuperar credibilidad luego de estos casi dos desastrosos años de gestión. Para colmo, tiene una alianza política con Cristina Kirchner y La Campora que le impide atraer inversiones y el entusiasmo de los agentes económicos.
Un cambio de gabinete no lograría nada porque el problema no es Guzmán, que por cierto es un ministro de Economía desdibujado, el problema es Fernández, más el kirchnerismo, más La Campora que hacen incompatible su proyecto de poder político autocrático con la práctica de una sana política económica.
Cambiar de ministro de economía no sirve de nada en este contexto. No es que el ministro haga mal las cosas por su cuenta, tuvo el mandato de hacer mal las cosas.
En el eventual caso que Alberto Fernández renunciara, nada para asustarse porque está previsto en la Constitución Nacional y no tiene que ser un tabú analizar esa posibilidad, el reemplazo sería una Cristina Fernández que no sabría gobernar con escases de recursos o Massa que quedó tan golpeado políticamente como Alberto Fernández. Ningún relevo es opción para recuperar la confianza.
Por donde se mire la cosa, hay dos serios problemas. El primero y fundamental es que tendría que ocurrir un milagro para que el oficialismo genere confianza y atraiga inversiones para salir de este largo estancamiento. Esa posibilidad está fuera de toda lógica.
El segundo problema es que solo le queda aguantar como pueda hasta noviembre para que las variables económicas no se le desborden más. Si logra ese objetivo, al gobierno le quedan dos años más de mandato con baja credibilidad, toda la basura barrida bajo la alfombra y sin escoba (recursos) para quitar esa basura sin una crisis económica y social más profunda.
Es decir, están complicados en lo económico y en lo político, incluso en la generación de confianza. En síntesis, un problema retroalimenta a otro, la mala praxis económica alimenta el desgaste político y la política populista desgasta la economía.
Y como frutilla del postre, la bomba de las LELIQs que siguen acumulando presión.
El gobierno está en un problema sin solución posible, porque el gobierno es el problema.
Fuente: Economía para Todos