El 28 de junio de 1966, recién llegado de la Escuela de las Américas de Panamá, donde aprendió todos los secretos de la “Doctrina de seguridad nacional”, Mauricio Macri entró en la Casa Rosada y le dijo al presidente Arturo Illia: “Lo invito a retirarse”. Como Don Arturo no se retiró, volvió armado, con otros compañeros, a las 19.20. Dio así por inaugurada la Revolución Argentina y puso a Onganía al mando. Pocos meses después, con garrotes, Macri sacó a los estudiantes de las universidades y comandó La Noche de los bastones Largos. Se sabe, Macri odia el estudio y la ciencia.
Mauricio Macri se pasó la negra noche de la dictadura cívico militar de Videla en las oficinas de Martínez de Hoz, transmitiéndole todos los secretos de la Escuela de Chicago que a su vez le había escrito Milton Friedman en un cuadernito Gloria.
En persona Mauricio Macri inventó la palabra “neoliberalismo” porque “nos quedamos con toda la tuya” era demasiado largo.
Después, para evitar intermediarios, se sentó en el sillón de Rivadavia en uno de esos deslices que tiene la historia. Desde ahí, hizo un túnel hasta el Banco Nación y empezó a sacar fajos de dinero que mandó directamente a sus cuentas del exterior mientras que le ordenaba a Patricia Bullrich que desapareciese artesanos en el sur.
Esto está probado incluso por un mapuche que lo vio a él en carne y hueso subiendo a un manifestante a una camioneta de Gendarmería.
Por si no alcanzara, Verbistky da fe.
Mauricio Macri le pegó a todas y cada una de las mujeres que tuvo.
Como no leyó un libro en su vida no puede articular dos palabras y cuando las articula no se le entiende porque como nació en cuna de oro, tiene una papa en la boca. Igual, no le hace falta hablar. Con sólo chasquear los dedos, alguien habla por él o simplemente, alguien hace lo que imagina que él quiere.
Los dictadores son así.
Insensibles.
Es un vago total y absoluto que en su vida no ha conseguido nada por sí mismo.
Es míster domador de reposeras.
Al mismo tiempo organiza golpes de estado en países vecinos, cruza la frontera en Villazón llevando cargamentos de armas y, de puro perezoso, se junta con lo peor de la ultraderecha más rancia (nunca nadie dice qué otra cosa más que rancia puede ser la ultraderecha) para desarmar la AméricaPatriaGrande y poner en su lugar la bandera shanki del imperio que tanto ama.
Es un chupacirios de primera, pañueloceleste clerical y al mismo tiempo, el que se llevó peor con el Papa criollo que jamás le perdonó que fuera tan chupacirios y pañueloceleste.
Mauricio Macri, ¿qué duda cabe? hizo de lejos el peor gobierno de la historia argentina, revirtió todas y cada una de las victorias conseguidas en años de gobierno nacional y popular.
Pero no porque le salió mal.
Le salió bien.
Su plan fue jodernos la vida.
Trajo a Obama y a Trump a la Argentina y les habló en su idioma ¿alguien precisa otra prueba más de lo entreguista que es?
Él en persona desarmó los edificios inteligentes de La Matanza y las convirtió en 115 villas de emergencia.
Él en persona recorrió los 8,4 kilómetros del segundo emisario del Arroyo Vega que permitía que no se inundaran 13 barrios de la ciudad de Buenos Aires y los desmontó para poder gritar: “¡Ahora sí se inunda más! ¡Ahora sí se inunda más!” frente a sus fanáticos seguidores, extasiados.
Mauricio Macri no es la encarnación de todos los males.
Es el mal.
Es la dictadura.
Todas las dictaduras.
El kirchnerismo hizo de Mauricio Macri el enemigo ideal.
No hace falta haber leído a Sun Tzu o a Maquiavelo para saber que nada aglutina tanto a las masas como tener un enemigo en común. Todos contra el diferente, la mejor manera de eliminar la diferencia: si eso es lo que no se puede ser, voy a hacer cualquier cosa para demostrar que no soy eso. Que a nadie se le vaya a ocurrir que yo soy como ése, que pienso como ése.
Fue la estrategia de las iglesias, las ciencias y los estados contra los homosexuales, por ejemplo. Si no estabas en contra de los desviados, por algo sería. Y nadie quería soportar siquiera la sospecha.
Le apuntaban a él; le disparaban a su visión de una Argentina capitalista, integrada al mundo, competitiva, democrática, occidental.
Para destrozar esas ideas, nada mejor que destrozar a su portavoz. Muerto el perro, se acabo la rabia.
Macri fue el blanco ideal.
Es rico, lo cual en un país invadido por el resentimiento, por la sensación de que “yo estoy para más”, “el mundo está contra mí”, “no recibo lo que merezco que es mucho más” es miel para las hormigas.
Quienes crearon esa figura monstruosa encontraron en el costado más envidioso, más rencoroso del argentino medio un terreno fértil para sembrar la pelusa de la rabia. Millones de argentinos que saludan con una media sonrisa la picardía de Zelig Massa, de pasar de un lado a otro del mostrador sin que se le mueva una ceja. Los que miran para otro lado si la de ellos está. Son muchos más de los que nos gustarían.
¿Cómo no agarrársela con Macri si no viene de la tradición política argentina?
No leyó esos libros que Cabecita de Sarlo considera imprescindibles para entender la realidad nacional. Algunos de esos libros, escrito por ella y sus amigos, son, justamente, los que nos trajeron hasta acá. Pero no importa, porque el mal es Macri.
Y si estamos todos de acuerdo en que Macri es el mal ¿cómo y para qué desafiar el consenso instalado, entonces?
¿Macri es el peor presidente de la historia argentina, lo suyo sólo fue enriquecimiento propio y absoluto desprecio por el país y su gente? De acuerdo, ¿para qué discutirlo? ¿para que te señalen también como parte del mal? Mejor, dejarlo pasar.
Es cómodo el lugar del consenso.
Es mentiroso pero es cómodo.
No hay espacio no sólo para decir que el consenso puede estar equivocado, sino ni siquiera para admitir matices.
Simplemente, no se puede.
Hay pruebas, testimonios, fotos, datos que desmienten ese monstruo que el kirchnerismo creó sobre la figura de Macri.
No importa.
Quien ose mostrarlos será para siempre un “fanático macrista”.
Nadie puede hablar de algo bueno del gobierno de Cambiemos sin sentirse obligado a decir “claro que hay que reconocer que fue un fracaso”.
No hay espacio siquiera para debatir lo bueno de lo malo, lo malo de lo bueno.
Nada.
Primero hay que decir que fue un fracaso. Nadie se anima a enumerar los logros del primer gobierno no peronista que temina su mandato, no vaya a ser cosa que lo consideren un “fanático macrista”.
Así funciona el chantaje ideológico.
No importa si quien intente romper el consenso esté íntimamente convencido de que está mostrando hechos que deberían ser sagrados y que le importa tres velines el devenir personal de Mauricio Macri.
Cuando ya terminaba el gobierno de Cambiemos, Macri realizó su única cadena nacional. En poco más de 40 minutos hizo lo que todo gobierno democrático debe hacer en cualquier país del mundo. Contó éxitos y fracasos. Lo que pudo y lo que no pudo. Datos oficiales, al alcance de todos, incuestionables. Su punto de vista, para bien o para mal.
Mientras eso ocurría, C5N sobreimprimía en pantalla insultos, chistes y ofensas en un clima de bullying de colegio secundario absolutamente prohibido por ley. Sin embargo, nadie levantó la voz, nadie denunció el evidente delito cometido por el canal hecho con la plata que Fabián de Souza tomó de quienes iban a cargar nafta a sus estaciones de servicio y en vez de devolverla al fisco como correspondía, la repartió entre un montón de profanadores periodísticos. Porque ¿cómo vas a defender a Macri?
A Macri se le puede pegar porque es el mal.
Haber inventado ese monstruo irreal les sirvió para una pelea también irreal. No luchan contra un referente político que representa valores contrarios a los que desean. Pelean contra sus propios fantasmas.
Cuando la presidenta (vamos, ¿todavía creen que es un error o que quien esto escribe se olvido de poner “ex” o “vice”?) dice “¿Qué valores pueden tener los macristas? A los de Cambiemos sólo los mueve el odio”, señala con un dedo largo y fantasmal a Macri, establece dónde está el mal y, claro, empuja a todos los que se sienten buenos, contra él. En ese mundito inventado, terminan insultando un relato creado por ellos mismos y obturan la posibilidad de confrontar con la realidad, que les sería mucho más difícil.
Por eso para los kirchneristas, todo el que sea de Cambiemos es o bien un rico insensible o bien un pobre desclasado. Nadie puede ser de Cambiemos siendo buena persona ¿por qué? Porque Macri es el peor y si no lo criticás, es porque vos también sos el peor.
Sí, es una psicopateada básica pero que le ha dado muy buen resultado a los psicopateadores.
Su gobierno se la fugó toda.
Listo.
Sin embargo, cuando se corre esa cortina, se ve otra cosa.
El último dato de la Secretaría de Finanzas de la Nación en la gestión de la Extraña Dama Dañina de Recoleta como presidenta, es de septiembre de 2015. Ahí consta que Argentina debía (a los organismos internacionales, al sector privado y a las agencias estatales) 240.000 millones de dólares. Entre 2016 y 2019, el gobierno del peor de todos, debía pagar 121.500 millones de dólares.
Al terminar el mandato del malvado Macri, la deuda había pasado a 323.000 millones de dólares. En esa montaña de plata estaba el famoso préstamo del FMI de mediados del 18: 44.000 millones de dólares.
¿En qué se usó esa plata? Obvio, según C5N y todos los fantoches, se la fugaron toda, si Mr. Reposera vino a robarnos.
Pero la realidad es otra.
Según el informe del Ministerio de Hacienda de fin del 2019, de esos 44.000 millones de dólares, se usaron: 35.344 millones (el 80%) para pagar vencimientos de deuda en moneda extranjera; 6.072 millones (el 13, 7%) para pagar deuda en pesos; 774 millones (el 1,7%) para cubrir gastos primarios; y 192 millones fueron “diferencias de cambios y otros conceptos. Los restantes 1.900 millones, quedaron en el Tesoro.
Se usó parte de la deuda nueva para cancelar deuda anterior, pagando intereses más bajos de los que se pagaban en el gobierno K. Y así se entiende que 2 de cada 3 dólares de deuda que se tomaron durante el gobierno de Macri se usaron para pagar deudas que venían de antes.
Sin embargo, alcanza con decir que Macri es el peor presidente de la historia argentina y listo, qué tanta explicación. ¿No ves que “se la fugó toda"?
En su libro “Primer tiempo”, Macri hace una extensa autocrítica sobre sus expectativas desmesuradas, su error de cálculo con respecto a los otros jugadores nacionales, su confianza en una lluvia de inversiones que jamás vendrán al país sin las reformas necesarias.
Sin embargo, pocos de esos periodistas que piden a los gritos “¡autocrítica!,¡autocrítica!” ha leído el libro.
No les interesa qué puede decir, si es el peor presidente de la historia argentina.
Es curioso que ninguno de esos periodistas cuando tienen enfrente a alguna figura del oficialismo pida por autocrítica. Para muchos alcanza con que Cafierito, el Nieto del Estado diga “vamos a dar vuelta la página” con cara de “no sabía que hoy había que traer la tarea hecha”.
En estas semanas vimos como el gobierno adaptó a sus necesidades de campaña, la política sanitaria, la política educativa, la política de seguridad, la política económica. No debe haber cuestión más abyecta. Sin embargo, ¿ustedes vieron a alguna estrella del periodismo nacional pedir “autocrítica”? ¿Quién le pregunta a Zelig Massa por esa picardía de andar sin barbijo en un lugar cerrado con 70 personas cuando no podíamos ni juntarnos con la abuela? ¿Y a Filomena Vizzotti, cuándo le vamos a cobrar por sus padres vacunados vip? ¿Y a Anatoly Nicolini, su cartita priorizando el proyecto ruso y las necesidades políticas del dueño del salón de fiestas de Olivos? ¿Cuándo se la vamos a cobrar?
¿Lo hará la ciudadanía el día de las elecciones? Es probable, en los últimos tiempos ha demostrado estar por delante de la clase política, del círculo rojo y de la corporación periodística.
Claro que para que eso ocurra no debería andar rondando el fantasma del fraude. Y las únicas dos maneras de evitarlo es que los ciudadanos vayan a votar y se anoten los fiscales que todavía están faltando porque ¿alguien duda de que el fraude es un riesgo real?
A los argentinos que queremos que el país se despegue de la Venezuela de Maduro, de la Nicaragua de Ortega, de la Cuba de 62 años de dictadura; a los que queremos modernización, inclusión en el mundo, respeto por las ideas de los adversarios, igualdad de oportunidades, meritocracia, competitividad, división de poderes, no nos cambia mucho si Macri está de acuerdo o no.
A aquellos a quienes estas ideas les molestan, les recomiendo que dejen de decir “Ah, pero Macri” y empiecen a decir “Ah, pero ustedes”.
Porque de acá no se mueve nadie.
Fuente: El Sol