Una producción agroecológica entiende de tiempos biológicos y los fortalece para producir sanamente y, al mismo tiempo, busca la competitividad. Sin embargo, existen varios mitos sobre la agroecología. El más resonante sostiene que no se puede ser productivo y sustentable al mismo tiempo. Sin embargo, una década de estudios y de manejo agroecológico de la Chacra Experimental Integrada del INTA Barrow (Ministerio Desarrollo Agrario de la provincia de Buenos Aires – INTA) demostraron que se puede ser competitivo y cuidar el ambiente a la vez.
“Los sistemas simplificados actuales tienen costos muy altos, principalmente, en insumos químicos y fertilizantes”, expresó Martín Zamora, referente nacional de Agroecología del INTA, quien hace diez años, junto con tres integrantes de la CEI Barrow, dos del Instituto de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Familiar (IPAF) y un asesor privado constituyó una mesa transdisciplinaria e interinstitucional para discutir sobre el manejo para una transición agroecológica extensiva. Ese fue el puntapié inicial.
Con la premisa de buscar tecnologías de manejo basadas en procesos ecológicos que mejoren y sostengan la producción, la biodiversidad y la calidad ambiental, Zamora avanzó con el diseño e implementación de los módulos agroecológicos demostrativos de la CEI Barrow.
“En varios de los ensayos que realizamos pudimos demostrar que con un manejo agroecológico es posible reducir costos, aumentar la rentabilidad y minimizar el impacto ambiental”, aseguró Zamora y agregó: “Sustituir insumos químicos y energía con procesos naturales permite ahorrar entre un 40 y un 50% en el costo directo total, con el mismo, o mejor rendimiento”.
Si bien la productividad y la rentabilidad son aspectos importantes, para Natalia Carrasco –extensionista de la Chacra Experimental Integrada Barrow– el mayor logro fue que “varios productores se convencieron de que, además, la agroecología permite regenerar los ecosistemas para producir por muchísimos años más, porque esa es la pregunta con la que empezó todo este trabajo: ¿Hasta cuándo vamos a poder sostener esta productividad si estamos degradando el recurso básico que es el suelo?”.
“La agroecología es la mejor manera de producir: en línea con el ambiente, con el productor, pero también con la sociedad”, consideró Carrasco y afirmó: “Existe una manera de producir en la que todos salimos beneficiados y para eso sirvieron estos 10 años, para demostrar que se puede”.
Otro de los estudios realizados por la CEI Barrow incluyó la comparación de sistemas agrícolas tradicionales y sistemas de transición agroecológica con el objetivo de determinar la incidencia de los diferentes manejos en los indicadores de calidad del suelo.
Al respecto, Zamora precisó que “se tomaron muestras de suelo en diferentes profundidades y la concentración de glifosato más AMPA se redujo significativamente en los primeros 10 centímetros de profundidad: el promedio ponderado fue de 370 miligramos por kilo en el sistema tradicional, y se redujo a 21 miligramos por kilo después de cinco años de transición agroecológica”.
“El impacto de los sistemas tradicionales incluyen la contaminación química, la pérdida de materia orgánica del suelo y la degradación del suelo, con los consiguientes riesgos”, explicó el especialista.
Al mismo tiempo, “el ensayo mostró un aumento significativo del contenido de materia orgánica del suelo luego de cinco años de transición agroecológica, lo que sugiere una clara mejora de las condiciones del suelo”, puntualizó Zamora
Hay un mito que sostiene que únicamente es apta para pequeñas extensiones. En este sentido, Zamora aseguró que “la agroecología se basa en principios y no en recetas” y sentenció: “Sólo en la provincia de Buenos Aires hay gran cantidad de grandes productores en plena transición hacia la agroecología y eso tiene que ver con la difusión del trabajo que varios organismos, como el INTA, realizan hace varios años”.
De hecho, en Benito Juárez –Buenos Aires– se encuentra el establecimiento “La Aurora”, del productor familiar Juan Kiehr, que hace años trabajaba con un manejo agroecológico. Gracias a esta otra forma de producir logró disminuir el uso de insumos sintéticos, de energía no renovable y pudo bajar los costos.
En el sur de Buenos Aires, el campo de los Kiehr se convirtió en destino permanente para la realización de observaciones y experimentaciones que nutrieron las acciones del módulo de la CEI Barrow. “Las experiencias en el establecimiento ‘La Aurora’ y, posteriormente, en los módulos demostrativos de la Chacra, marcaron un punto de inflexión: un antes y un después para un sistema productivo que se percibía incuestionable”, consideró Zamora.
Resultados a la vista
Durante todo el proceso de evaluación y experimentación, “pudimos romper varios mitos, pero principalmente el que plantea que la agroecología no es rentable”, remarcó Carrasco.
En este sentido, la extensionista de la Chacra Barrow puntualizó en “la necesidad de desarrollar una experiencia con cultivos agroecológicos, tales como trigo y cebada, para ofrecer información y resultados de una alternativa para los productores de la región, porque es lo que siempre ha hecho el INTA, dar respuestas”.
Para esto, la mesa interinstitucional comenzó haciendo talleres de diagnóstico participativo en el territorio y encontró varios problemas: aumento de los costos de producción, aparición de malezas resistentes, intensificación en el uso de plaguicidas y fertilizantes, pérdida de fertilidad de los suelos y pérdida de biodiversidad, entre otros. Así, mientras la idea se gestaba, el cuestionamiento sobre la sustentabilidad de los sistemas productivos dominantes comenzó a cobrar fuerza.
“Cuando pisamos el campo de Juan se produjo una sinergia entre nosotros, que teníamos todas esas inquietudes, y ese lugar, que fue la demostración concreta de que era viable un modelo de producción agroecológica extensiva”, sostuvo Carrasco y agregó: “Salimos convencidos de que teníamos que llevar ese manejo a un lote de la experimental”.
En 2013, ya con resultados positivos de la transición agroecológica en cuanto a lo productivo, lo económico y lo ambiental, se dieron los primeros pasos en la difusión, capacitación y extensión.
“Comenzamos dando charlas, haciendo talleres y recorriendo campos a nivel regional, y terminamos en otras provincias, articulando con otras Estaciones Experimentales del INTA, Universidades Nacionales, municipios, y otros organismos”, aseguró Zamora y resaltó: “Al día de hoy, se realizaron más de 150 actividades con participación de la CEI Barrow en conjunto con actores muy diversos”.
La difusión hizo que cada vez más productores se acercaran en búsqueda de información y se facilitó el trabajo en grupos, con reuniones de intercambio, acompañamiento y capacitación, que terminaron por agrupar a esos productores en Cambio Rural.
Toda la experiencia fue registrada y publicada en diversos canales de comunicación y en numerosos congresos nacionales, y en 2017 se difundieron los primeros trabajos en revistas científicas internacionales.