El principal incentivo a producir es la demanda. Si se intervienen y cierras las exportaciones se corta una parte importante de la misma, quitando la principal motivación a producir e invertir. En este contexto poco sentido tiene un espacio de trabajo que no respete este principio esencial de toda producción sostenida.
No estamos haciendo el planteo de una hipótesis, sino que ya como país lo hemos visto con las intervenciones anteriores que le costaron a la cadena productiva y a toda la Argentina más de 17.000 empleos directos y 65.000 indirectos, empleo privado, genuino y en territorio.
Sin respetar la demanda, se pierde mercado, clientes, reputación y fracasa toda la cadena cárnica, con especial afectación al productor primario. Nadie invierte en un contexto de incertidumbre.
Un plan ganadero profundo, sostenido en el tiempo y con respaldo de ley, es más que bienvenido por el sector productivo, pero en un contexto de apertura de mercados, no con un contexto de cierre de exportaciones.
Hemos sido ignorados en las negociaciones que culminaron con la continuidad, morigerada, del cierre de exportaciones, no queremos volver a generarles a nuestros asociados la ilusión de un plan ganadero, si desde el principio empezamos errando el diagnóstico.
El problema de la carne no es de abastecimiento, sino que es de acceso.
Argentina produce 3,2 millones de toneladas de carne bovina, de las cuales se exportan 900 mil y los argentinos consumen 2,3 millones. A esto se suman casi 3 millones de toneladas de carne de pollo y cerdo. Lo que hace que Argentina esté en el podio de los mayores consumidores per cápita a nivel mundial de carne bovina, en particular, y de carnes, en general.
El problema de la carne tampoco es de precio, sino de poder adquisitivo. En Argentina la carne es más barata que en los países vecinos y hasta 80% más barata que en Europa. Lo que sucede es que los argentinos han tenido una pérdida de poder adquisitivo, que se refleja en una caída del 20% el salario real, en los últimos tres años.
Esto genera que, así como a los argentinos nos cuesta pagar la carne, también nos cueste pagar nafta, vestimenta y cualquier otro producto que necesitemos consumir.
Por este motivo, las medidas para solucionar este problema deberían estar concentradas en reducir la inflación, que sus causas están más relacionadas a la emisión monetaria y a un programa económico que genere confianza que al precio de la carne, que no es más que una consecuencia.
Fuente: CRA