Se dieron a conocer los datos de actividad económica del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) de Brasil durante 2020, en el que se evidenció una contracción histórica del 4,1%. Este año los especialistas esperan que Brasil recupere en torno al 90% de esa caída; mientras que para la Argentina se espera que recupere no más del 70% de lo que perdió en 2020, -10%.
En los últimos 60 años, la Argentina padeció en 9 oportunidades caídas anuales superiores al 4%. Si lo comparamos, en años, con respecto al resto de los países de la región; le sigue Perú y Chile con 5 años; Uruguay con 4 años; México con 3; Bolivia, Colombia, Ecuador y Brasil con 2.
Natalia Motyl, Economista en la Fundación Libertad y Progreso y especialista en comercio exterior dijo que “se espera que Brasil tenga una recuperación del 3,6% en 2021 y que vuelva a los niveles pre pandémicos en 2023; cuando en Argentina se proyecta que recién en 2025 volvería a los niveles pre-pandemia. Más particularmente, en Brasil la economía ya venía desacelerándose desde 2018; y, la pandemia no hizo más que agudizar dicha tendencia.
Sobre Argentina Motyl aseguró que se espera que la Argentina tenga “un
crecimiento del cercano al 7% para éste año: dependerá de la renegociación con
el FMI; que los precios de las commodities sigan altos; la rápida distribución
de vacunas; que se recuperen rápidamente nuestros principales socios comerciales
y que el BCRA logre sostener la pax cambiaria por varios meses”.
Aldo Abram Director Ejecutivo en Libertad y Progreso destacó que “Esto nos
muestra la enorme inestabilidad que tiene Argentina. Si no estamos peor que los
países de la región es porque a principios del siglo veinte cosechamos los
beneficios de la vigencia de una Constitución como la de 1853/60, que nos llevó
a ser de los países más ricos del mundo. Además Argentina cuenta con una riqueza
natural y humana que le permitió moderar la decadencia de más de 80 años a la
que nos llevó la destrucción de nuestra calidad institucional. Es como una
familia que heredó la fortuna de sus padres y que pretende vivir de fiesta y sin
trabajar, agotando una herencia. Si no torcemos el rumbo, poco a poco cada vez
más países de la región nos van a superar”.
El Director explicó que “todas las crisis argentinas tienen como origen gobiernos que gastan de más y perseveran en ello. Pueden ser monetarias o una cesación de pagos, según cómo se financió el exceso de Estado. Durante el 91 al 2001 no se pudo financiar con el BCRA, pero si con deudas por créditos que surgieron fruto de una estabilidad y se terminó en una cesación de pagos. En los ´80, no había crédito y se financió quebrando el BCRA, lo que terminó en la hiperinflación de 1989” y sentenció que “Si queremos dejar de ir de una crisis en otra tenemos que votar gobernantes que manejen el país como nosotros manejamos nuestra casa, con la austeridad que usamos para proteger a nuestras familias”.
Un poco de historia Argentina…
1963, -5,3%: desde 1961 el clima social comenzó a encrudecerse con huelgas sociales; el incremento de precios con un empeoramiento de los términos de intercambios que perjudicó el sector agropecuario; el fracaso de la cosecha; y, la caída de la inversión bruta fija que afectó al sector industrial. En 1962 el gobierno de Guido decidió una importante devaluación que junto con la escasa capacidad de poder hacer cumplir los compromisos de corto plazo con proveedores; provocó que muchas empresas quebraran.
1981, -5,2%: La liberación de tasas llevó a un endeudamiento creciente de las empresas que habían estado acostumbradas a tasas negativas ya que, con la creciente inflación, se licuaban sus pasivos. Así, muchas empresas dejaron sus obligaciones impagas. Los bancos fallaron en el intento de captar más ahorro con tasas de interés más alta para poder seguir pagando a sus depositantes. El Banco Central debió afrontar la crisis bancaria con más emisión; devaluaciones e incremento de precios de tres dígitos.
1985, -5,2%: En diciembre de 1984 al no cumplirse con las metas fiscales y monetarias comprometidas, el FMI negó el desembolso de la cuota de febrero de 1985. Se incurrió en una serie de devaluaciones para aumentar las exportaciones y se decidió que los salarios de los privados se ajustaran solo un 90% a la variación de precios. La inflación se aceleró fuertemente.
1989, -7,2%: A principios de año se buscó un acuerdo entre sindicatos y empresarios para evitar el aumento de precios y salarios. El déficit fiscal se incrementó, lo que agravó la crisis de confianza en el gobierno; provocando una salida de capitales, devaluación y aceleración de la inflación.
2002, -10,9%: Argentina experimenta una de sus mayores caídas de la historia. Una crisis de confianza y salida de capitales que se agudizó desde 2001; se generó una corrida cambiaria y el “Corralito” enraizó el clima social. En 2002, Duhalde pone fin a Ley de Convertibilidad, seguida de una devaluación y aceleración de la inflación.
2020, -10%, resultado de las medidas de confinamiento llevadas adelante por el gobierno durante 9 meses; sin un plan económico consistente de largo plazo de fondo. El actual gobierno asumió con una economía que no crece desde el 2011 y no hizo más que aplicar parches a lo largo de un año que terminaron agudizando aún más la crisis como una emisión monetaria que tocó records de 90%; incremento de la deuda remunerada para absorber el excedente de pesos y suba de la presión impositiva atrofiando aún más al sector privado; y, provocando una desconfianza mayor en los mercados financieros.
Fuente: Fundación Libertad y Progreso