Pocas veces en la historia democrática se vio a un Presidente dirigirse tan injustamente a millares de argentinos por el solo hecho de llevar a cabo una actividad lícita y noble, como es la producción de alimentos. Peor aun, amenazarlos públicamente frente al resto de sus compatriotas y al mundo, a partir de una acusación sin ningún tipo de fundamento, humillándolos, una vez más, con una actitud que no se condice con su investidura ni con la debida mesura e imparcialidad que debe exhibir la máxima autoridad de la Nación.
Parece mentira que debamos reiterar algo que ya expresamos en innumerables ocasiones y que las autoridades deberían saber y reconocer: los productores no somos formadores de precios.
Nuestra actividad incide ínfimamente en el precio final de los alimentos. En su composición impactan muchísimo más los costos provenientes de otros eslabones de la cadena y, sobre todo, del Estado, a través de los impuestos y tributos. Por lo tanto, sería mucho más fácil para el Gobierno eliminar o reducir esos impuestos –incluso en forma segmentada si lo quisiera- que fijar nuevas alícuotas o cupos a la exportación, tan necesaria por cierto para la generación de divisas y la creación de empleo. De avanzar en este sentido errado, se desataría un nuevo conflicto con el campo.
Estamos convencidos de que exacerbar el ánimo de los productores es un gran error, especialmente en un momento en que se requiere mayor producción para poder mantener abastecidos los mercados en época de pandemia justamente a precios accesibles. Por momentos pareciera que a muchos funcionarios la ideología les impidiera entender una de las leyes básicas de la economía de Argentina y cualquier parte del mundo: a mayor oferta, menor precio.
Tampoco es cierto que no hayamos formulado propuestas. Cuando el Presidente era aún candidato le acercamos un documento con 14 propuestas elaborado por esta Comisión, que le volvimos a acercar en ejercicio de su mandato. Ese documento fue compartido varias veces con distintos miembros del Gabinete. Allí están contenidas nuestras ideas, sobre las cuales nunca recibimos una devolución.
Las causas de la suba de los alimentos, por tanto, no debería buscarse en la producción ni en su estructura de costos -que por cierto no está pesificada como se sugiere ya que la mayoría de los insumos se cotizan al dólar libre- sino en el exceso de emisión monetaria y el enorme déficit fiscal, que deteriora la capacidad de compra de los salarios. La receta de atacar el aumento de precios con instrumentos tan destructivos como los derechos de exportación o los cupos se utilizó en el pasado reciente con sonoros fracasos que diezmaron la producción y las exportaciones, fulminaron mercados y la imagen de nuestro país como productor y exportador, y socavaron el ánimo y la capacidad de inversión de los productores, reduciendo drásticamente la superficie sembrada y los volúmenes generados. Asimismo, se deben revisar las distintas cadenas para constatar dónde se generan las distorsiones, que desde hace años suceden, en detrimento de productores y consumidores, avalada por la inacción del Estado que no ejerce su rol de contralor.
Atacar a la producción en nombre de “la mesa de los argentinos” además de injusto es peligroso, ya que pretende crear una falsa dicotomía y una grieta donde no la hay. La gran mayoría de los argentinos valora la actividad de los productores y el hecho de que aun en plena pandemia continuaron produciendo y trabajando, arriesgando su salud y la de sus familias. Mientras otros gobiernos destacan el rol de sus productores, el nuestro nos vapulea y enfrenta al resto de la ciudadanía.
Por todo esto, y con el objetivo de hablar sobre nuestras propuestas y aclarar las dudas que aun hoy pueda tener el presidente sobre nuestro sector, quedamos a disposición para reunirnos con el primer mandatario.